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OPINIÓN - MARTES, 28 DE OCTUBRE DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

Rebelión en el Rif
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Este mes se cumple el cincuenta aniversario de la rebelión del Rif (octubre 1958-enero 1959), machacada a sangre y fuego, sin piedad, por las recién creadas Fuerzas Armadas Reales (FAR). Sobre el terreno (Alhucemas, Axdir, Targuist, Imzouren, Bou Zineb, Tizi Ouzli, Khemis Tensamen, Nador…) las tropas comandadas por el torvo coronel Mohamed Ufkir siguiendo las instrucciones, desde su cuartel general en Tetuán, del implacable Príncipe Mulay Hassan (el futuro Rey Hassan II), se emplearon a fondo, con saña y sin piedad, en la masacre de una población mal armada y equipada, utilizando todos los medios a su alcance: fusilamientos colectivos e indiscriminados, empleo de napalm en los aduares y humillaciones degradantes como la violación masiva de mujeres rifeñas; las sevicias y torturas sobre la población civil (ancianos, mujeres y niños) estuvieron al orden del día. Acciones todas, sin la menor duda, perseguibles por el derecho internacional como crímenes de guerra. Pero no solo fue el ejército; el mismo partido del Istiqlal, dirigido en la época por el jingoísta Allal El Fassi, participó activamente en la represión, asesinando a figuras emblemáticas de la resistencia rifeña como Abbas Msâadi y Heddou Akchich y torturando a numerosos resistentes rifeños en la tristemente famosa “Dar Bricha”, cerca de Tetuán. La rebelión de 1958 en el Rif es todavía en la actualidad un tabú histórico, político y moral sobre el que, hasta el día de hoy, la historiografía oficial marroquí ha venido arrojando un espeso y vergonzante manto de silencio.

España por su parte y aun con numerosas efectivos en Marruecos (pese a la Independencia y el fin del Protectorado, en 1956, el repliegue militar dirigido por el general Galera Paniagua no concluyo hasta 1961) se mantuvo escrupulosamente al margen, mientras Ceuta y Melilla acogían a centenares de refugiados procedentes del Rif, cuyos descendientes adquirieron con el tiempo la ciudadanía española. Desde su retiro en El Cairo Mohamed ben Abdelkrím el Khatabi, el mítico líder rifeño, intentaba negociar infructuosamente con el general Franco la ayuda del Ejército español y, también, su colaboración para trasladarse hasta Alhucemas. De haber vuelto Abdelkrím, posiblemente la historia se hubiera escrito de forma harto diferente… En un momento de grave crisis para el Reino de Marruecos, España no quiso jugar sus cartas manteniéndose neutral; por el contrario, años más tarde y ante el inicio de una azarosa transición política, Hassan II no tuvo el menor empacho en forzar el órdago de su “Al Massira Khadra” (Marcha Verde) en el Sáhara Occidental pendiente de descolonización, inmiscuyéndose y enturbiando en la grave crisis de legalidad y legitimidad en la que entraba España tras la agonía y muerte del general Franco, en septiembre de 1975, tensando la delicada situación interna.

Todavía hoy, amigo lector, si decides perderte un tiempo por esas montañas rifeñas cuya silueta puedes vislumbrar, en los claros días de Poniente, asomándote a la Bahía Sur, podrás escuchar una vez ganada la confianza retazos de una historia viva que, todavía, late con fuerza entre sus habitantes. Y podrás comprobar, como español, el grato recuerdo pese a arduos años de combate que dejamos entre esas gentes. ¿Excesos...? “Bien sur”. Pero en ningún caso como los de las salvajes tropas de Su Alteza el Príncipe.
 

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