Este mes se cumple el cincuenta
aniversario de la rebelión del Rif (octubre 1958-enero
1959), machacada a sangre y fuego, sin piedad, por las
recién creadas Fuerzas Armadas Reales (FAR). Sobre el
terreno (Alhucemas, Axdir, Targuist, Imzouren, Bou Zineb,
Tizi Ouzli, Khemis Tensamen, Nador…) las tropas comandadas
por el torvo coronel Mohamed Ufkir siguiendo las
instrucciones, desde su cuartel general en Tetuán, del
implacable Príncipe Mulay Hassan (el futuro Rey Hassan II),
se emplearon a fondo, con saña y sin piedad, en la masacre
de una población mal armada y equipada, utilizando todos los
medios a su alcance: fusilamientos colectivos e
indiscriminados, empleo de napalm en los aduares y
humillaciones degradantes como la violación masiva de
mujeres rifeñas; las sevicias y torturas sobre la población
civil (ancianos, mujeres y niños) estuvieron al orden del
día. Acciones todas, sin la menor duda, perseguibles por el
derecho internacional como crímenes de guerra. Pero no solo
fue el ejército; el mismo partido del Istiqlal, dirigido en
la época por el jingoísta Allal El Fassi, participó
activamente en la represión, asesinando a figuras
emblemáticas de la resistencia rifeña como Abbas Msâadi y
Heddou Akchich y torturando a numerosos resistentes rifeños
en la tristemente famosa “Dar Bricha”, cerca de Tetuán. La
rebelión de 1958 en el Rif es todavía en la actualidad un
tabú histórico, político y moral sobre el que, hasta el día
de hoy, la historiografía oficial marroquí ha venido
arrojando un espeso y vergonzante manto de silencio.
España por su parte y aun con numerosas efectivos en
Marruecos (pese a la Independencia y el fin del
Protectorado, en 1956, el repliegue militar dirigido por el
general Galera Paniagua no concluyo hasta 1961) se mantuvo
escrupulosamente al margen, mientras Ceuta y Melilla acogían
a centenares de refugiados procedentes del Rif, cuyos
descendientes adquirieron con el tiempo la ciudadanía
española. Desde su retiro en El Cairo Mohamed ben Abdelkrím
el Khatabi, el mítico líder rifeño, intentaba negociar
infructuosamente con el general Franco la ayuda del Ejército
español y, también, su colaboración para trasladarse hasta
Alhucemas. De haber vuelto Abdelkrím, posiblemente la
historia se hubiera escrito de forma harto diferente… En un
momento de grave crisis para el Reino de Marruecos, España
no quiso jugar sus cartas manteniéndose neutral; por el
contrario, años más tarde y ante el inicio de una azarosa
transición política, Hassan II no tuvo el menor empacho en
forzar el órdago de su “Al Massira Khadra” (Marcha Verde) en
el Sáhara Occidental pendiente de descolonización,
inmiscuyéndose y enturbiando en la grave crisis de legalidad
y legitimidad en la que entraba España tras la agonía y
muerte del general Franco, en septiembre de 1975, tensando
la delicada situación interna.
Todavía hoy, amigo lector, si decides perderte un tiempo por
esas montañas rifeñas cuya silueta puedes vislumbrar, en los
claros días de Poniente, asomándote a la Bahía Sur, podrás
escuchar una vez ganada la confianza retazos de una historia
viva que, todavía, late con fuerza entre sus habitantes. Y
podrás comprobar, como español, el grato recuerdo pese a
arduos años de combate que dejamos entre esas gentes.
¿Excesos...? “Bien sur”. Pero en ningún caso como los de las
salvajes tropas de Su Alteza el Príncipe.
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