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OPINIÓN - LUNES, 27 DE OCTUBRE DE 2008

 
OPINIÓN / COLABORACION

In memóriam: Carmen Cerdeira

Por Amparo Rubiales *


ElDespués de las elecciones generales de 1986, la Cámara Alta se constituyó el 15 de julio de ese año y, en esos días, conocía a la que sería mi gran amiga, Carmen Cerdeira, hasta su temprana muerte, ocurrida el 1 de agosto de 2007 a los 47 años; en los días en que esto escribo, me siento temblorosa al hacerlo por muchs razones: su ausencia, su terrible ausencia, apenas si la he asimilado; es además la primera de mis mujeres -las mujeres de mi vida- que se me muere y era, además, la más joven y una de las más cercanas, porque con ella he compartido desde que la conocí -en aquel año en el Senado- veinte años de mi vida y, os aseguro, que era una persona muy especial por muchas cosas, pero, sobre todo, por su maravilloso carácter que le hizo afrontar las dificultades tremendas que la vida le puso por delante con una fuerza y una alegría que impresionaban y, de verdad, que no exagero; cuantos han conocido a Carmen lo pueden atestiguar.

Fue senadora por Ceuta cuando tenía 27 años y no era su primer cargo público; en las elecciones municiaples de 1983, con sólo 24 años, ya fue concejala en el Ayuntamiento de su ciudad. Era doce años más joven que yo -que son muchos años- y, sin embargo aun sabiéndolo, sólo he sido consciente de tanta diferencia de edad ahora con su muerte. Porque nuestra relación ha sido tan de iguales que demuestra que la edad no es lo que separa a las personas, sino otras cosas, que tienen más que ver con las ideas y los sentimientos; Carmen y yo, con tantos años de diferencia, nos parecíamos, en la forma de ser más primaria, mucho.

Había estudiado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, cuando yo era profesora y, allí, decía que me conoció porque le di clase, pero yo no la recuerdo de entonces; para mí su primera imagen es del 15 de julio de 1986, en que se constituyó el Senado de España, formando parte de la Mesa de edad, que se constituye para la ocasión, como la senadora más joven de aquella legislatura; realmente era una niña, pues a sus pocos años se unía su aspecto juvenil y moderno; con el paso del tiempo se hizo más ‘institucional’, aunque siempre mantuvo esa idea de ‘modernidad’, que a mí a veces no me gustaba. La diferencia de edad, al fin, tenía que salir por algún lado, pero es una cosa tan pequeña, que no llega ni a la categoría de anécdota.

Ese mismo día se constituía también, como siempre ocurre, el Congreso de los Diputados y, años más tarde, a Carmen le gustaba recordar que José Luis Rodríguez Zapatero formó parte de la Mesa de edad como el diputado más joven; también después, en la Comisión Ejecutiva Federal de Joaquín Almunia, ambos coincidieron en ella; Carmen como secretaria de Movimientos Sociales y Zapatero como secretario ejecutivo, o vocal, de la misma.

Mís tías, esas tías solteras a las que ya he hecho referencia, tenían un piso en Madrid que estaba vacío, porque ya mayores, se habían ido a vivir a Sevilla; me lo dejaron, pagándoles un módico alquiler que, por supuesto, compartíamos Carmen y yo; y allí que nos fuimos a vivir las dos, durante los casi ocho años que estuvimos ambas en el Senado.

He dicho que nos parecíamos mucho en la forma de ser, efectivamente, éramos igual de desastre para todo lo que tiene que ver con lo doméstico, como amas de casa, vaya, tanto era así que no teníamos nunca de nada en casa, hasta que venía Paco [Bernal], el marido de Carmen, y nos socorría; eso ha pasado hasta el final de sus días. Siempre me decía: “¿No te das cuenta? Ha estado aquí Paco”. Eso significaba que teníamos comida en la nevera o la casa más limpia. Éramos el ‘antimodelo’ de mujer: no sabíamos arreglar ni un enchufe, pero trabajar y divertirnos con cualquier cosa, sí que sabíamos; también hablar por los codos y cada una con su tema.

[...]

En esa época conocimos a una amiga que nos durará siempre: Enriqueta Chicano, entonces directora general de Relaciones con el Senado, dependiente del Ministerio de la Presidencia, hoy letrada del Tribunal de Cuentas y durante diez años, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, organización de mujeres, a la que nuestra amiga Quetina le ha dedicado los mejores años de su vida, para conseguir la igualdad de las mujeres, que tanto está costando alcanzar.

Con motivo de su retiro de la Presidencia de la Federación -de la que sigue siendo presidenta de honor- un grupo de personas, hombres y mujeres, dedicamos a Quetina un libro de homenaje en el que Carmen ya no pudo participar directamente. [...] Mi artículo se llama ‘Las mujeres de mi generación’. [...] Está escrito para Quetina, pero sirve igual para Carmen, por eso las he querido unir aquí; no era de nuestra generación por edad, pero por todo lo demás como si lo fuese; hemos compartido la tres, con mivdas diferetnes, tantas cosas que nos han hecho ser amigas siempre. Cuando escribo de Carmen me acuerdo de Quetina, y cuando lo hago de ésta, recuerdo a la otra; hoy las dos, que nos hemos quedado solas, nos acordaremos siempre de Carmen.

He dicho que estuvimos dos legislaturas en el Senado, la tercera (1986-1989) y la cuarta (1989-1993); en las elecciones generales fuimos candidatas al Congreso de los Diputados por Sevilla y Ceuta, respectivamente, pero ella no salió elegida; desde aquel año empezaron los problemas políticos del PSOE en Ceuta, que Carmen nos contaba con reiteración y éste perdió su hegemonía a favor del PP, que aún no ha recuperado..

Estuvo algunos meses de nevo de abogada en su ciudad y, poco más tarde, Juan Alberto Belloch, nombrado ministro de Justicia, la hizo asesora ejecutiva de su ministerio. [...] De esa época viene su amistad con Margarita Robles, al principio subsecretaria del Ministerio de Justicia -en el que también estaba Teresa Fernández de la Vega-, amistad que Marga y yo hemos conservado hasta el final de su vida; ella se encargaba, cada cierto tiempo, de llamarnos y quedar para vernos, siempre que lo hacía estábamos dispuestas a estar juntas y a hablar, sobre todo de política.

[...]

En esos años vienieron los problemas graves para Carmen; tenía dos hijas -había sido madre muy joven, creo que con 18 años-, y la segunda, Cristina, que estaba en Ceuta en el colegio con su padre, se sintió mal y le diagnosticaron un tumor cerebral -a los 10 años- del que no salió. Fue tremendo: murió con 11 años. No soy capaz de comentar este acontecimiento, sólo diré que su dureza contrastó con la fortaleza con la que Carmen y Paco -e Izaskun, su otra hija- hicieron frente a la tragedia.

Cuando la niña estaba enferma, Belloch nombró a Carmen delegada del Gobierno en Ceuta; era 1994; tuvo también asuntos muy difíciles que resolver en la delegación, pues irrumpió con fuerza el problema de la inmigración subsahariana, teniendo que hacer frente a una revuelta de inmigrantes, en octubre de 1995, donde resultó herido de gravedad un policía nacional.

[...]

En 1997, en el congreso en el que dimitió Felipe González como secretario general del PSOE, Carmen intervino en nombre de la delegación de Ceuta, con unas palabras que a todos nos emocionaron por lo bien dichas que estaban y en un momento muy difícil de la historia del partido; ya la conocía y mucho -era miembro del Comité Federal del PSOE desde hacía tiempo, pero después de aquella intervención se fijaron más en ella, sobre todo Cipriá Ciscar, que era el secretario de Organización; y Carmen entró a formar parte de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE como secretaria de Movimientos Sociales, siendo ya secretario general, Joaquín Almunia.

En esos años también compartíamos piso, el que me había comprado en Madrid cuando fui diputada en 1996; fuimos juntas a la calusura del congreso; cuando nos vieron llegar los periodistas se lanzaron sobre mí, creyendo que yo era la elegida para formar parte de la Ejecutiva y ella se reía, diciéndoles: “Que no es ésta, que soy yo”.

Mientras llevó esta difícil y compleja responsabilidad, volvimos a estar juntas en Madrid compartiendo problemas y alegrías, hasta ser elegida eurodiputada en 1999 -’cómo disfrutó en esa campaña dando mítines por todos los pueblos de España!-, antes había también formado parte del Consejo de Europa, donde causaba grata impresión por ser mujer, joven y de Ceuta, amén de por su inteligencia y carácter. Paco y ella se compraron un piso en mi mismo edificio y, desde que dejé de ser diputada, he usado el suyo cuando lo he necesitado, que han sido casi todas las semanas de estos últimos años de su vida. Paco, su marido, dice que he dormido con Carmen más noches que él.

[...]

En agosto de 2002, estando yo en los toros en Almería con mis amigos [...] me llamó Paco para decirme que Carmen tenía un tumor cerebral: el golpe fue tremendo; la operaron en Cádiz en septiembre; antes fuimos Enriqueta Chicano y yo a verla a Roche, donde siempre ha veraneado y nos dijo en un momento, riéndose de nosotras: “Estáis tontas, parece que las que tenéis el tumor sois vosotras”. Así fue siempre, sin querer preocupar a nadie.

Después de la operación se fue a Madrid, y allí empezó el calvario del tratamiento, la quimioterapia y todas esas cosas terribles; pues bien, antes del año, estaba de nuevo yendo a Bruselas o a Estrasburgo, con su peluca o un pañuelo en la cabeza, desde Ceuta todas las semanas, y recalco lo de Ceuta porque viajar desde allí es mucho más largo y complicado que desde otro lugar de España. Siempre le día que viajaba “por tierra, mar y aire”. Le dieron un premio en su ciudad natal y el día de la entrega, delante de todos, se quitó la peluca y se quedó con su cabeza rapada, porque ella pensaba que no tenía por qué ocultar nada a nadie.

[...]

La nombraron presidenta de la Sociedad Estatal de Acción Cultural de España en el Exterior (SEACEX), y se sintió encantada con su nueva responsabilidad; se pasaba la vida viajando: China, Filipinas, Japón, París, Nueva York, Santo Domingo... por medio mundo, acompañando a los Reyes, con Leire Pajín, con Pedro Almodóvar y Penélope Cruz o sin nadie importante, pero disfrutando tan tranquila de su nueva vida.

Había perdido memoria y lo arreglaba llevando las cosas apuntadas en su agenda; pero no había perdido ni un ápice sus ganas de vivir; hasta que un día, en los primeros meses de 2007, me dijo que había vuelto de un viaje, creo que de Santo Domingo, con unos terribles dolores de cabeza... Nos echamos a temblar, pero pensamos que al igual que cinco años antes, otra vez más podría con este nuevo y espantoso tumor; más tarde cuando la volvieron a operar, supimos que no era así. Ella nunca perdió la esperanza ni la sonrisa; no lloraba ni se quejaba, sólo lo hacía de la cortisona que le hinchaba su preciosa cara.

Su hija mayor, Izaskun, se parece a ella y a mi hija Clara -que no se parece a mí-, tenía una fotografía en mi piso de Madrid de mi hija y siempre que la veía Carmen me decía: “Parece Izaskun”.

Podría decir más cosas, lo aseguro, serían buenas; su entierro en Ceuta, el 2 de agosto de 2007, fue impresionante y eso que era una mala fecha por las vacaciones. Un periódico local decía: ‘Muere Carmen Cerdeira, el mayor personaje político que dio Ceuta’. Tenía sólo 48 años.

En octubre de 2007, la Ejecutiva Federal del PSOE organizó, en la sede del partido, en la calle Ferraz de Madrid, un precioso homenaje en el que intervinimos: Elena Valenciano, compañera suya en el Parlamento Europeo; Leire Pajín, secretaria de Estado de Cooperación y sucesora suya en la Secretaría de la Comisión Ejecutiva Federal; Paca Sauquillo, su amiga y compañera de tantas cosas; Pepe Blanco, y yo.

Sólo añadiré lo que decía su esquela mortuoria: ‘Carmen Cerdeira Morterero, militante socialista’.

Se me ocurre terminar este recuerdo pidiéndole prestado a Miguel Hernández ese verso que dice: ‘Yo quiero ser llorando el hortelano/ de la tierra que ocupas y estercolas / compañera del alma tan temprano’.

Te querremos siempre, enana.

*Consejera de Estado
 

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