ElDespués de las elecciones generales de 1986, la Cámara
Alta se constituyó el 15 de julio de ese año y, en esos
días, conocía a la que sería mi gran amiga, Carmen Cerdeira,
hasta su temprana muerte, ocurrida el 1 de agosto de 2007 a
los 47 años; en los días en que esto escribo, me siento
temblorosa al hacerlo por muchs razones: su ausencia, su
terrible ausencia, apenas si la he asimilado; es además la
primera de mis mujeres -las mujeres de mi vida- que se me
muere y era, además, la más joven y una de las más cercanas,
porque con ella he compartido desde que la conocí -en aquel
año en el Senado- veinte años de mi vida y, os aseguro, que
era una persona muy especial por muchas cosas, pero, sobre
todo, por su maravilloso carácter que le hizo afrontar las
dificultades tremendas que la vida le puso por delante con
una fuerza y una alegría que impresionaban y, de verdad, que
no exagero; cuantos han conocido a Carmen lo pueden
atestiguar.
Fue senadora por Ceuta cuando tenía 27 años y no era su
primer cargo público; en las elecciones municiaples de 1983,
con sólo 24 años, ya fue concejala en el Ayuntamiento de su
ciudad. Era doce años más joven que yo -que son muchos años-
y, sin embargo aun sabiéndolo, sólo he sido consciente de
tanta diferencia de edad ahora con su muerte. Porque nuestra
relación ha sido tan de iguales que demuestra que la edad no
es lo que separa a las personas, sino otras cosas, que
tienen más que ver con las ideas y los sentimientos; Carmen
y yo, con tantos años de diferencia, nos parecíamos, en la
forma de ser más primaria, mucho.
Había estudiado en la Facultad de Derecho de la Universidad
de Sevilla, cuando yo era profesora y, allí, decía que me
conoció porque le di clase, pero yo no la recuerdo de
entonces; para mí su primera imagen es del 15 de julio de
1986, en que se constituyó el Senado de España, formando
parte de la Mesa de edad, que se constituye para la ocasión,
como la senadora más joven de aquella legislatura; realmente
era una niña, pues a sus pocos años se unía su aspecto
juvenil y moderno; con el paso del tiempo se hizo más
‘institucional’, aunque siempre mantuvo esa idea de
‘modernidad’, que a mí a veces no me gustaba. La diferencia
de edad, al fin, tenía que salir por algún lado, pero es una
cosa tan pequeña, que no llega ni a la categoría de
anécdota.
Ese mismo día se constituía también, como siempre ocurre, el
Congreso de los Diputados y, años más tarde, a Carmen le
gustaba recordar que José Luis Rodríguez Zapatero formó
parte de la Mesa de edad como el diputado más joven; también
después, en la Comisión Ejecutiva Federal de Joaquín
Almunia, ambos coincidieron en ella; Carmen como secretaria
de Movimientos Sociales y Zapatero como secretario
ejecutivo, o vocal, de la misma.
Mís tías, esas tías solteras a las que ya he hecho
referencia, tenían un piso en Madrid que estaba vacío,
porque ya mayores, se habían ido a vivir a Sevilla; me lo
dejaron, pagándoles un módico alquiler que, por supuesto,
compartíamos Carmen y yo; y allí que nos fuimos a vivir las
dos, durante los casi ocho años que estuvimos ambas en el
Senado.
He dicho que nos parecíamos mucho en la forma de ser,
efectivamente, éramos igual de desastre para todo lo que
tiene que ver con lo doméstico, como amas de casa, vaya,
tanto era así que no teníamos nunca de nada en casa, hasta
que venía Paco [Bernal], el marido de Carmen, y nos
socorría; eso ha pasado hasta el final de sus días. Siempre
me decía: “¿No te das cuenta? Ha estado aquí Paco”. Eso
significaba que teníamos comida en la nevera o la casa más
limpia. Éramos el ‘antimodelo’ de mujer: no sabíamos
arreglar ni un enchufe, pero trabajar y divertirnos con
cualquier cosa, sí que sabíamos; también hablar por los
codos y cada una con su tema.
[...]
En esa época conocimos a una amiga que nos durará siempre:
Enriqueta Chicano, entonces directora general de Relaciones
con el Senado, dependiente del Ministerio de la Presidencia,
hoy letrada del Tribunal de Cuentas y durante diez años,
presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas,
organización de mujeres, a la que nuestra amiga Quetina le
ha dedicado los mejores años de su vida, para conseguir la
igualdad de las mujeres, que tanto está costando alcanzar.
Con motivo de su retiro de la Presidencia de la Federación
-de la que sigue siendo presidenta de honor- un grupo de
personas, hombres y mujeres, dedicamos a Quetina un libro de
homenaje en el que Carmen ya no pudo participar
directamente. [...] Mi artículo se llama ‘Las mujeres de mi
generación’. [...] Está escrito para Quetina, pero sirve
igual para Carmen, por eso las he querido unir aquí; no era
de nuestra generación por edad, pero por todo lo demás como
si lo fuese; hemos compartido la tres, con mivdas diferetnes,
tantas cosas que nos han hecho ser amigas siempre. Cuando
escribo de Carmen me acuerdo de Quetina, y cuando lo hago de
ésta, recuerdo a la otra; hoy las dos, que nos hemos quedado
solas, nos acordaremos siempre de Carmen.
He dicho que estuvimos dos legislaturas en el Senado, la
tercera (1986-1989) y la cuarta (1989-1993); en las
elecciones generales fuimos candidatas al Congreso de los
Diputados por Sevilla y Ceuta, respectivamente, pero ella no
salió elegida; desde aquel año empezaron los problemas
políticos del PSOE en Ceuta, que Carmen nos contaba con
reiteración y éste perdió su hegemonía a favor del PP, que
aún no ha recuperado..
Estuvo algunos meses de nevo de abogada en su ciudad y, poco
más tarde, Juan Alberto Belloch, nombrado ministro de
Justicia, la hizo asesora ejecutiva de su ministerio. [...]
De esa época viene su amistad con Margarita Robles, al
principio subsecretaria del Ministerio de Justicia -en el
que también estaba Teresa Fernández de la Vega-, amistad que
Marga y yo hemos conservado hasta el final de su vida; ella
se encargaba, cada cierto tiempo, de llamarnos y quedar para
vernos, siempre que lo hacía estábamos dispuestas a estar
juntas y a hablar, sobre todo de política.
[...]
En esos años vienieron los problemas graves para Carmen;
tenía dos hijas -había sido madre muy joven, creo que con 18
años-, y la segunda, Cristina, que estaba en Ceuta en el
colegio con su padre, se sintió mal y le diagnosticaron un
tumor cerebral -a los 10 años- del que no salió. Fue
tremendo: murió con 11 años. No soy capaz de comentar este
acontecimiento, sólo diré que su dureza contrastó con la
fortaleza con la que Carmen y Paco -e Izaskun, su otra hija-
hicieron frente a la tragedia.
Cuando la niña estaba enferma, Belloch nombró a Carmen
delegada del Gobierno en Ceuta; era 1994; tuvo también
asuntos muy difíciles que resolver en la delegación, pues
irrumpió con fuerza el problema de la inmigración
subsahariana, teniendo que hacer frente a una revuelta de
inmigrantes, en octubre de 1995, donde resultó herido de
gravedad un policía nacional.
[...]
En 1997, en el congreso en el que dimitió Felipe González
como secretario general del PSOE, Carmen intervino en nombre
de la delegación de Ceuta, con unas palabras que a todos nos
emocionaron por lo bien dichas que estaban y en un momento
muy difícil de la historia del partido; ya la conocía y
mucho -era miembro del Comité Federal del PSOE desde hacía
tiempo, pero después de aquella intervención se fijaron más
en ella, sobre todo Cipriá Ciscar, que era el secretario de
Organización; y Carmen entró a formar parte de la Comisión
Ejecutiva Federal del PSOE como secretaria de Movimientos
Sociales, siendo ya secretario general, Joaquín Almunia.
En esos años también compartíamos piso, el que me había
comprado en Madrid cuando fui diputada en 1996; fuimos
juntas a la calusura del congreso; cuando nos vieron llegar
los periodistas se lanzaron sobre mí, creyendo que yo era la
elegida para formar parte de la Ejecutiva y ella se reía,
diciéndoles: “Que no es ésta, que soy yo”.
Mientras llevó esta difícil y compleja responsabilidad,
volvimos a estar juntas en Madrid compartiendo problemas y
alegrías, hasta ser elegida eurodiputada en 1999 -’cómo
disfrutó en esa campaña dando mítines por todos los pueblos
de España!-, antes había también formado parte del Consejo
de Europa, donde causaba grata impresión por ser mujer,
joven y de Ceuta, amén de por su inteligencia y carácter.
Paco y ella se compraron un piso en mi mismo edificio y,
desde que dejé de ser diputada, he usado el suyo cuando lo
he necesitado, que han sido casi todas las semanas de estos
últimos años de su vida. Paco, su marido, dice que he
dormido con Carmen más noches que él.
[...]
En agosto de 2002, estando yo en los toros en Almería con
mis amigos [...] me llamó Paco para decirme que Carmen tenía
un tumor cerebral: el golpe fue tremendo; la operaron en
Cádiz en septiembre; antes fuimos Enriqueta Chicano y yo a
verla a Roche, donde siempre ha veraneado y nos dijo en un
momento, riéndose de nosotras: “Estáis tontas, parece que
las que tenéis el tumor sois vosotras”. Así fue siempre, sin
querer preocupar a nadie.
Después de la operación se fue a Madrid, y allí empezó el
calvario del tratamiento, la quimioterapia y todas esas
cosas terribles; pues bien, antes del año, estaba de nuevo
yendo a Bruselas o a Estrasburgo, con su peluca o un pañuelo
en la cabeza, desde Ceuta todas las semanas, y recalco lo de
Ceuta porque viajar desde allí es mucho más largo y
complicado que desde otro lugar de España. Siempre le día
que viajaba “por tierra, mar y aire”. Le dieron un premio en
su ciudad natal y el día de la entrega, delante de todos, se
quitó la peluca y se quedó con su cabeza rapada, porque ella
pensaba que no tenía por qué ocultar nada a nadie.
[...]
La nombraron presidenta de la Sociedad Estatal de Acción
Cultural de España en el Exterior (SEACEX), y se sintió
encantada con su nueva responsabilidad; se pasaba la vida
viajando: China, Filipinas, Japón, París, Nueva York, Santo
Domingo... por medio mundo, acompañando a los Reyes, con
Leire Pajín, con Pedro Almodóvar y Penélope Cruz o sin nadie
importante, pero disfrutando tan tranquila de su nueva vida.
Había perdido memoria y lo arreglaba llevando las cosas
apuntadas en su agenda; pero no había perdido ni un ápice
sus ganas de vivir; hasta que un día, en los primeros meses
de 2007, me dijo que había vuelto de un viaje, creo que de
Santo Domingo, con unos terribles dolores de cabeza... Nos
echamos a temblar, pero pensamos que al igual que cinco años
antes, otra vez más podría con este nuevo y espantoso tumor;
más tarde cuando la volvieron a operar, supimos que no era
así. Ella nunca perdió la esperanza ni la sonrisa; no
lloraba ni se quejaba, sólo lo hacía de la cortisona que le
hinchaba su preciosa cara.
Su hija mayor, Izaskun, se parece a ella y a mi hija Clara
-que no se parece a mí-, tenía una fotografía en mi piso de
Madrid de mi hija y siempre que la veía Carmen me decía:
“Parece Izaskun”.
Podría decir más cosas, lo aseguro, serían buenas; su
entierro en Ceuta, el 2 de agosto de 2007, fue impresionante
y eso que era una mala fecha por las vacaciones. Un
periódico local decía: ‘Muere Carmen Cerdeira, el mayor
personaje político que dio Ceuta’. Tenía sólo 48 años.
En octubre de 2007, la Ejecutiva Federal del PSOE organizó,
en la sede del partido, en la calle Ferraz de Madrid, un
precioso homenaje en el que intervinimos: Elena Valenciano,
compañera suya en el Parlamento Europeo; Leire Pajín,
secretaria de Estado de Cooperación y sucesora suya en la
Secretaría de la Comisión Ejecutiva Federal; Paca Sauquillo,
su amiga y compañera de tantas cosas; Pepe Blanco, y yo.
Sólo añadiré lo que decía su esquela mortuoria: ‘Carmen
Cerdeira Morterero, militante socialista’.
Se me ocurre terminar este recuerdo pidiéndole prestado a
Miguel Hernández ese verso que dice: ‘Yo quiero ser llorando
el hortelano/ de la tierra que ocupas y estercolas /
compañera del alma tan temprano’.
Te querremos siempre, enana.
*Consejera de Estado
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