Continuando con la columna
anterior, se aplicaría el concepto de “takfir”: 9) Contra
aquellos que piensen puedan estar exentos de las normas
vinculantes de la “Sharia” (ley islámica). Esta idea es
aplicada, profusamente, contra todos los intentos de reforma
“occidentalizantes” en países musulmanes, particularmente en
el campo legislativo, intentando su descrédito y bloqueo;
10) Finalmente, “takfir” para aquellos musulmanes que
desprecien la religión de Allah/Dios, no la estudien ni se
comporten conforme a sus reglas. Como conclusión y en
definitiva, para los seguidores del “takfir” según vemos es
fácil encontrar “pruebas” que les permitan anatemizar al
conjunto de la comunidad musulmana; por lo demás, en su
comportamiento social practican la “taqiyya” (disimulo) y
empujan a sus adeptos a ejecutar a los infieles allí donde
se encuentren (tanto civiles como militares, occidentales o
musulmanes, viejos, mujeres o niños), prometiendo a los
asesinos que su “martirio” les abrirá las puertas del
Paraíso.
Históricamente y dejando a un lado el “Khariyismo” medieval,
el primer grupo “Takfir wal Hijra” (Anatema y Exilio) fue
fundado en El Cairo en la década de los setenta, como una
derivación sectaria basada ideológicamente en el desarrollo
aun más radical de la doctrina y organización de los
“Hermanos Musulmanes”, así como del pensamiento extremista
de Hassan El Banna. De tendencia salafista-yihadista,
propuso la creación de un califato mundial y aplicó con
manga ancha el concepto de “takfir”, practicando hasta
extremos insospechados la “taqiyya” (disimulo); desde Egipto
se extendió rápidamente por países de Oriente Medio y el
Maghreb, engrosando en diciembre de 2002 la lista de grupos
terroristas aprobada por la Unión Europea (UE). Sus
planteamientos habrían alimentado los atentados del 16-M
(2003) en Casablanca y el 11-M (2004) en Madrid. El segundo
de Al-Qaïda, Al-Zawahri, es un reconocido adepto del “takfir”.
En Marruecos la ideología “takfir” inspira el pensamiento de
la “Salafiya Yihadia” (Salafismo Combatiente), denominación
global que agruparía a una nebulosa de grupos terroristas
procedentes de escuelas teológicas diferentes, destacando
tanto “Asserate Al-Moustakine” (El Camino Recto), quien en
2002 y hasta ser desmantelado por los servicios de seguridad
perpetró más de veinte asesinatos sectarios, como el “Grupo
Islámico Combatiente Marroquí” (GICM). A finales de
septiembre de este año y tras el último atentado en Damasco,
las autoridades sirias acusaron del mismo a una organización
sunní “takfir”, considerada filial del “holding” terrorista
de Al-Qaïda.
La comunidad musulmana es pues la primera víctima,
cuantitativamente, del terrorismo islamista, afecto en mayor
o menor grado a la ideología “takfir”; como se está
demostrando, en sus atentados no se detiene en absoluto ante
la matanza de mujeres y niños de confesión musulmana, a los
que previamente se anatemiza. Igualmente no da marcha atrás
en el planteamiento de objetivos contra objetivos
occidentales, aun sabiendo que en los mismos puede haber un
número indeterminado de víctimas musulmanas; así ocurrió en
Nueva York, Casablanca (Casa de España) y Madrid. El
objetivo que se persigue es triple: autoafirmación del
grupo, “limpieza” religiosa en las filas de sus oponentes y
control de la comunidad islámica por medio del terror.
|