A raíz de nuestra llamada “Guerra
Civil”, el Magisterio fue objeto de una represión tremenda.
En los archivos se encuentran muchos expedientes de
depuración del profesorado, que se instruyeron en España a
partir del año 1936. En uno de ellos, fechado en 1937, el
comandante de un puesto de la Guardia Civil, acusa al
maestro de “no usar o desconocer la moralidad y de ser ateo
y haber envenenado a las masas con las doctrinas marxistas”.
Al llegar a la escuela, los maestros experimentaban dos
sensaciones: la primera era que lo que les habían enseñado
en la carrera no les servían para nada; y la segunda, que se
iba amortiguando, era que a través de la escuela, podían
cambiar el mundo, relatos entrañables de maestros
convencidos de que las letras era la mejor herramienta para
salir de la ignorancia.
En España, a juzgar por el furor que sigue desatando la
Guerra Civil, que desgarró el país hace algo más de setenta
años, da la impresión de que la historia se emplea a menudo
como un percutor de resentimiento. El Gobierno actual ha
propiciado una ley de la Memoria Histórica para repasar el,
a su juicio, olvido de las víctimas de la guerra y del
franquismo; y un conocido juez acaba de dictar una
providencia para censar a quienes, en número desconocido,
permanecen en fosas comunes, es decir, abrir una de las
páginas más doloras de la Historia de España, y considerando
“papel mojado”, la Ley de Amnistía de 1.977.
Para el historiador Juan Pablo Fusi, “la historia está
siempre abierta a interpretaciones. Hay, además, hechos
históricos –y la Guerra Civil española es uno de ellos- que
por su significación, dejan huellas indelebles en la memoria
colectiva y provocan interés y fascinación continuados. Con
todo, es claro que los consensos historiográficos son
posibles, incluso sobre temas moralmente controvertidos…”
El también historiador, Fernando García de Cortázar,
sostiene que “los nacionalismos utilizan la historia como
depósito de agravios con que alimentan la pasión separadora.
Todos los nacionalismos se fabricaban su propio enemigo
exterior… Para los nacionalistas, lo importante es conseguir
la implicación afectiva de los individuos en un pasado
reinterpretando…”
Para el historiador norteamericano Stanley G. Payne, autor
de libros como la “Revolución española” y Franco y José
Antonio: el extraño caso del fascismo español”, el estudio y
entendimiento historiográficos, requieren buena fe y un
esfuerzo para conseguir la objetividad. Si es asunto de
polémica partidista, poco se logrará…”.
Con la apertura de esta página, me he referido a la gran
represión que sufrió el Magisterio-maestros y profesores
llenaron los archivos de una gran depuración- como
consecuencia de que no aceptaron la imposición de la “nueva
doctrina”. Entre esos maestros se encontraba D. Dióscoro
Galindo, nacido en Ciguñuela (Valladolid), un hombre
comprometido con la reforma educativa de la República, que
batalló por la formación de ciudadanos libres, que fue
fusilado y se convirtió en un símbolo más de los maestros
represaliados. En suma un republicano humanista y
librepensador.
La noche del 19 de Agosto de 1936, dos días después de
comenzar la Guerra Civil, el bando fascista de la localidad
granadina de Pulianas, fusiló, junto a un olivo de la
carretera de Viznar a Alcafar, al poeta García Lorca, a los
banderilleros Galadí y Cabezas y al maestro Dióscoro
Galindo, que cometieron el delito de opinar en contra de las
ideas del bando contrario.
D. Dióscoro, con corta edad, se trasladó a Madrid, donde
tuvo un accidente, siendo atropellado por un tranvía y
perdiendo la pierna izquierda. Iba para veterinario, pero se
inclinó por el Magisterio, pasando por varias localidades
hasta llegar a Pulianas, donde, todavía, algún alumno le
recuerda así: “Era un maestro muy exigente, sobre todo con
la puntualidad; no escatimaba un tirón de patillas, cuando
uno se portaba mal; si un alumno llegaba triste a la
escuela, el maestro iba a su casa para intentar solucionar
el problema. No era extraño que las familias lo apreciaran
mucho, aunque algunos padres conservadores veían con malos
ojos que impartiera educación laica y negara la existencia
de Dios… pero quería mucho a sus alumnos”.
Los incidentes, en aquellos momentos de tensión se sucedían,
teniendo el maestro serios enfrentamientos con las
autoridades locales. Llegaron las elecciones del 16 de
Febrero de 1.936; representó en la mesa electoral al Frente
Popular para “impedir cacicadas”. Su afán por garantizar la
trasparencia democrática vio como resultado el triunfo del
partido que defendía. Fue muy vitoreado, soliviantando a los
falangistas, que no dudaron en acabar con él, junto a tres
personas tan dispares, que recibieron el tiro de gracia en
el mismo lugar y a la misma hora (del libro “Los paseados
con Lorca”, de Francisco Vigueras, periodista).
En su pueblo, nadie se acuerda de él. Sólo dos concejales de
los siete que forman el Ayuntamiento de Ciguñuela, han
llevado a Pleno un asunto que levantó polvareda, pidiendo la
celebración de un homenaje, 131 años después de su
nacimiento, con la asistencia de su nieta, Nieves Galindo.
Los promotores solicitaban que la Casa del Maestro pasara a
llamarse “del Maestro Dióscoro Galindo”. El debate del Pleno
fue muy tenso. El regidor de la Villa, se negó, afirmando,
porque el acto no sería institucional, ya que el 80% de la
gente no lo quiere”.
Lamentable situación. Aparece de nuevo el odio entre
españoles. La división. Algo que parecía olvidado, recobra
actualidad, teniendo, en este caso, como protagonista al
pueblo el pueblo donde nació D. Dióscoro. Se echa sal en las
heridas que no estaban cerradas.
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