Estaba recorriendo la antigua N-II
con mi moto, no se por qué algunos dicen “amoto”, camino de
una cita inevitable cuando me detienen dos policías para
pedirme la documentación, delante mía está detenido otro
motorista, por las trazas es árabe, que está soltando
denuestos en su idioma delante de otros dos policías.
Todos mis papeles en regla y al preguntarles el por qué de
pararme me dicen que es por rutina y esa rutina les ha
permitido parar a un “sin papeles” que conducía el
ciclomotor que está tumbado en la calzada.
En esos momentos me viene al cerebro la canción de Manu Chao
sobre el tema. Para dejar la vida entre Ceuta y Gibraltar,
como si una raya en el mar fuera, muchos inmigrantes dejan
sus pueblos atrás y los que sobreviven lo hacen como
fantasmas en la ciudad a la que llega donde no pararán de
correr porque no lleva papel.
Obviamente no estoy contra la inmigración, ni tampoco
mantengo rencor u odio contra quienes buscan la vida en
nuestro país, pero sin embargo tenemos que entender muchas
cosas. Sobre todo tienen que entenderlo los inmigrantes que
vienen aquí y algunos ciudadanos de este país, que al
parecer, a veces, meten sin querer cizaña alrededor.
No podemos consentir que España, y con ella sus Comunidades
y Ciudades Autónomas, vea diluida su identidad nacional y su
soberanía porque queramos convertirla en una comunidad
intercultural.
Como españoles tenemos nuestra propia cultura, nuestra
propia sociedad, nuestras propias lenguas y nuestro propio
modo de vivir significativos de las distintas Comunidades y
Ciudades Autónomas.
Nuestra cultura ha sido desarrollada en más de quinientos
siglos de esfuerzos y luchas por millones de hombres y
mujeres que buscaron la identidad de éste país. Hablamos
principalmente español y todas las lenguas cooficiales, no
hablamos en árabe ni en chino ni en otro idioma extraño. Por
tanto si los inmigrantes desean formar parte de nuestra
sociedad, de nuestro país, deben aprender forzosamente
nuestras lenguas.
Si la mayor parte de los ciudadanos españoles creemos en
Dios, por ello debemos ser conscientes de que los hombre y
mujeres que hicieron España la hicieron sobre principios
cristianos, los inmigrantes de otras religiones no pueden ni
deben ofenderse por ello y si se ofenden que consideren otra
parte del mundo como su nueva casa porque Dios es parte de
nuestra cultura y religión.
Podemos aceptar sus creencias religiosas sobre las que no
haremos preguntas, pero damos por hecho que los inmigrantes
de otras religiones aceptan las nuestras con los que podamos
vivir en paz y armonía.
Si la Cruz ofende a algún inmigrante, éste debería
considerar seriamente largarse a otra parte del mundo o a su
propio país ya que nosotros los ciudadanos españoles somos
felices con lo que tenemos entre religión y cultura y no
deseamos de ningún modo cambiarla.
Verdaderamente, no me preocupa qué hicieron los inmigrantes
en su país por las cosas que suceden en el mismo y por ello
les pido a todos los inmigrantes, que cueste lo que les
cueste, practiquen su cultura pero no fuercen a otros a
hacerlo.
Los inmigrantes saben que este es nuestro país, nuestra
tierra, nuestro modo de vivir y que los españoles les damos
la oportunidad de disfrutar de todo ello. Por eso, si los
inmigrantes empiezan a quejarse, a lloriquear, a no aceptar
nuestra bandera, nuestras creencias, nuestras formas de
vivir, tienen una inmensa oportunidad de hacer uso de la
libertad que gozamos aquí para utilizar el derecho de
marcharse definitivamente.
Si no quieren ser ciudadanos de éste país, al que vinieron
sin que nadie les obligara, a pesar de que les abrimos las
puertas y les acogimos sin pedirles nada a cambio… vuélvanse
a su país, dado que no son felices aquí.
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