La guerra entre los países
musulmanes moderados e, incluso, la interpretación oficial
del wahabismo saudí, contra la deriva del terrorismo
islamista va camino de ser a tumba abierta. Lo anunciaba
hace días sin ambages en su portada “L’Observateur du Maroc”,
un semanario de reciente creación editado en Casablanca y
dirigido por Ahmed Charai: “La guerra de religión está
lanzada”, refiriéndose a la profunda reforma del campo
religioso lanzada una vez más, paso a paso, por Mohamed VI.
En Arabia Saudí era el ministro de Interior, príncipe Nayef
ben Abdelaziz, quien acaba de informar que al menos 991
islamistas radicales serán juzgados próximamente, acusados
de actos terroristas en el país natal de los Saud.
En Salé volvían a ser presentados este lunes ante la Corte
de Apelación los miembros de la célula “Fath Al Andalus”,
acusados además de los delitos de costumbre por “atentar
contra los valores sagrados”, matiz que debería hacer
reflexionar a más de uno. A la vez y también en Salé era
llevado ante el juez de instrucción un peligroso terrorista,
Hassan El Haski (también apodado “jeque Hassan” y “Abou
Hamza”), cofundador del “Grupo Islámico Combatiente
Marroquí” (GICM) e implicado en los atentados del 16 de mayo
de 2003 en Casablanca y del 11 de marzo de 2004 en Madrid;
condenado a catorce años de prisión en España, había sido
trasferido temporalmente a Marruecos en septiembre para un
nuevo juicio. El Haski veló sus armas en Afganistán,
viviendo también en Damasco (1995) y París (2004), siendo
arrestado el 17 de diciembre de 2004 en Canarias (donde se
había trasladado en abril) por la policía española, tras ser
alertada por los servicios franceses. La cosmovisión del
Haski y los suyos es reveladora, pues su odio a Europa y los
Estados Unidos es parejo al que siente hacia nuestros amigos
y aliados, en primer lugar Marruecos con su rey y los suyos
a la cabeza: para los terroristas de la nebulosa “Al Qaïda”
y empleando su terminología, “Los hijos de Occidente en el
Maghreb”.
En esta lucha confusa, larga y dolorosa contra el terrorismo
nuestro más firme y próximo aliado es nuestro vecino del
sur: Marruecos y la Casa Real. Mohamed VI está empeñado,
superando numerosas dificultades, por modernizar el país
peleando, a brazo partido, contra el oscurantismo religioso
y el terror. Bajo su mandato el Reino de Marruecos seguirá
siendo, obviamente, un país de innegable referencia
islámica… pero en ningún caso “islamista”. Por ello,
erosionar o torpedear los notorios esfuerzos y la imagen del
Rey de Marruecos, en tanto que Amir Al Moumenim, entre la
emigración de origen marroquí asentada en España o, incluso,
la ciudadanía española de confesión musulmana en Ceuta, es
no solo injusto sino torpe pues, a corto plazo, supone
arrojar piedras contra el propio tejado. España, el vecino
del norte, es un aliado importante de Marruecos en su lucha
contra el islamismo extremista, antesala del terror; y
Marruecos es, para España, un vital aliado para controlar
las redes islamistas radicales que no dejan de tejer, en
Ceuta mismo y ante la estúpida autocomplacencia de ciertas
autoridades, una espesa tela de araña. Con los tiempos
marcados. Vamos, una infiltración de manual de los años
cincuenta. “¿Cómo es esto posible”?, me dirán. Les contesto
con una pregunta: ¿quién, próximo a las autoridades primero
centrales y ahora de la Ciudad, estari’a haciendo de Caballo
de Troya…?.
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