De Madrid llegó Salvador de la
Encina, hace un año, con las órdenes precisas y las
ideas muy claras: cerrar a cal y canto la sede de Daoíz y
decirle a los militantes que ya se les llamaría a su debido
tiempo.
Venía el diputado por Cádiz revestido con la autoridad de
quien había conseguido sacar del abismo al partido
socialista de Algeciras, y contaba con toda la confianza del
manda de Ferraz: José Blanco.
Del diputado por Cádiz escribí entonces que era persona de
gran formación profesional a quien le habían encomendado una
tarea harta compleja. Una tarea etiquetada como caso perdido
o misión imposible, en la cual De la Encina tenía poco que
perder y mucho que ganar si se obraba el milagro de refundar
el partido con cierto éxito.
El tiempo transcurrido le ha servido al presidente de la
comisión delegada de la ejecutiva federal socialista, junto
a otros compañeros, para saber a qué atenerse en Ceuta.
Sobre todo después de mantenérselas tiesas con quienes no
estaban de acuerdo con medida tan radical y que llegaron a
poner el grito en el cielo y en los juzgados.
Superadas esas trabas, y despejado el camino que le impedía
ir preparando la senda para transformar radicalmente el
socialismo ceutí, De la Encina está viendo ya la luz al
final del túnel y confía en que, a pesar de las muchas
dificultades que aún entraña su labor, no se haga más túnel.
Pues sabe bien nuestro hombre que la papeleta que tiene por
delante sigue siendo muy complicada. Por más que en sus
declaraciones salgan siempre a relucir los buenos resultados
que los socialistas obtuvieron en las pasadas elecciones
generales, en una lista encabezada por José Antonio
Carracao. Porque no creo que De la Encina se haya
olvidado de la ayuda prestada, en aquellas elecciones, por
Mohamed Alí.
El presidente de la comisión delegada de la ejecutiva
federal socialista, que es persona muy curtida en
situaciones políticas muy enrevesadas, está convencido de
que nunca será peor la marcha del partido, tras su
refundación, que antes de que Madrid tomara la drástica
decisión de hacer borrón y cuenta nueva. Y, desde luego,
está seguro que con esa mejora él volverá a verse muy
reconocido por los gerifaltes madrileños. Tal y como sucedió
cuando actuó de la misma manera en el campo de Gibraltar. Y
De la Encina sigue aspirando, sin duda, a ocupar un cargo
importante. Ya se habló de él como seguro director general
de la Guardia Civil.
Aunque esas mejoras del partido socialista -en Ceuta- no
darán como para que se vean reflejadas en las urnas de forma
destacada. Ya que los ceutíes continuarán votando mucho al
PP en las generales y lo harán mayoritariamente en las
autonómicas.
Lo cual tampoco debe preocuparle en absoluto a Salvador de
la Encina. Puesto que él tiene asumido que en esta ciudad,
mientras gobierne Juan Vivas, las relaciones con los
socialistas serán siempre inmejorables. Máxime si en la
plaza de los Reyes está una persona del buen talante del
actual delegado del Gobierno. Así, ninguna extrañeza me
puede causar que quienes quieran afiliarse al PSOE de Ceuta,
en su momento, hayan de pasar pruebas de fe en el partido.
Es decir, quieren pocos militantes pero selectos.
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