La popularidad es efímera, dura un
par de segundos y a la misma velocidad se marcha. La
popularidad no es eterna, como algunos llegan a creerse. El
que ayer era el no va más, hoy ya se ha convertido en un don
nadie. El personal se cansa de ver siempre las mismas caras
y haciendo lo mismo, para que nada cambie, para que todo
siga igual.
Creer que la popularidad, en el caso de tenerla, que eso
había que discutirlo, le va durar siempre, es uno de los más
grandes errores que se pueden cometer.
Es el mismo error que creerse que uno es popular, porque se
lo dicen los cuatro pelotas y lameculos que le están
rodeando constantemente diciéndole, a cada paso, eres le
mejor, un auténtico crac, un monstruo de sabiduría y no sé
cuantas cosas más les dicen estos pelotas y lameculos, que
conforman todos los estómagos agradecidos de las migajas que
les han dado, sin más mérito que su propia inutilidad.
Para saber, si es cierto de que uno es popular y le cae al
personal una jartá de bien, hay que hacer oídos sordos a
esos pelotas y lameculos, salir a la calle, pasearse por
ella y saber lo que el personal piensa de uno.
Igual, de esa manera, saliendo a la calle para saber lo que
en realidad piensan de uno, más de uno de esos personajillos
se llevarían una sorpresa al enterarse de la cruda realidad,
muy diferente, por cierto, a las que les dicen los pelotas y
lameculos.
Ahí, en la calle, consultando al personal, se sabe, de forma
cierta, si es verdad que uno es o no es popular, si el
personal está contigo o pasa olímpicamente de ti.
Por supuesto que los personajillos de medio pelo, esos que
se creen el ombligo del mundo y que son el lo no va más,
encerrados en sus mundos, escuchando sólo los cantos de
sirenas de los pelotas y lameculos, no saldrán, jamás, a la
calle, para saber la realidad de lo que el pueblo piensa de
ellos.
Y no saldrán a la calle, a preguntar al pueblo llano lo que
piensan de ellos por que en el fondo saben, a ciencia
cierta, cual va a ser la repuesta del pueblo, todo lo
contrario de los que les dicen aquellos que les rodean y que
forman parte del mundo de lo que a ellos les gusta escuchar.
Llevados en volandas por su coro de cantores de sus
maravillosas y únicas cualidades que le convierten en el más
popular entre los populares, se niegan a escuchar la voz del
pueblo, que les hará despertar del letargo y del círculo en
el que viven, para devolverlos a la realidad.
Y estos personajillos de medio pelo, que viven sólo
pendientes de lo que diga el círculo que les rodea, cantando
sus enormes cualidades para ocupar los puestos que ocupan en
la vida, nunca se atreverán a enfrentarse al veredicto del
pueblo impidiendo, de esa forma, que sea el pueblo el juez
que dictamine sus verdaderos valores ante el temor, no
infundado, de que ese veredicto les diga las verdades del
barquero y les lleve a la realidad, mostrándole que sólo son
populares ante los ojos de los pelotas y lameculos que los
rodean cantando sus grandes virtudes.
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