Siempre que han querido acceder a
mi para una entrevista de Diwali, he advertido de que solo
hablaría de mis vivencias familiares por la gran persona que
era mi padre, el nos integró como hizo el en vida en por y
para España, y cuando era Diwali nos llevaba a comer a los
famosos Casa Fernando, Bar Niza, Los Pulpos, o San Marco y
esas meriendas de bandejas de pasteles de la Campana y el
Vicentino. Mi padre siempre nos recordaba en esas fechas
entrañables eso de comer lo que queráis, no me pidáis una
moto ni un yate, pero eso de la comida yo lo he vivido y he
visto en Pakistán y en la India el hambre y la necesidad, mi
padre me dio licencia para matar con un dedo de butifarra o
peineta a todo aquel que me dijera que era rico en la India,
antes de venir aquí, el vivió en sus carnes la independencia
de la India con Pakistán, el éxodo masivo de un lado para
otro que sale en la película Gandhi, nos sobrecogió cuando
mi padre se acercó al televisor y nos dijo, hijos míos, yo
iba en esa caravana, todo lo que sale ahí es cierto. Yo no
entiendo de festividad del punto de vista religioso, a veces
tengo que llamar por teléfono a alguien para saber en que
año estamos. Este año coincidiendo con la visita de Sus
Majestades LOS REYES DE ESPAÑA, también he culminado mi
asignatura pendiente con mis lazos hindues, el habernos
casado por el ritual hindú Gema y yo.
A veces da la sensación que vivimos al borde del límite.
Como esas hojas de otoño que ya no resisten más y se van con
el aire. Quién no ha oído decir alguna vez que nos movemos
al límite del infarto. Quizás también fenezcamos un poco
cada día a las órdenes de las prisiones. Se ha viciado el
tacto de lo cristalino, el gusto por la pureza, el olor a
naturaleza viva. Hasta el aire tampoco es el aire que nos
refresca la mirada. Lo que se lleva ahora es lo distante y
el guardar distancias entre unos y otros. La verdad es que
de tanto tensar los límites puede que algún día el mundo se
nos explote entre las manos y seamos historia pasada. Esto
viene a cuento de lo que recientemente dijo el Secretario
General de la ONU, Ban Ki-moon, al mostrar su deseo de que
la Unión Europea continuase liderando la lucha contra esta
frialdad contaminante, el cambio climático a través de su
ambicioso paquete de política energética y ambiental. Puede
que lo hiciese pensando en que la crisis financiera podía
afectarle, y no debe, porque esto de vivir al límite como
ahora se vive es un riesgo que hay que atajar. Es otra
crisis más y de tanta importancia como la económica. Si hay
alguien que debe dar ejemplo son las naciones en desarrollo.
Los países industrializados, por conciencia crítica, han de
comprometerse, ya no sólo con las tecnologías limpias,
también con el corazón limpio.
Desde luego, hace falta estimular el cambio social hacia la
sostenibilidad pero, igualmente, es de justicia avivar el
cambio humano hacia el acercamiento de unos para con otros.
Son problemas sociales y globales. A todos nos atañe y
repercute. Hay que poner por modelo las buenas prácticas
humanas y el compromiso de las empresas en la elaboración de
proyectos que incidan en la reducción de emisiones de gases
de efecto invernadero, sin obviar esos otros gases humanos
tan repelentes como los anteriores, ya que algunos se han
tragado las rimas de Bécquer. Hemos perdido tantos amores y
se han ganado tantos odios, que la depresión nos alcanza por
doquier. En nuestro país tenemos el Sistema de Compromisos
Voluntarios de Reducción de emisiones, una iniciativa
conjunta del Observatorio de la Sostenibilidad en España
(OSE) y del Ministerio de Medio Ambiente, con el objetivo de
incentivar las reducciones voluntarias de gases del efecto
invernadero por parte del sector privado en aquellas
actividades no sujetas al régimen de comercio de derechos de
emisión según se dispone en la normativa por la que se
regula el régimen del comercio de derechos de emisión. Me
parece una buena idea que las empresas o entidades que se
adhieran al sistema consigan una mejora de la imagen
corporativa a través de diversos logotipos y publicidades.
Pero también sería saludable para el hábitat que volviese a
sonreír el cielo de la tarde porque unos ojos le han
versado.
El que la Comisión Europea haya dado a conocer diversas
iniciativas dirigidas a preservar los bosques del mundo es
otra buena noticia, teniendo presente que la misma vida es
un árbol que asciende hacia la luz pura. Lloran nuestros
bosques porque la tala ilegal y la deforestación prosiguen
su camino. La biodiversidad empieza a ser en algunos sitios
un vacío desolador. Los datos son los que son. La realidad
es que los follajes están desapareciendo actualmente a un
ritmo aproximado de trece millones de hectáreas por año. En
consecuencia, lo que propone la citada Comisión me parece lo
más justo, un reglamento dirigido a reducir al mínimo el
riesgo de comercialización en Europa de madera y productos
de la madera obtenidos ilegalmente. El reglamento propuesto
obligará a los comerciantes a conseguir garantías
suficientes de que la madera y los productos de la madera
que venden se han obtenido con arreglo a las leyes
aplicables en el país de origen. Los últimos antecedentes
nos indican que la deforestación es responsable de casi el
veinte por ciento de las emisiones mundiales de gases de
efecto invernadero y se ha convertido en una cuestión
fundamental en las negociaciones internacionales en curso
sobre un nuevo acuerdo de la ONU respecto al cambio
climático para después de 2012.
En cualquier caso, pienso que la ofensiva contra el cambio
climático no ha hecho más que empezar. Debiéramos considerar
tomar medidas mucho más estrictas, que han de suponer
cambios en modos y maneras de vivir, puesto que las
emisiones de gases están profundamente ligadas a nuestro
modelo de producir y consumir, tanto es así que no solemos
ser conscientes de la multitud de actos cotidianos asociados
a emisiones de gases de efecto invernadero que sembramos a
diario nosotros mismos. La contaminación atmosférica hace
irrespirable algunos lugares, lo que representa un riesgo
ambiental con consecuencias perjudiciales para la salud. Lo
sensato es que todos los gobiernos fomenten una mayor
penetración de las energías renovables, incentiven una
adecuada gestión de los residuos, establezcan políticas
forestales o se aviven ciudades limpias. Esto sólo se puede
conseguir con una población concienciada para ello, algo que
por cierto hasta época reciente se ha ignorado en los planes
educativos y no se ha tomado en serio.
Por esto, es necesario proponer una mirada sobre el medio
ambiente con efectos educadores y educativos, que nos haga
ver la dimensión globalizada del planeta como la casa de
toda la familia humana, y por otro lado tomar conciencia de
lo vital que es un uso justo de los recursos por parte de
todos. El eslogan de “usar y tirar” todavía prevalece en el
pensamiento de muchas gentes, sobre todo de esa parte del
mundo industrializado. Cambiar las costumbres no es fácil,
por ejemplo la de hacer uso de las cosas necesarias. Para
destruir las malas prácticas -como dijo Ganivet- la ley es
mucho menos útil que los esfuerzos individuales. Nosotros
mismos somos nuestro peor enemigo. Somos el límite del
límite. Nada puede destruir a la Humanidad, excepto la
Humanidad misma. Lejos están las inmarchitas horas
matinales, dijo el poeta y le desterraron por improductivo
en una sociedad de consumo.
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