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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 22 DE OCTUBRE DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

Célula Belliraj: la punta del iceberg
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Iniciado en Salé el pasado 16 de octubre el “Proceso Belliraj” (sugiero al lector retomar las columnas del mes de febrero), en el que por primera vez el Estado marroquí sienta en el banquillo a seis miembros de la clase política, ha sido pospuesto por el juez Abdelaziz Benchekroun para el próximo 14 de noviembre.

De entrada se observan dos movimientos: por un lado la orfandad mediática en la que se encuentra el presunto cerebro de la red, el rifeño Abdelkader Belliraj, para mí un subalterno; por otro el apoyo organizado a la trama política presuntamente implicada, por cuya inocencia sin esperar al veredicto de la Justicia han apostado conjuntamente y de forma significativa el sector islamista, alegal y parlamentario, marroquí; si justa y razonable es la presunción de inocencia, ¿no es sin embargo igual de imprudente apostar, a priori … tanto por la condena como por la libertad sin condiciones?. Sobre todo cuando parece que el Estado maneja pruebas concluyentes, como cierta reunión durante el verano de 1992 en Tánger que vincularía a Belliraj con varios de los políticos detenidos y en la que se lanzaría el movimiento “Al Akhtiar Al Islami” (La Opción Islamista), que habría dado cobertura a células armadas en diferentes ciudades (Casablanca, Kenitra…) denominadas “Grupo de Acción Especial”. Los defensores alegan que el periódico del grupo (“Al Jisr”) habría condenado el oscuro atentado terrorista del hotel “Atlas Asni” de Marrakech (1994), en el que por cierto fueron asesinados varios turistas españoles. Sin embargo y según fuentes solventes, los servicios de seguridad marroquíes tendrían bien atadas sendas reuniones en marzo de 1994 (Casablanca) y 1996, en las que algunos de los políticos detenidos habrían decidido organizar asaltos para financiar el grupo, así como ordenado el asesinato de ciudadanos de confesión judía.

La red Belliraj y su ramificación belga, lo mismo que la última redada en Cataluña y otros lugares de la geografía española, vuelve a poner sobre el tapete una desagradable realidad empírica: el origen marroquí de un buen número de los “yihadistas” que engrosan las filas del terrorismo islamista. ¿Hay estadísticas sobre este fenómeno…?; si el lector tiene un rato le invito, bolígrafo y bloc en mano, a ir clasificando, por nacionalidad, los detenidos durante los últimos años en el Viejo Continente (salvo el Reino Unido) implicados en redes terroristas de matriz islamista: hay dos países maghrebíes que se llevan la palma. Otro indicio y de calado ha sido el de Mohamed Moumou, marroquí y antiguo combatiente en Afganistán en la década de los noventa; actualmente número dos de Al Qaïda en Irak liderando la filial terrorista “Ayyub Al Masri”, fue abatido el pasado domingo 5 de octubre en Mosul por efectivos norteamericanos. Conocido también por el apodo de Abu Qaswara, había encontrado como tantos otros de su especie refugio en la tolerante y ciega Europa, siendo no obstante fichado desde 1996 por los servicios de información suecos debido a sus actividades subversivas. En todo caso uno menos en la lista. Por cierto, ¿recuerda el lector la conexión con Estocolmo de unos conocidos elementos extremistas, con ramificaciones familiares en Ceuta y cobertura laboral en Castillejos, abordada en esta columna…?. Esta gandaya es como la medieval peste bubónica: se extiende por todos los sitios en un respiro, infecta silenciosamente y luego mata.
 

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