Fue el domingo pasado, yendo hacia
el Murube, cuando alguien que se tiene por amigo de Juan
Vivas, me dijo que otra vez empezaba yo a distinguir al
presidente de la Ciudad, casi todos los días, en este
espacio. Dado que considero buen lector a esa persona, he
revisado las últimas columnas a ver si es verdad que había
en ellas el canto laudatorio que me achacaba. Y no lo he
visto por ningún sitio.
El nombre de la persona que, con su habitual educación y
diplomacia, quiso echarme en cara el buen trato que cree que
le vengo dispensando a Vivas, últimamente, no sale a relucir
porque no me agrada dejar a nadie con las posaderas al aire.
Y mucho menos si sus palabras me sirven para darme cuenta,
si acaso no había caído en ello, de que el presidente de la
Ciudad necesitará más ayuda a cada paso.
Y será así, créanme, no por el desgaste que su permanencia
en el cargo le pueda ir ocasionando, que en el caso del
presidente es aún bien poco, sino por cómo sus enemigos
están procurando por todos los medios horadar su imagen. Y
es que la envidia de los perdedores es terrible. Máxime
cuando los hay que gozan de una sólida reputación en tal
sentido.
A Javier Arenas -sí, sé que ustedes tienen todo el
derecho del mundo para recordarme que vuelvo a hacer
redobles de tambor- se le nota muchísimo que está hasta
los... gemelos de oír que Vivas es el mejor político, el que
gana más elecciones, y quien mejor se lleva con los
socialistas. Y como él hay otros muchos que andan
intoxicándose con la rabia que les produce una situación que
se les ha escapado de las manos. Aunque sea para bien del
partido.
Hay que decir que a Vivas comenzaron a describirlo sus
contrarios cual persona sumisa y meliflua y también apocada;
e incapaz, por tanto, de tomar decisiones en momentos
cruciales. Ejemplo de etopeya que pusieron a disposición -en
su día- del actual presidente del PP-A, Arenas.
Pero viendo que con esas acusaciones no conseguían
deteriorar la personalidad de un presidente cuya estima y
prestigio seguía aumentando sin cesar, optaron por tildarle
de practicar el populismo. Un juego cartesiano donde lo
artificial se convierte en regla única. Y, de la noche a la
mañana, principiaron a llamarle populachero. En un intento
desesperado de catalogarlo a la baja.
Mas como Vivas continuaba creciendo en fama y ganándose el
afecto de sus conciudadanos sin solución de continuidad, sus
enemigos han decidido cundir, de un tiempo a esta parte, que
nadie quiere trabajar a su vera porque cuando necesitan su
ayuda se encuentran huérfana de ella.
Lo cual no deja de ser un golpe tan bajo como doloroso. Un
golpe que, quien conozca la forma de ser de Vivas, sabe que
le afectará muchísimo. Puesto que él necesita mucho sentirse
querido por los suyos. Y hay más, y conviene airearlo para
que ambos dirigentes tomen las medidas necesarias. La
coletilla a lo reseñado, o sea, el que Vivas sea acusado de
no respaldar a las personas de su confianza en situaciones
claves, es la siguiente: “Gordillo sí que defiende a su
gente a muerte...”.
Desde este punto de vista, y como uno es un sentimental, a
lo mejor a partir de ahora se me puede notar que le edulcoro
la vida a Vivas. Y entonces sí tendrá razón su amigo y
conocido mío.
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