El pasado martes se celebró en la
UNED, el acto de entrega de diplomas a los nuevos alumnos
que han aprobado el acceso a la Universidad, al mismo tiempo
que se hacía entrega de las insignias a los nuevos
licenciados que habían finalizado sus carreras.
No es muy habitual que acuda a algunos actos, pero éste
tenía un gran importancia para mi familia y allí que
acudimos todos a prestar nuestro apoyo a María Luisa
Domínguez LLevot, mi hija, a la que le hacían entrega de su
distintivo como Licenciada en Psicología. O sea que para
orgullo de sus padres, ya tenemos dos licenciados uno en
Derecho y otra en Psicología.
Nunca me ha gustado hablar de mí familia, prueba de ello que
después de más de cincuenta años pegándole a las teclas es
la primera vez que voy a hacerlo. Quizás lo estoy haciendo
porque me puede el orgullo de padre. ¿Qué padres, no se
sienten orgullosos de que sus hijos hayan conseguido ser más
de lo que ellos son?.
La verdad sea dicha, tengo un par de hijos que son el
orgullo de mí vida y la razón de ser de la misma. Y siento
ese orgullo y esa misma razón por contar con una esposa que,
durante toda mí vida ha sido la compañera perfecta, que con
mis dos hijos, ha llenado de felicidad toda mí vida. Todos
ellos, me han dado las fuerzas necesarias, en esa lucha
diaria por abrirme camino sin depender de nada ni de nadie.
Mi nueva licenciada en Psicología, con un tesón enorme y una
voluntad de hierro, ha combinado su trabajo con los
estudios, para verse recompensada con esa licenciatura a la
que espera añadirle algo más. No se conforma con ella,
quiere más, y se ha puesto manos a la obra, hincando los
codos para seguir avanzando en el mundo de la Psicología.
Decía aquel, que por cierto no sé quien era: “que el saber
no ocupa lugar”. Por eso, desde aquí y desde ya, la ánimo
para que siga ese camino de seguir aprendiendo cada día más.
Sé que lo conseguirá por su constancia en superarse cada día
más. Y por qué no decirlo, descendemos de maños y ya se sabe
que los maños somos cabezones y conseguimos los que nos
proponemos, por fuerza, voluntad y tesón además de algo que
no podemos olvidar inteligencia.
El pasado martes fue un día memorable e inolvidable, tanto
como el día que mi hijo consiguió ser Licenciado en Derecho
hace ya varios años. Jamás podré olvidar esas fechas que las
tengo grabas a fuego en el corazón y que amartillan con
fuerza mi cerebro, por el orgullo que siento como padre por
tener dos hijos maravillosos
Y todo ello, sin tener que agradecerle nada a nadie, más que
al esfuerzo de sus padres. Un orgullo como padres que sé,
positivamente, que es compartido por el orgullo que ellos
sienten de tener los padres que tienen.
Quería escribir de otro tema, pero los dedos me han llevado
hacía el teclado, imponiéndome todo esto que estoy
escribiendo y que, sin duda alguna, es la enorme
satisfacción que siento como padre.
Es la única ocasión que escribo sobre los míos y
probablemente, casi con toda seguridad, será la última.
Pero, al menos, he expresado el orgullo de padre.
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