Las gotas de sudor caían sobre el cuaderno en el que
garabateaba con urgencia las precisas respuestas de la
psicóloga del equipo de Salud Mental de Málaga, Isabel
García, encargada junto a Juan Manuel Guiote, también del
gremio y profesor de la UNED en Ceuta, de impartir en el
Centro Asociado el seminario sobre estrés y trastornos de
ansiedad.
– Perdonad que sude tanto, pero es que he subido la cuesta a
toda prisa y a la solana y ahora tengo todos los poros
abiertos y el corazón a 80.
– ¿No tienes una grabadora?
– Se me ha quedado olvidada en el cajón de la mesa de la
redacción.
Realmente estaba estresado y no tenía muy claro que en esas
condiciones pudiera sacar de todo este asunto algo que no
pareciese forzado, pero siempre hay que confiar en el poder
fáctico que vela por un delicado equilibrio en el caos.
– Vivimos en una sociedad con mucha prisa y nos permitimos
poco tiempo a nosotros mismos –me dice la ciertamente
atractiva psicóloga del equipo de Salud Mental de Málaga–,
se crea una alta activación del sistema nervioso que a veces
no podemos encauzar.
– Pero también tener mucho tiempo de ocio es perjudicial
–por lo menos yo conozco unos cuantos en el paro que están
un poco pasados de rosca.
– Todo por exceso y por defecto es contraproducente
–responde con una sonrisa.
Isabel me explica que el curso que imparte junto a Juan
Manuel Guiote persigue dar a conocer y comprender qué es el
estrés y la ansiedad, identificar los principales trastornos
relacionados con ellos y aprender a diagnosticar y a aplicar
técnicas de intervención ante esta problemática; y que
durante el seminario se desarrollarán tres tipos de
estrategia de enseñanza-aprendizaje: conferencias,
exposición de casos clínicos reales y técnicas de
intervención.
– ¿Qué casos clínicos vais a mostrar?
– Tratamiento psicoterapéutico del miedo a la sangre y a las
jeringuillas, el trastorno de pánico sin agorafobia y el
adaptativo relacionado con una pérdida afectiva.
“Esto se pone interesante”, pensé, y evoqué la cantidad de
veces que he visto a mi hermano montar un drama y perder el
conocimiento cada vez que trataban de sacarle sangre de la
vena hinchada de su brazo.
– ¿Cómo se trata a un paciente con pánico a las agujas?
– Terapia de exposición, es decir, dotar al paciente de
recursos para afrontarlo. Exponerle a lo que menos teme y
finalmente a lo que más teme.
Creo que mi hermano preferirá seguir con su fobia a tener
que afrontar una terapia de choque, pero la psicóloga del
curso me recuerda que los pacientes vienen por propia
disposición.
– ¿Qué porcentaje de casos pierden el miedo a la sangre y
las inyecciones?
– Un ochenta por ciento –así que a la fuerza tiene que ser
efectivo.
– Hablemos del paciente que tiene ataques de pánico a lo que
sea.
– Se utilizan técnicas de relajación y se hace una
reestructuración cognitiva, es decir, cambiar los
pensamientos negativos distorsionados por otros positivos.
– Eso está relacionado con los pensamientos automáticos ¿no?
–había leído algo sobre el tema en una revista científica.
– Eso es -responde un tanto sorprendida.
Toda la gente charla con los demás de forma muy diferente de
cómo lo hace cuando habla consigo mismo. Un joven que temía
ser rechazado se decía a sí mismo: “Ella no te quiere, te
encuentra tonto”. Los pensamientos automáticos, no importa
lo irracionales que sean, casi siempre son creídos. Si
alguien ve a un hombre entrando en un Porsche pensará: “Es
rico, no ha de cuidar de nadie excepto de sí mismo. Es
egoísta”. El juicio es tan real para él que lo piensa como
su impresión visual del tipo subiendo al coche. Los
pensamientos automáticos son creíbles porque casi no se
notan, por lo que no son cuestionados. Simplemente no
permiten ser probados, ni sus implicaciones y conclusiones
son sometidas a un análisis lógico. La cólera crónica, la
ansiedad o la depresión son el resultado de centrar la
atención sobre un grupo particular de pensamientos
automáticos con exclusión de todos los razonamientos
contrarios. La gente que está ansiosa está preocupada por la
anticipación del peligro. Crean fantasmas de dolor futuro.
– Le provocamos las sensaciones de pánico para que se
acostumbre a ellas –dice Isabel, y yo no puedo evitar pensar
que no debe ser muy agradable, pero...
– Entre el 85 y el 90% de los pacientes se recuperan –añade.
– ¿Y qué me dices del tercer caso? el trastorno adaptativo
por una pérdida afectiva.
– Lo primero es aceptar la pérdida, luego fortalecer los
recursos de aceptación, toma de decisiones y exposición a
los estímulos que evita.
– Y en el fondo de todo este asunto está la ansiedad –digo–,
¿por qué?
– La sociedad nos crea unas metas altas y tenemos pocos
recursos para alcanzarlas; además, luego se valoran poco los
logros.
“No puedo estar más de acuerdo”, pienso y recuerdo los
valores sociales que los realitys están metiendo en la
cabeza de los zagales, del tipo: el triunfo, la fama, la
competencia, la apariencia, la belleza...
- En este tipo de problemas hay también un alto porcentaje
de recaídas.
- Sí -reconoce-, más o menos un 20 por ciento.
La entrevista no dura más -y es una pena- porque Isabel debe
subir al Salón de Actos de la UNED para dar comienzo al
curso. Va a ser verdad que siempre vamos a salto de mata.
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