Acababa de salir de cenar en un
restaurante, que sin llegar a ser de tronío es bastante
bueno, en compañía de unos amigos cuando de pronto, a la
vuelta de la esquina, aparece una bicicleta corriendo a toda
velocidad en medio de la acera y pasando entre nosotros como
el toro pasa embistiendo la capa con sus cuernos a escasos
milímetros de los huevos del torero.
Al ciclista no lo vimos, bueno vimos la ropa porque el
chaval era un negro, sí he dicho negro y no subsahariano
porque hasta en Suecia hay negros, y se confundía con la
negritud de la noche.
Lo de negro no es una declaración de racismo, que quede
claro, es un adjetivo perfectamente definido en cualquier
diccionario ¿eh?
Bueno, eso de que las bicis vayan por la acera me parece una
imbecilidad de un tamaño que cabe dentro de la cabeza del
que apostó por tolerar esta concesión.
La bici es una máquina, aunque sea movida por fuerza humana,
compuesta por material metálico en el 80% de su
configuración y por tanto puede considerarse un arma de
destrucción masiva (cuando la cargan con bombas) de seres
humanos y de hecho es un arma de destrucción masiva de
células humanas en caso de atropello. Nunca puede ser
calificada como objeto peatonal.
Un niño, educado dentro del concepto de su edad, está
jugando en el portal de su casa, llega un momento en que
algún juguete se dispara y llega a caer en medio de la
acera. El niño nunca quiere perder el objeto con el que está
jugando en ese momento y sin pensarlo dos veces sale
corriendo a recogerlo, justo en ese instante un ciclista va
a toda velocidad por la acera apenas ocupada por peatones…
el niño en el hospital gravemente herido por objetos
punzantes ultradelgados (las radios de la rueda delantera de
la bici) y con una hendidura de varios centímetros en el
estómago (la llanta de la mencionada rueda al desprenderse
el neumático a causa del impacto) y un trauma
cráneo-encefálico debido al vuelo impulsado por el
encontronazo y el mal aterrizaje sobre el duro asfalto.
No es que quiera ser truculento pero es un hecho real que
pasó y pasa. Pasará si toleramos esas “aperturas” a las
bicicletas sobre la acera.
Soy amante del deporte, en infinidad de ocasiones he
utilizado mi “Mountain bike” para hacer excursiones o
simplemente para pasear y nunca, lo digo bien claro, nunca
se me ha ocurrido correr por aceras de la que he sido y soy
consciente de que es una zona de la calle o de otra vía
pública, generalmente enlosada y sita junto a los paramentos
de las casas y PARTICULARMENTE DESTINADA PARA EL TRÁNSITO DE
LA GENTE QUE VA A PIE.
Los ciclistas pueden y deben circular libremente por la red
viaria pública, incluida las carreteras… ahí está el quid de
la cuestión: RED VIARIA, adjetivo que define los caminos y
las carreteras como deben saberlo, pero no confundir con
ACERAS.
Teniendo como tienen tanto espacio para circular, de hecho
pueden utilizar un carril a su entera disposición en calles
de mas carriles, no es necesario que utilicen las aceras y
cuando por cualquier motivo tengan necesidad de transitar
por ellas, deben hacerlo andando y desmontado.
Tampoco estoy de acuerdo con los carriles-bici habilitados
sobre las aceras por las mismas causas en que baso mi
descripción del niño atropellado. Que lo hagan sobre la
calzada.
Es una incongruencia que algunas ciudades decidan permitir
la circulación de bicicletas por aceras y zonas peatonales.
Tanto es porque desvirtúan la condición peatonal fastidiando
a los conductores de vehículos con ruedas que residan en la
zona y permitiendo a otras ruedas circular.
Esto conlleva un poco de seriedad para con el civismo de los
ciudadanos, no ya por derecho sino por obligación, ya que
todos sabemos que de todo hay en la Tierra y no todos los
ciclistas se comportan como debería comportarse, sobre todo
los jóvenes y los inmigrantes, estos por desconocer las
normas cívicas de la convivencia básica.
Termino aclarando que el susto a la salida del restaurante
podría habernos costado la digestión de una noche que
prometía ser feliz pero que acabó en aceleración de neuronas
y descargas de adrenalina que hubiera llegado a convertir la
noche en una intranquila velada.
|