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OPINIÓN - VIERNES, 17 DE OCTUBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Vivas no seduce con su labia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

A veces, y debido a las circunstancias que prevalezcan en el momento, para gobernar es mejor alguien con cualidades de zorro y que no haya descollado en la actividad política. Eso lo vio muy claro Luis Vicente Moro cuando puso todo su empeño en que fuera Juan Vivas el elegido para que fuera presidente, tras el voto de censura al GIL.

Vivas partía, además, con enormes ventajas. Pero decidido a destacarlas me quedo solamente, con el fin de abreviar, con dos muy principales: una, que conocía todos los entresijos de la Casa Grande; y otra, que se sabía de memoria la vida y milagros de todos los políticos que, desde la llegada de la democracia, habían ocupado cargos en el Ayuntamiento.

He dicho que quería abreviar, pero me van a perdonar que sume a las ventajas, que acabo de considerar principales, una tercera: Vivas llegaba a la cumbre del poder político local, sin haber sufrido la menor mutilación en la carrera por obtenerlo. Es decir, que podía auparse al carro de la victoria con la vitalidad intacta porque no necesitó pelear para conseguir semejante logro.

El mero hecho de llegar a la presidencia de la Ciudad sin haberse quemado lo más mínimo como político, a pesar de que el grupo de confianza de Jesús Fortes se rebelase a escondidas y bisbiseara maldades contra el hecho a cada paso, suponía empezar mandando sin mácula alguna. Pero quedaba por ver si el funcionario destacado y por tanto partícipe en muchas acciones municipales, que a veces acababan de mala manera, todo hay que decirlo, era capaz de mostrar también que era tan astuto cual se le reconocía por parte de quienes le habían tratado de cerca y frecuentemente.

Porque era lo que exigía el guión presidencial en un momento donde el PP había quedado tocado por la caída de Fortes y el GIL había gobernado como lo que era... Y punto. Y hay que reconocer que Vivas, durante dos años siendo presidente impuesto, desplegó toda su sagacidad para que la gente, mayoritariamente, lo viera como el gobernante por el cual habían suspirado durante muchos años. La respuesta, pues, no podía ser otra que la reflejada en las urnas cuando disputó sus primeras elecciones: mayoría absoluta y fervor generalizado alrededor de su figura.

El éxito dejó perplejo a propios y extraños. Entre los propios estaban los miembros de su partido, con más relevancia, que tenían de Vivas la impresión equivocada que les había transmitido cierto parlamentario: “Vivas puede que sea taimado, pero sólo tiene la astucia del conejo”. Que Santa Lucía le siga conservando la vista.

Transcurrido los años, y ocurrido durante ellos un segundo éxito resonante en las urnas por parte de Vivas, a éste se le está valorando, de un tiempo a esta parte, por encima de cualquier otra cuestión, por su labia. Lo cual me parece injusto.

Me explico: si los méritos de Vivas para ser el hombre más admirado de esta ciudad, como lo es todavía, se debieran, únicamente, a sus dotes oratorias, yo estaría obligado a airear que los ciudadanos se conforman con muy poco. Ya que el presidente es un orador de piloto automático. Y está aún lejos de agradar e interesar con lo que dice. En suma: que no acaba de seducir por esa razón. Ahora bien, tiene otras cualidades que le otorgan una gran condición para gobernar.
 

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