Hay una frase hecha que dice, “los
viejos rockeros no mueren”. Es solo una frase hecha porque,
sin duda alguna “los viejos rockeros, como cada hijo de
vecino también mueren, no son eternos”. Ahora, eso sí hay
que tener en cuenta que sus obras perduran a través del
tiempo y que las generaciones venideras seguirían cantando
sus canciones puesto que, todos ellos, marcaron una época
inolvidable.
Puesto a buscar frases hechas que tengan algún sentido
importante, se me viene a mí memoria, esa que dice: “una
retirada a tiempo es una victoria”. Querer mantenerse,
cuando su tiempo se ha consumido, es un gran error que sólo
comente los estúpidos que siguen creyéndose el ombligo del
mundo.
Todos los grandes hombres han marcado una época y han dejado
una huella perenne de su paso por el camino que la vida les
marcó. Pero todos ellos, sin excepción, se dieron cuenta de
que su tiempo por diversas circunstancias se había acabado y
dejaron su lugar sin volver la cara atrás, dejando pasar le
tiempo y que la historia escrita por los hombres, les diera
el lugar que les correspondía.
Viene todo ello a cuento, de que he visto en un acto a
Felipe González, dejando en sus palabras su sello
inconfundible lleno de ironía y gracia andaluza.
Felipe González durante los primeros ocho años de su mandato
demostró, con claridad meridiana, lo que era gobernar un
país y, sobre todo lo que era ser un hombre de Estado,
elevando el papel de España a nivel internacional. En una
palabra, sin darle más vueltas al asunto, durante esos ocho
años fue un extraordinario gobernante. Después, en esos
cuatro años finales, las circunstancias y algunos
personajillos acabaron con él.
Pero pesar de todo ello, nadie le puede negar a Felipe
González, que fue un gran gobernante durante los primeros
ocho años de su mandato. Un auténtico hombre de Estado de
los que quedan pocos.
Le sucedió otro gran presidente, José María Aznar, que a su
llegada al poder prometido estar sólo dos legislaturas y
cumplido su palabra. Su cuatro primeros años de mandato son
para enmarcarlos por su bien hacer. No se puede decir lo
mismo de sus últimos cuatro años.
Pero tanto González como Aznar, dejaron una huella
imborrable a su paso como presidente de de todos los
españoles. Y esa huella permanecerá en el recuerdo de todos,
incluso de las generaciones venideras a la hora de hablar de
los presidentes que tuvo España en épocas pasadas.
Ninguno de los dos, volverá a presentarse, de nuevo, a unas
elecciones para ser elegidos, en este caso reelegidos
presidentes del pueblo español. Sería un error que incluso
podría borrar las huellas de su bien hacer en su etapa
anterior.
Ellos saben, perfectamente, que su tiempo ha pasado y que
nunca segundas partes fueron buenas. Prefieren dejar las
huellas que marcaron su paso por el Gobierno. Porque esas,
como los viejos “rockeros” aunque mueran nunca
desaparecerán, permanecerán perennes hasta en las
generaciones venideras.
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