Desde siempre una de las mayores
luchas que ha mantenido el hombre, ha sido conseguir ser
eternamente joven. Una lucha que tiene perdida, pero que no
se da por vencido. Por pura lógica y ante el avance mostrado
por la medicina, el hombre ha conseguido ir alargando la
vida cada vez más. Nada de extrañar, que según los
científicos, la vida dentro de unos años, se pueda alargar
hasta conseguir los ciento veinte años.
En la época de mis padres, un hombre era considerado viejo
cuando apenas había cumplido cincuenta años. Hoy, en la
época actual, a esa edad está en plenitud de facultades
físicas y mentales. Vamos, que a esa edad, es considerado un
hombre joven, debido a que la vida se ha ido alargando con
el paso de los años y los descubrimientos científicos.
A pesar de todo, cada uno de nosotros, por mucho que la edad
se vaya alargando, nunca debemos olvidar la edad que tenemos
y actuar en consecuencia a la misma. No creernos, ni mucho
menos, que somos chavales que empiezan a vivir cuando, en
realidad, no somos más que unos carcamales, que hace mucho
tiempo hemos dejado la juventud. Por cierto ¡juventud divino
tesoro!.
Hay quienes entienden lo que a cierta edad se puede y no se
puede hacer. Son consecuentes con lo actos que pueden
realizar y abren el camino a los jóvenes con capacidad
suficiente para ocupar sus puestos. Otros se resisten a
dejarle paso a la juventud que viene empujando, en la
creencia de que son insustituibles. Grave error.
Manuel Fraga, don Manuel para todos por méritos propios,
sigue a sus años siendo una auténtica lumbrera dentro del
mundo de la política, pero como decía la sabia de mí abuela,
“de esos cocos pocos”. Ya lo dijo Felipe González, en la
cabeza de Fraga cabía todo un Estado.
Lógicamente, Fraga, es caso único e imposible de repetir por
la sencilla razón que la capacidad intelectual de don Manuel
no está a la altura de todo el mundo, y mucho menos de todos
esos personajillos, politiquillos de medio pelo, cuyos
cerebros sólo contienen diarrea mental y una incapacidad
intelectual a prueba de bombas.
Querer imitar a don Manuel e incluso superar sus años como
político de primera fila, es como se dice en las películas
“todo parecido con la realidad, es pura o mera
coincidencia”. Para poder imitar a Fraga, hay que tener, al
menos, la mitad de su capacidad intelectual. Cosa poco menos
que imposible, para todos aquellos, cuya capacidad
intelectual está bajo mínimos.
Los años van pasando, y todos aquellos que vamos cumpliendo
años debemos darnos cuenta de que estamos sobrando, en
algunas cosas, dejando a un lado, la manida frase de
“mientras el cuerpo aguante”.
Debemos darle paso a la juventud, a esa juventud, mucho más
preparada que nosotros, y que nos viene exigiendo el sitio
que por méritos y conocimientos les corresponde. Cerrarles
el paso, a la juventud, es uno de los mayores errores que se
pueden cometer. El personal se cansa de ve siempre las
mismas caras, en los mismos lugares sin que nada cambie. O
sea, más de lo mismo.
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