Yo quisiera ser delegado del
Gobierno teniendo un alcalde como Juan Vivas, dijo
éste el jueves pasado, mientras pegaba la hebra en un
corrillo formado por varias personas afines al partido
socialista y ante la mirada atenta y el oído presto de
José Fernández Chacón, durante la celebración del acto
institucional perteneciente a la Guardia Civil.
La afirmación del presidente de la Ciudad, tras haber salido
a relucir, así por encima, las buenas relaciones entre ambas
autoridades, tiene un valor incalculable. En principio,
porque nunca le había oído hablar de él en esos términos. Y
luego, porque creo que la frase es digna de ser analizada.
Para mí, y sin ánimo de darme pote, la forma de pronunciarse
de JV, ante mi presencia, era merecedora de titular en la
primera, de haber estado en ese grupo cualquiera de los
periodistas dedicados a la información.
Debo decir que en lo expresado por Vivas no aprecié el menor
atisbo de ironía ni tampoco advertí que se hubiera producido
por una ráfaga de soberbia que ni él, tan dado a
controlarse, podría evitar llegado su momento. Pues sus
palabras salieron revestidas de seriedad a la par que sus
facciones mostraban un estado de tranquilidad superior.
Lo que sí le noté al presidente de la Ciudad fue su deseo de
decirnos que las relaciones tan cordiales con el delegado
del Gobierno le suponen cierto desgaste en el seno de su
partido. Puesto que él conoce sobradamente a quienes les
disgusta que la cohabitación transcurra por cauces de tanto
respeto, educación y entendimientos mutuos.
Y deduje también que el presidente estaba harto de ser
puesto en la picota por parte de esos descontentos a quienes
les agradaría que entre él y Fernández Chacón se produjeran
todos los días desencuentros suficientes para tener ellos,
los contrarios a las buenas relaciones, motivos suficientes
para sambenitar al utrerano.
Es más, me atrevo a decir que si Vivas no tuviera el tirón
electoral que tiene, y que gracias a él el Partido Popular
-en Ceuta- está viviendo los mejores años de su historia,
seguro que estarían maquinando contra el presidente todos
los días y fiestas de guardar, con el único fin de aburrirlo
y quitárselo de encima.
Juan Vivas, por si todavía no se han enterado algunos, nunca
fue bien visto por Javier Arenas. Y lo he dicho en
repetidas ocasiones, aportando las pruebas oportunas. Y por
más que Arenas trate de sobreponerse a esa tendencia
contraria a nuestro presidente, no puede evitar que su cara
refleje la quina que está tragando.
Lo que no disimula el presidente regional del PP en
Andalucía es su afecto por Francisco Antonio González
y Pedro Gordillo. A quienes considera políticos
populares que se han ganado el derecho a lucir el distintivo
de pata negra.
Dicho lo dicho, y aunque los haya dispuestos a contradecirme
o a murmurar que estoy yéndome por los cerros de Úbeda, bien
harían Vivas y Fernández Chacón en no caer en la trampa de
los enfrentamientos porque sí.
Aunque tropiezan, quienes así lo desean, con dos
inconvenientes de mucha fuerza: el primero es que el
delegado del Gobierno viene avisado de Melilla; donde
Imbroda, otro hombre de Arenas, trató de crucificarlo.
El segundo es que el presidente de la Ciudad tiene el tirón
de la calle.
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