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OPINIÓN - LUNES, 13 DE OCTUBRE DE 2008

 

OPINIÓN / DICCIONARIO IDEOLOGICO DEL ISLAM

Vino (11)
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

En la Arabia preislámica eran comunes el consumo de bebidas fermentadas (alcohol de palma y de cerveza, extraída de la cebada y el mijo), mientras que el vino era una bebida común en Arabia del Sur y Siria. Los textos coránicos al respecto son, como en otros casos, ambivalentes, pasando del elogio a su consumo a la condena de la embriaguez, obra de Satán. Islamólogos de la reputación de Pareja, no dudan en afirmar que los textos en el Corán (sagrados, pues no olvidemos que para el musulmán son palabra directa de Dios) van “desde la franca aprobación hasta la condenación más resuelta”. Así mientras en la azora de la Abeja (16, 67) “descendida” en el periódico más místico y tolerante de La Meca se entiende la bebida embriagante como beneficio de “Alláh” (“De los frutos de las palmeras y de las vides obtenéis una bebida embriagadora y un bello sustento. Ciertamente, hay en ello un signo para la gente que razona”), en los textos del periodo de Medina (con Mahoma al frente de una ciudad-estado) el mensaje es más categórico e intransigente, como puede verse en las azoras de La Vaca (2-219), de las Mujeres y en la concluyente de la Mesa Servida. El lector interesado puede consultar las dos suras mecanas “tolerantes” (12, 36-41 y 16, 67) y las cinco mecanas (2, 219, 4, 43, 5, 90-91; 22, 2; y 47, 15) en “El Corán”, edición de Julio Cortés, Editorial Herder, Barcelona 1.992

Tras la muerte del Profeta, los hadices y las escuelas jurídicas tanto sunníes como shiíes prohibieron el consumo de alcohol, así como en algunos casos su comercio. Sin embargo las crónicas de las cortes de Bagdad, Persia y la India mongola, así como el Califato Omeya y los Reinos de Taifas en Al-Andalus, recogen el consumo del vino y su exaltación, si bien en ciertos casos se trataría de un sentido místico, como ocurre en textos sufíes. En lo referente al “vino” prometido a los creyentes en el Paraíso, estaría relacionado según la tradición con el agua y la leche, no teniendo propiedades embriagantes, mientras que las viñas y los granados son reseñados en el Corán como símbolos del Paraíso.

Volviendo al Corán y a su interpretación es muy importante tener en cuenta el principio de los abrogantes y los abrogados, según el cual en caso de contradicción debe seguirse la indicación del último texto revelado, medinense, que causalmente suele ser siempre el más duro e intransigente. Por lo demás la “estrategia de la revelación”, por emplear términos islámicos, es siempre la misma, de lo cual han tomado buena nota los movimientos de referencia islámica tanto en países musulmanes como en el seno de la emigración: primero se advierte y luego se exige, en una dinámica abiertamente política que no deja de guardar cierta similitud con la dialéctica oposición-gobierno. En este contexto, suele achacarse la pérdida del poderío islámico (Al-Andalus sería el caso paradigmático) a la corrupción de las élites y la población, entre otras cosas, por el consumo de vino. También debe recalcarse la ortopraxis: los movimientos salafistas y afines, rechazan sentarse a comer a una mesa en la que haya vino; esto plantea, obviamente, serios problemas a la comunidad emigrante musulmana en los países occidentales y, por ende, a su inserción e integración en sociedades abiertas. Incluso, llega a “sugerirse” en comercios minoristas de barrios mixtos regidos por musulmanes (Ceuta es un claro ejemplo) la no venta de vino para consumo alimentario.
 

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