En la Arabia preislámica eran
comunes el consumo de bebidas fermentadas (alcohol de palma
y de cerveza, extraída de la cebada y el mijo), mientras que
el vino era una bebida común en Arabia del Sur y Siria. Los
textos coránicos al respecto son, como en otros casos,
ambivalentes, pasando del elogio a su consumo a la condena
de la embriaguez, obra de Satán. Islamólogos de la
reputación de Pareja, no dudan en afirmar que los textos en
el Corán (sagrados, pues no olvidemos que para el musulmán
son palabra directa de Dios) van “desde la franca aprobación
hasta la condenación más resuelta”. Así mientras en la azora
de la Abeja (16, 67) “descendida” en el periódico más
místico y tolerante de La Meca se entiende la bebida
embriagante como beneficio de “Alláh” (“De los frutos de las
palmeras y de las vides obtenéis una bebida embriagadora y
un bello sustento. Ciertamente, hay en ello un signo para la
gente que razona”), en los textos del periodo de Medina (con
Mahoma al frente de una ciudad-estado) el mensaje es más
categórico e intransigente, como puede verse en las azoras
de La Vaca (2-219), de las Mujeres y en la concluyente de la
Mesa Servida. El lector interesado puede consultar las dos
suras mecanas “tolerantes” (12, 36-41 y 16, 67) y las cinco
mecanas (2, 219, 4, 43, 5, 90-91; 22, 2; y 47, 15) en “El
Corán”, edición de Julio Cortés, Editorial Herder, Barcelona
1.992
Tras la muerte del Profeta, los hadices y las escuelas
jurídicas tanto sunníes como shiíes prohibieron el consumo
de alcohol, así como en algunos casos su comercio. Sin
embargo las crónicas de las cortes de Bagdad, Persia y la
India mongola, así como el Califato Omeya y los Reinos de
Taifas en Al-Andalus, recogen el consumo del vino y su
exaltación, si bien en ciertos casos se trataría de un
sentido místico, como ocurre en textos sufíes. En lo
referente al “vino” prometido a los creyentes en el Paraíso,
estaría relacionado según la tradición con el agua y la
leche, no teniendo propiedades embriagantes, mientras que
las viñas y los granados son reseñados en el Corán como
símbolos del Paraíso.
Volviendo al Corán y a su interpretación es muy importante
tener en cuenta el principio de los abrogantes y los
abrogados, según el cual en caso de contradicción debe
seguirse la indicación del último texto revelado, medinense,
que causalmente suele ser siempre el más duro e
intransigente. Por lo demás la “estrategia de la
revelación”, por emplear términos islámicos, es siempre la
misma, de lo cual han tomado buena nota los movimientos de
referencia islámica tanto en países musulmanes como en el
seno de la emigración: primero se advierte y luego se exige,
en una dinámica abiertamente política que no deja de guardar
cierta similitud con la dialéctica oposición-gobierno. En
este contexto, suele achacarse la pérdida del poderío
islámico (Al-Andalus sería el caso paradigmático) a la
corrupción de las élites y la población, entre otras cosas,
por el consumo de vino. También debe recalcarse la
ortopraxis: los movimientos salafistas y afines, rechazan
sentarse a comer a una mesa en la que haya vino; esto
plantea, obviamente, serios problemas a la comunidad
emigrante musulmana en los países occidentales y, por ende,
a su inserción e integración en sociedades abiertas.
Incluso, llega a “sugerirse” en comercios minoristas de
barrios mixtos regidos por musulmanes (Ceuta es un claro
ejemplo) la no venta de vino para consumo alimentario.
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