El Reino de Marruecos sigue
pagando un alto precio por el apoyo de Arabia Saudí, tanto
para la anexión del Sáhara Occidental como para alivio
financiero de la misma Administración; la cobertura saudita
al dogmático y rigorista salafismo wahabí (una de las cunas,
si bien no forzosamente, del “salafismo yihadista”) ha
generado en Marruecos una vasta corriente de islamización
pura y dura, ajena al tradicional sunnismo malikí, que está
entorpeciendo los esfuerzos tolerantes y modernizadores
puestos en marcha por el joven soberano Mohamed VI. A ello
se está uniendo la injerencia de la República Islámica de
Irán, alentando en el seno de la sociedad marroquí la
difusión de su interpretación de Estado del “shiísmo”, la
segunda rama del Islam, cuyos postulados afectan
directamente a la legitimidad de la figura de Mohamed VI
como Comendador de los Creyentes. Por si fuera poco, los
islamistas parlamentarios del “Partido de la Justicia y el
Desarrollo” (movimiento político-religioso de corte
neosalafista) no se han recatado a la hora de apoyar, con
entusiasmo, a “Hizbollah”, mientras que ahora se prestan a
dar cobertura parlamentaria a la “Asociación para la llamada
del Corán y de la Sunna”, fundada por el imám de la
pedofilia (Al Maghrawi), protestando por la decisión de las
autoridades marroquíes de proceder al cierre de sus centros,
arrojando una vez más sombras de dudas sobre su talante
moderado y sus últimas intenciones.
En este peligroso contexto de islamización creciente flaco
favor hacemos desde España los vecinos del norte, echando
torpemente de paso piedras sobre nuestro propio tejado,
dando cobijo y toda libertad de movimientos a formaciones
radicales bajo estrecha vigilancia en Marruecos e, incluso,
aupando en lugares particularmente delicados como Ceuta
asociaciones extremistas como Yamaâ Al Tabligh, que no son
otra cosa en muchos casos que la antesala del terrorismo,
como por cierto ya se viene advirtiendo desde hace años en
esta columna. La Justicia española ya ha demostrado en
varias ocasiones (la última, el proceso de Barcelona) la
ligazón existente entre buena parte de los terroristas
condenados y el Tabligh; ¿no será acaso que conviven en el
Tabligh dos estructuras paralelas, con sus vasos
comunicantes, al modo de ETA y su entorno abertzale?. Por
otro lado, lo que está meridianamente claro es la directa
relación entre el Tabligh y la islamización radical -e
intolerante- de su entorno. Pueden comprobarlo ustedes
mismos. Ergo, ¿qué clase de cenutrios apoyan, política y
mediáticamente, a esta gandaya?. Digo.
Días pasados y desayunado en el “Hotel Puerto” de Melilla
con un buen amigo, retirado ya por razones de edad pero gran
conocedor de la ciudad hermana y del vecino país, tanto por
vocación como en función de sus anteriores
responsabilidades, comentábamos la famosa frase de Hassán II
relativa a la caída del Shá Rezha Palevi, que el finado Rey
de Marruecos achacaba en gran medida a la dejación del
soberano persa de sus obligaciones religiosas. Bien hará
Mohamed VI en andarse sin contemplaciones dejando claro, a
propios y extraños, quien es el Comendador de los Creyentes
y la referencia religiosa para los musulmanes marroquíes,
dentro y fuera de sus fronteras. Y desde Europa (en Ceuta
mismo) dejarnos de jugar con fuego: dar cobertura y alas al
islamismo radical, es socavar y desestabilizar a un país
vecino, socio y amigo.
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