Quien haya leído a Aristóteles,
aunque sea por encima, sabrá la predilección que tenía por
la “clase media”. Esa clase que había intentado en varias
ocasiones imponer en Atenas sus puntos de vista y que se
definía como intermediaria entre los ricos, llevados por el
egoísmo y la ambición, y los no propietarios, carga y
amenaza para el Estado.
Según Aristóteles, esta clase es la que asegura la
estabilidad al Estado, permanece fiel a las leyes y
desconfía de los arrebatos pasionales. Y ve a sus
componentes como los más cualificados para gobernar.
Aristóteles se limita, pues, a pedir a un buen gobierno que
proteja al pobre de la opresión y al rico de la
confiscación. Y a la “clase media” que gobierne lo mejor
posible los intereses de todos.
España durante muchos años careció de clase media. Algo que
pagó bien caro en el siglo XIX. Fueron los militares de
graduación, entonces, quienes se instalaron en ella pero con
tendencia a convertirse en burguesía. Y anduvieron siempre
metidos en asonadas que dejaban al país exhausto de
enfrentamientos.
La obsesión de Franco fue contar con una clase media
fuerte. Con el fin de mantener la paz duradera de los
victoriosos. Pero hasta los años sesenta no se empezó a ver
de qué manera los innumerables pluriempleados sacaban la
cabeza y daban ya señales de estar más lustrosos que los
pobres.
La “clase media” actual es muy fuerte. Aunque debemos tocar
madera a partir de ahora. Y en Ceuta se nota mucho. Cierto
es que ésta se nutre del sector terciario. Y los
funcionarios, por tanto, se llevan la palma. Luego hay un
grupo de comerciantes destacados y así hasta ir descendiendo
en la escala social. En la cual impera la economía sumergida
y la pobreza sin cuento.
Lo reseñado a vuelapluma, como ustedes comprenderán, está
hecho de memoria y de manera superficial. Y me he atrevido a
ello para referirme a lo siguiente: cuando las recientes
lluvias torrenciales, fui testigo de cómo las autoridades no
le prestaron la menor atención a la inundación del garaje de
la Gran Vía. Como si los daños que las aguas estaban
ocasionando allí, no les preocuparan en absoluto. Cuando la
misión de los políticos consistía no sólo en personarse en
los sitios más humildes sino también en los que gozan de
cierto bienestar.
Formulo esta queja en defensa de los componentes de la
“clase media”, dentro de sus variadas vertientes, para a su
vez recordarles a sus miembros que no todo pueden ser
satisfacciones en una ciudad cuya situación ofrece enormes
ventajas pero asimismo inconvenientes que jamás podrán
erradicarse por completo.
Verbigracia: la furia del Estrecho, cuando sus aguas son
azotadas por el viento, entra dentro de esas desventajas a
las que me acabo de referir. Y contra la que no cabe más que
decidir en el momento oportuno si merece la pena embarcarse
para celebrar fuera de esta tierra un puente largo. Cuando
las previsiones atmosféricas son las que son. Bien distinto
será cuando existan necesidades imperiosas de hacerse a la
mar.
Lo ocurrido a bordo del buque Las Palmas de Gran Canaria, de
Acciona-Trasmediterránea, es muy grave. Y las autoridades
han de reunirse para asumir sus culpas y darlas a conocer. Y
la “clase media” debe saber estar en momentos así...
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