No es un término que me atraiga
especialmente, pero no encuentro otro más válido para
calificar a esos individuos que, tras hacerse aquí con una
moto que no es suya, la van quitando pieza por pieza, luego
la introducen en un vehículo, no sé si de su propiedad, y,
“si cuela”, se vende en el país vecino, según vayan
necesitando esas piezas.
La cosa no deja de tener su punto de golfada, en primer
lugar, y de “mala leche” a continuación, porque aquí ya no
hablamos de hacerse ricos con esto, hablamos de la “putada”
que le hacen al que han robado esa moto, que lo más probable
es que la utilizara para trabajar, y si la usaba para su
capricho de darse un paseo, tampoco pasa nada.
Y aquí ocurre que como estos “tonto-listos-golfos” saben muy
bien que aunque les “pillen”, al ser poco el valor, no les
va a pasar nada, pues se hacen con lo que no es suyo, lo
meten de rondón en un país ajeno, sin permiso alguno,
engañan, si pueden, a quienes compran las piezas, y con lo
que sacan ya tienen para la golfada del día, alcohol,
posiblemente droga, o cualquier otra cosa, seguramente, no
autorizada.
Afortunadamente el “filtro” del Tarajal cada día cuesta más
salvarlo, y la Guardia Civil interceptó una furgoneta en la
propia frontera en el momento de ir a pasar al otro lado.
No es, estamos convencidos, la captura de más valor, por
parte de la Guardia Civil, en esa frontera, pero sí puede
ser una de las más ejemplarizantes y con el tiempo debe
servir para que esas desapariciones de motos, muy frecuentes
aquí, dejen de existir.
Ahora bien, lo pintoresco del caso es que se detuvo, aquí en
tierra española, a dos marroquíes, con residencia de trabajo
en Barcelona y que pretendían meter su mercancía en
Marruecos.
Sería interesante saber de donde eran las motos en cuestión,
esas motos descuartizadas y no nos explicamos varias cosas,
en primer lugar si les iba a ser rentable el negocio,
partiendo de Barcelona hasta Castillejos, por ejemplo. Eso
es lo de menos, pero el segundo punto que no puedo
explicarme es el de ciertos permisos de trabajo en nuestro
país, que no están justificando ni dignificando el trato de
favor que han recibido para poder trabajar aquí.
Lo que en casos como este, y hay muchos, alguien pretenderá
asentamientos con adquisición de derechos y, un día, no muy
lejano, poder ellos votar, también, a la voz de su amo. Es
la releche.
La furgoneta en la que iban las motos “descuartizadas” iba
cargada, no de libros, ni de artículos de primera necesidad,
más bien de diversos materiales, también despiezados, que
tratarían de colar como una “chatarra” más en Marruecos.
Lo que he dicho más arriba, el permiso ese de trabajo que
tenían los dos marroquíes les da derecho a trabajar en
España, les da la posibilidad de andar a sus anchas por
nuestro país, y les da más “licencia” para hacerse con lo
que no es suyo y tratar de enajenarlo, salvo que ese permiso
de trabajo lo hayan adquirido para “montar una empresa de
“importación” y “exportación”, pero de cosas que no son
suyas”.
El chiste final no es demasiado risible y agradable, lo que
sí volvió a ser agradable y con la dignidad de siempre fue
la actuación de la Guardia Civil, a la que, seguramente,
nadie le va a dar una medalla, por ser ya normal la
solvencia en su trabajo. Este fue uno más, pero como cada
día estuvieron en el sitio que había que estar.
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