Esa es la pregunta, no vaya a ser
que el árbol no deje ver el bosque. La visita, estos días, a
Marruecos de cualificados miembros del Gobierno nos ha
dejado al respecto dos declaraciones: la taxativa
declaración de la Vicepresidenta Teresa Fernández De la Vega
sobre la españolidad de Ceuta (y Melilla) y la “oportunidad”
(sic) para Ceuta que, según el ministro de Exteriores Miguel
Ángel Moratinos, representa el superpuerto
Tánger-Mediterráneo, tal y como desde Rabat nos contaba ayer
mismo David Alvarado. Ambos ministros matizaban que no
habían dejado de mejorarse las infraestructuras en Ceuta,
dejando caer entre líneas que para facilitar su entronque
con Marruecos. Ahora bien, sin una frontera en El Tarajal
digna de tal nombre cualquier actuación sería como el famoso
proyecto del puerto de contenedores, un brindis al sol.
¿Se oculta algo desde el Gobierno de la Nación?. Puede.
Porque el primer paso hacia el nuevo “estatus” que, “chuia
chuia”, se está perfilando en Ceuta, es el de servicios
interconectados o de uso común (sanidad por ejemplo, a
través del nuevo hospital), antes de plantearse en el
momento adecuado (tras una reforma sutil de nuestra
Constitución) una nueva figura jurídica contemplada en el
Derecho Internacional. El Reino de Marruecos no tiene prisa,
sabe que el tiempo juega a su favor y si mantiene o
incentiva la “marroquinidad” de este tierra española en el
Maghreb geográfico es bajo tres supuestos no necesariamente,
atención, vinculantes: como respuesta a una acentuación de
su carácter español (visita de los Reyes), como eje
tradicional de su discurso reivindicativo y, finalmente,
como proyección del mantenimiento de su discurso religioso
moderado en el seno de la población de origen marroquí.
Marruecos está también intentando articular en ambas
ciudades un discurso favorable hacia sus intereses, que ya
ha prendido (más en Melilla que en Ceuta) en sectores
netamente “españolistas”, de raza (odio la palabra, pero
sirve para explicarnos) y religión (católica), sustentados
en dos pilares: uno económico (a corto plazo, la única
salida para cierto tejido empresarial será la apertura del
mercado al sur) y otro mediático. En cuanto al segundo, un
conocido medio de comunicación en Ceuta ya se ha convertido,
de hecho, en el portavoz de la Maghreb Arabe Presse (MAP,
agencia oficial de prensa marroquí), mientras que otro se
presta a ensayar la forma de posicionarse para el futuro que
viene, si bien intuyo dos corrientes sensiblemente
diferentes en el mismo. ¿Escollos en el camino hacia un
“entendimiento” con Marruecos…?. Pues miren, curiosamente el
mayor (demográficamente hablando) sería la ciudadanía
musulmana radicada en Ceuta; una comunidad dividida a varias
bandas y con una radicalización creciente, favorecida por la
reciente implantación de una corriente islamista
abiertamente fanática e intolerante de corte salafista,
Yamaâ Al Tabligh (la convivencia, entre niños musulmanes, en
varios colegios ya se está resintiendo), imprudentemente
promocionada tanto por las autoridades políticas de la
Ciudad Autónoma como las de la Nación y sostenida,
tácticamente, por un movimiento insurgente marroquí bien
implantado en la ciudad, ideológicamente a mitad de camino
entre el Sufismo y los Hermanos Musulmanes (Justicia y
Espiritualidad); entre ambas (e ideológicamente no muy
lejos), algún político ambicioso a la caza de un semillero
de votos étnicos.
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