La primera gran prueba
climatológica del otoño al orden y calidad del transporte
marítimo que enlaza la ciudad autónoma con la península ha
dejado su calificación por debajo de cero. Centenares de
pasajeros vivieron ayer en sus propias carnes otro viaje
desastroso que comenzó haciendo cola a las 9.30 horas en el
puerto de Ceuta y no concluyó hasta casi diez horas después,
cuando pudieron desembarcar en el de Algeciras. No cabe duda
de que las condiciones meteorológicas eran muy adversas, de
que el viento soplaba muy fuerte y el mar estaba muy
embravecido. Nadie puede negarlo. En este caso, y quienes
iban a bordo lo saben muy bien, lo de menos es el
disparatado precio de los billetes, que al final no saben
tan gravosos si el servicio que se presta responde a las
expectativas.
Ahora bien, es absolutamente incomprensible qué falta de
coordinación existe entre las capitanías marítimas o las
autoridades portuarias de ambos lados del Estrecho para no
ser capaces de prever, con los medios que existen
actualmente, que en el lapsus de apenas media hora puede ser
necesario cerrar el puerto y reducir las entradas a un solo
atraque.
Lo lógico ayer hubiera sido que, ante la mínima posibilidad
de tener que tomar tal decisión, se hubiera vetado la salida
del buque de Acciona hasta garantizar que la travesía se
pudiera realizar en condiciones mínimamente dignas. Porque
lo que no es digno es obligar a los pasajeros a permanecer
tres horas esperando a que el buque se llene con el fin de
obtener el mayor rendimiento posible del viaje y después
dejarlos a expensas del temporal en la bahía de Algeciras.
Alguien, ya sea la Delegación del Gobierno (la primera) ya
sea la Ciudad Autónoma (que últimamente ha demostrado
firmeza frente a los excesos de las navieras sin demasiado
éxito) debería tomar medidas más contundentes para evitar la
repetición de estos acontecimientos. Si no, dará la
impresión de que además de los ciudadanos hay quienes se
ríen también de las instituciones.
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