Al presidente del Gobierno, José
Luis Rodríguez Zapatero, parece haberle entrado la prisa por
reunirse con los poderes fácticos, como puede ser el
económico y el político, para hacer en comuna los deberes
del análisis de la situación del sistema financiero español
ante el actual panorama económico. La situación no debe ser
tan boyante como se nos ha dicho hasta anteayer. La verdad
que ya nos tiene acostumbrados a que donde dije digo, ahora
se nos diga diego. A estas alturas de la película, cuesta
entender cómo se puede transmitir seguridad ante una
multitud de ciudadanía que tiene metido el miedo en el
cuerpo. Helos aquí el montón de recelos que saltan a la
vista a poco que uno deje pasear la mirada por la calle. El
guión lo lleva cada cual consigo. Temor a quedarse
desempleado, temor por convertirse en un moroso al no poder
hacer frente a la hipoteca; temor, en suma, a que la quiebra
financiera nos deje sin plumas y cacareando, o sea, sin
ahorros y sin cartera crediticia.
Por cierto, ya se tiene noticia que las entidades de crédito
empiezan a sufrir importantes pérdidas. Algunas mentes
pensantes han ideado la solución. La idea de ofrecer
incentivos fiscales para hacer aflorar el dinero negro,
sobre todo el obtenido en el sector ladrillo, está sobre el
tapete de los sillones. Lo hacen pensando que los ingresos
en los bancos van a suponer un respiro. Ciertamente esta
idea no me parece de recibo, ya que contribuiría a premiar
los sistemas fraudulentos y las operaciones opacas. No hay
que buscarle tres pies al gato. El dinero emerge por si
mismo cuando hay confianza en los mercados y confianza en el
ejecutivo. Algo que no existe y que hay que ganársela con la
genialidad de las obras, que no de las palabras.
La alta volatilidad de los mercados y la desconfianza al
partido en el gobierno es bien patente, lo que hacen
presagiar tiempos venideros difíciles, con un desbordante
paro y con el cerrojazo de empresas que, en otro tiempo,
dieron grandes dividendos a los empresarios. No a los
obreros. El número de suspensiones de pago han iniciado el
creciente y proseguirán en él. Está visto que los discursos
inspiran menos confianza que las acciones. Y las prácticas
de este gobierno suelen ser confusas y poco creíbles. España
puede confiar en los españoles, lo que ya pongo en duda es
que confíe en esta torpe clase política para salir del pozo,
a sabiendas que muchas veces ni se le tiene en cuenta en
honorables instituciones internacionales.
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