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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 8 DE OCTUBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

Los deberes escolares
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Con el comienzo del curso escolar se recupera, una vez más, el problema de los “deberes” escolares. ¿Es obligatorio que nuestros alumnos, principalmente los de Primaria, los realicen? La polémica está servida. En estos días, en una cadena de televisión, en un programa matinal, salieron a debate. Padres, psicólogos, pedagogos, enseñantes… intervinieron. Y, como siempre viene ocurriendo, no hubo acuerdo sobre si eran obligatorios, y lo que quedó algo claro fue que sí eran convenientes.

Como el tema viene de lejos, mis recuerdos, en mi etapa de maestro, me dicen que yo era partidario de que mis alumnos, después de su jornada escolar, dedicaran, de su tiempo libre, en su casa, un tiempo prudencial para que también se vieran implicados todos los miembros de la familia. En algunos casos, los padres, responsablemente, enviaban a sus hijos a maestros particulares, o bien, estos visitaban a los alumnos a sus domicilios. Dependía de su poder adquisitivo.

En el supuesto que los “deberes” sean aceptados, es necesario que, por mi parte, haya una correcta coordinación entre aquellos enseñantes que atienden al grupo-clase y, por otra, que estén íntimamente relacionados con las competencias que se quieren conseguir. Si nos referimos a alumnos de Primaria, generalmente, es el maestro tutor el que imparte las materias básicas, por lo que no será necesario coordinación alguna.

Algunos padres, en mi etapa de maestro, se quejaban de la aplicación de los mismos, pero no por el hecho en sí, sino por la sobrecarga de trabajo que la imposición llevaba consigo, aunque, por otro lado, habían padres que los solicitaban, siendo estos los que más cómodamente eludían la responsabilidad de que los alumnos realizaran sus “deberes”, ya que delegaban en los “socorridos” maestros particulares. En este caso, quiero recordar algunos casos de ponerme en contacto con estos trabajadores libres de la enseñanza, para la coordinación de estrategias unificadas.

En una ocasión fui objeto de un pequeño “levantamiento” por parte de un grupo de alumnos, ya en la ESO, que se negaban a realizar los “deberes”, al parecer con la supuesta aprobación de sus padres, conductas que nunca llegué a entender. Me afirmaron que los “deberes” hacían algún tiempo que estaban prohibidos, que lo había dicho el Ministro de Educación, por lo que se declararon “objetores” para tal efecto.

Yo, enseguida, me di cuenta de donde procedía el rechazo a la realización de los “deberes”. Algún padre, cuando él estudiaba, se produjo, en efecto, un comentario al respecto, procedente del Ministro de Educación, Sr. Maravall, que lo fue en los gobiernos de Felipe González (1982-1988). Sus palabras fueron mal interpretadas, ya que no fue exactamente así, sino que se refería a que no eran conveniente aplicarlos a los alumnos más pequeños, Preescolar, y dosificarlos para los cursos superiores.

En resumen, ¿qué se pretende con los “deberes”? Sin duda, afianzar los conocimientos que diariamente se imparten en la escuela.

En tiempos muy pasados, quizás remontándonos al siglo XIX, cuando en las aulas había más de 50 alumnos, los materiales se empleaban de forma comunitaria y los métodos de aprendizaje eran la repetición, el canto y el ábaco. Por el número de alumnos, los mayores ayudaban al maestro en la enseñanza y, además, durante el recreo, el maestro prestaba atención especial a los más atrasados y a aquellos que habían sido sancionados con la privación del recreo. Era imposible en esos tiempos hablar de “deberes”, pues, aquellos que habían tenido la suerte de asistir en un día determinado, deseaban llegar a casa para ayudar en las faenas agrícolas y ganaderas.

En mi etapa de alumno, en aquel Colegio unitario, donde permanecí hasta los once años, no se hablaba de “deberes” como tales. Con los conocimientos que nos transmitían aquellos dos maestros, padre e hijo, teníamos suficiente. Claro, que en casa, sin apoyos de ninguna clase, era obligatorio el estudio de las materias recogidas en aquellas enciclopedias, compedios de todas ellas, así como el Catecismo. El padre, responsable de los mayores, sacaba en filas a los distintos grupos, para tomarnos la lección. Eran situaciones como contestar a las preguntas sobre los ríos de España, con sus afluentes; los reyes godos, que fueron treinta y tres; la heroicidad de Viriato… Con el sólo hecho de estudiar en casa, dábamos respuestas al apartado de los que todavía no llamábamos “deberes”.

Aceptados los “deberes”, por parte de los enseñantes, existe el compromiso de ser corregidos, al menos de forma colectiva, porque de no ser así puede dar la sensación de ser un “fraude”, porque el alumnado enseguida se dará cuenta de que no sirven para nada.

Recuerdo al compañero que para su realización disponían los alumnos de un segundo cuaderno para las Matemáticas y para el Lenguaje. El ejemplar maestro se los llevaba a la Sala de Profesores y, mientras algunos compañeros desayunaban, él se dedicaba a la corrección de los cuadernos. Incluso se los llevaba a su casa. Lo importante era que los alumnos observaran las correcciones con las anotaciones pertinentes.

Ahora Paquito, que se ha incorporado a su nuevo Centro de Primaria para hacer el 3º Curso, está “sufriendo” la avalancha de “deberes” que su tutora, responsable de Lenguaje, Matemáticas y Sociales, de cada una de las materias exige una serie de actividades para que las realice en su casa, que según su propia apreciación es una “exageración”. ¡Un verdadero agobio! No puede prestar atención a los dibujos animados, ni a los juegos de la Wii, ni a su maquinita… Y encima sus padres, porque él está de acuerdo, lo han apuntado a las clases de tenis… Confiesa que terminará estresado…
 

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