La duquesa está triste ¿qué tiene
la duquesa?. La repuesta a la pregunta es de lo más fácil.
La duquesa está triste porque, al parecer, no la dejan
casarse con el amor de su vida. Y es que amor no tiene edad,
por la sencilla razón de que el amor es ciego. Vale que sea
ciego, no lo vamos a discutir, pero tampoco vamos a discutir
que el amor no es manco.
Unos dicen que los hijos tratan de impedir, por todos los
medios a su alcance, esta boda entre Cayetana y Alfonso Díez
que es el nombre del santo varón del que la duquesa está
enamorada. Claro que por encima de todo esto, o sea de los
deseos de sus hijos, está claro que Cayetana hace lo que le
da la gana. Cosa, por supuesto, que siempre ha hecho. Y para
muestra un botón.
Cayetana, llevó a su pretendiente a la iglesia del Cristo de
los gitanos recibiendo, ambos dos, a la prensa sentados en
el primer banco del templo. De esta forma, Cayetana, le ha
dejado claro a todo el mundo incluido sus hijos, que ella
hace de su vida, lo que ha hecho siempre, lo que le da la
gana. ¡Ele la duquesa!
Dicen los que lo conocen que el novio de la duquesa, Alfonso
Díez, es coqueto, engreído y que viste como un chaval a la
moda con gafas de firma y camisa azul de marca. Menos mal
que al hablar de la camisa azul, hablan de una camisa de
marca, que si llegan a decir los que le conocen que es
camisa azul, va dado el hombre.
Desde luego, mirando la foto del novio, no es por nada, pero
tiene una cara de funeral que no se aclara. Vamos, mirándola
bien, desde luego, ni que decir tiene, que no es la alegría
de la huerta por mucho que, Cayetana, se empeñe en decir que
se lo pasa “bomba” con él por el gran sentido del humor que
tiene.
En fin que las cosas están en que, Cayetana, no se rinde y
con la presentación de este hombre que según cuentan los que
saben la ha amado durante treinta años con amor profundo y
secreto, ha dejado claro cuales son sus intenciones,
casarse.
Y ahí, si se casa, es donde está la madre del borrego y, por
supuesto, donde los hijos harán todos los esfuerzos posibles
para disuadir a Cayetana de semejante boda.
Todo tiene su explicación, hay que pensar en el día de
mañana y donde hay dinero en abundancia, también es justo
pensar en la posible herencia. No es lo mismo repatriar
entre los actuales herederos y la posible llegada de nuevos
herederos. Oiga, nunca se sabe. En esa boda, como en
Granada, todo es posible.
La única preocupación que tengo ante la posible boda es que
sé, con toda seguridad que seré invitado a la misma y eso,
aunque algunos no lo crean, me supone un gran problema.
¿Habrá que ir vestido de la época de Goya?. Por si acaso me
recorreré, a partir de estos momentos, las tiendas de trajes
de época de alquiler de Madrid. Hombre precavido vale por
cien.
De aquí a que llegue la fecha de la boda, ni te cuento los
ríos de tintas que van a correr por todos los periódicos,
sobre Cayetana y su pretendiente.
A mí me da la sensación, no extraña, que al final de toda
esta novela por entrega, a lo único que puede pretender el
pretendiente, es a la consecución de un Goya. De estatua va
la cosa.
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