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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 8 DE OCTUBRE DE 2008

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

La duquesa está triste ¿qué tiene la duquesa?. La repuesta a la pregunta es de lo más fácil. La duquesa está triste porque, al parecer, no la dejan casarse con el amor de su vida. Y es que amor no tiene edad, por la sencilla razón de que el amor es ciego. Vale que sea ciego, no lo vamos a discutir, pero tampoco vamos a discutir que el amor no es manco.

Unos dicen que los hijos tratan de impedir, por todos los medios a su alcance, esta boda entre Cayetana y Alfonso Díez que es el nombre del santo varón del que la duquesa está enamorada. Claro que por encima de todo esto, o sea de los deseos de sus hijos, está claro que Cayetana hace lo que le da la gana. Cosa, por supuesto, que siempre ha hecho. Y para muestra un botón.

Cayetana, llevó a su pretendiente a la iglesia del Cristo de los gitanos recibiendo, ambos dos, a la prensa sentados en el primer banco del templo. De esta forma, Cayetana, le ha dejado claro a todo el mundo incluido sus hijos, que ella hace de su vida, lo que ha hecho siempre, lo que le da la gana. ¡Ele la duquesa!

Dicen los que lo conocen que el novio de la duquesa, Alfonso Díez, es coqueto, engreído y que viste como un chaval a la moda con gafas de firma y camisa azul de marca. Menos mal que al hablar de la camisa azul, hablan de una camisa de marca, que si llegan a decir los que le conocen que es camisa azul, va dado el hombre.

Desde luego, mirando la foto del novio, no es por nada, pero tiene una cara de funeral que no se aclara. Vamos, mirándola bien, desde luego, ni que decir tiene, que no es la alegría de la huerta por mucho que, Cayetana, se empeñe en decir que se lo pasa “bomba” con él por el gran sentido del humor que tiene.

En fin que las cosas están en que, Cayetana, no se rinde y con la presentación de este hombre que según cuentan los que saben la ha amado durante treinta años con amor profundo y secreto, ha dejado claro cuales son sus intenciones, casarse.

Y ahí, si se casa, es donde está la madre del borrego y, por supuesto, donde los hijos harán todos los esfuerzos posibles para disuadir a Cayetana de semejante boda.

Todo tiene su explicación, hay que pensar en el día de mañana y donde hay dinero en abundancia, también es justo pensar en la posible herencia. No es lo mismo repatriar entre los actuales herederos y la posible llegada de nuevos herederos. Oiga, nunca se sabe. En esa boda, como en Granada, todo es posible.

La única preocupación que tengo ante la posible boda es que sé, con toda seguridad que seré invitado a la misma y eso, aunque algunos no lo crean, me supone un gran problema. ¿Habrá que ir vestido de la época de Goya?. Por si acaso me recorreré, a partir de estos momentos, las tiendas de trajes de época de alquiler de Madrid. Hombre precavido vale por cien.

De aquí a que llegue la fecha de la boda, ni te cuento los ríos de tintas que van a correr por todos los periódicos, sobre Cayetana y su pretendiente.

A mí me da la sensación, no extraña, que al final de toda esta novela por entrega, a lo único que puede pretender el pretendiente, es a la consecución de un Goya. De estatua va la cosa.
 

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