El desempleo sigue imparable. Lo
peor del dato es que no se atisba medida seria alguna que
pueda detener al causante del virus o cuando menos
entretenerlo para tomar fuerzas y ganarle la batalla, aunque
sea con un golpe bajo. Cada día son más los españoles a los
que se les niega la salud que da el deber de trabajar y el
derecho al trabajo. Todo presupuesto es poco para sanear el
ambiente de insuficiencias. El Presidente podrá reiterar por
activa y pasiva, y hasta repintar lo dicho, que el sistema
financiero español está aguantando la crisis porque se han
hecho las cosas bien, pero las familias de esas riadas de
parados están al borde del ahogo. Ya sabemos que
constitucionalmente tienen derecho a una remuneración
suficiente para satisfacer sus necesidades vitales, pero en
la práctica nada es lo que parece.
Sigue imparable el desempleo. Vuelvo a repetirlo como lo
repiten cien mil veces los que se quedan sin trabajo. Nadie
quiere entrar en la rueda del paro y, sin embargo, nadie
está a salvo. A pesar de que el Presidente del actual
gobierno en el poder, dijera o dijese en su programa
electoral, alcanzar el pleno empleo y mejorar la calidad del
trabajo. Pura propaganda. Mentira cochina. Algo que es tan
fundamental como un trabajo decente, estable y continuo,
para todas las edades, con un salario suficiente, seguro y
en igualdad, resulta que ahora se queda en una ficción y, de
seguir así, en un privilegio para algunos.
La factoría de parados es lo único que funciona a pleno
rendimiento. Los sindicatos se han quedado aletargados, no
vayamos a que la subvención no llegue. Los políticos andan a
su gresca, en vez de auxiliar a la clase obrera que empieza
a estar explotada como nunca. El gobierno, cansado y sin
soluciones, no sabe cómo tapar tanto desespero que llama a
la Moncloa. Por si fuera poco el malestar, resulta que la
justicia no tiene más manos para poner orden legal en todos
los órdenes jurisdiccionales.
La evidencia no se puede negar. El desempleo arrecia fuerte
y, lo peor de todo, que tardará en escampar si aquellos que
han de ponerse manos a la obra para atajar el temporal en su
propio país, andan perdidos en historias que son agua
pasada, distraídos en menudencias, o abstraídos en
quijotadas de alianzas que no pasan de ser pura literatura.
A este gobierno no parece importarle que el futuro depende,
en gran parte, de la familia, lo que lleva consigo el
porvenir mismo de la sociedad.
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