Siguiendo con el tema que traté en
el seminario del que di cuenta en mi artículo anterior,
hablé sobre la supuesta inserción laboral de las personas
sordas, indicando que el proceso social y de atención a las
personas procedentes de la exclusión, en la que no pueden ni
deben estar incluidas las personas sordas, que se realiza
mediante la inserción laboral se conoce como itinerario de
inserción.
El acompañamiento personalizado para que la persona recupere
unos hábitos laborales, sociales, de relación, etc. que
perdieron de forma involuntaria no tiene cabida en el mundo
de las personas sordas por varios conceptos.
Uno de los principales puntos de apoyo a mi tesis está en
que las personas sordas tienen una capacidad de adaptación
asombrosa, en lo referente al mundo laboral, y no precisan
acompañantes que les indiquen a cada momento lo que tienen
que hacer.
En mi larga trayectoria laboral, como empleado y como
empresario, en contactado con cientos de personas sordas
cuya situación personal no se difiere, en nada, de las demás
personas. Salvo en la comunicación. He fundado numerosas
entidades en las que se realizan gestiones para conseguir
empleo y empresas, que en su momento, se llamaban Centros de
Trabajo Protegido en los que se empleaban a personas sordas.
Aún hoy en día existen algunos de ellos, aunque con otro
nombre.
Pero, insisto e insistiré, influye mucho el sistema de
educación recibido; el trato ofrecido por la familia; el
contacto inicial con la sociedad…
En la educación han perdido, y mucho, el concepto del porqué
la reciben y ello influye después en su vida.
En el entorno familiar se ha acostumbrado, el sordo, a
recibir un trato bastante diferenciado al resto de los demás
miembros y ello redunda en el futuro comportamiento del
mismo en todos los niveles… se hace la víctima cuando le
conviene.
Por ello, es preciso educar a los padres sobre el alcance
del comportamiento genérico hacia la persona sorda. No puede
ni debe haber diferencias de trato, el sordo es
completamente igual, en derechos y deberes, excepto en el
modo de comunicación, que los demás miembros de la familia.
No es nadie especial. De lo contrario se creerá con derechos
que no existen para los demás.
Dejando el tema de la educación, entremos en el de formación
profesional. Hoy en día cualquier sordo puede acceder a la
Universidad y con ello abrirse paso en el mundo laboral y
profesional como los demás no sordos, lo que hace nulo el
interés por incluirlo en planes de inserción laboral que no
van con él.
Al igual que las personas oyentes, los límites de la
capacidad de las personas sordas están distribuidos
porcentualmente en comparación con el resto de la población,
pero no puede ni deben estar incluidos en un supuesto
colectivo marginal (entiendo como colectivos marginales los
compuestos por personas en situación de exclusión como
personas con minusvalías severas, personas con adicciones,
personas privadas de libertad, etc, excepto en supuestos
puntuales e individuales muy concretos), y ello entra de
lleno en la formación profesional.
En todas las ramas del mundo laboral hay personas sordas que
desempeñan sus cometidos y/o funciones a la perfección sin
problema alguno desde hace años. Sólo la incomprensión y la
mala leche producen una visión errónea.
Por ello es necesario influir y educar, si es posible, a la
sociedad contemporánea en general para que erradique la
creencia de que las personas sordas pertenecen a otro mundo
distinto.
Este invento de la integración laboral solo servirá para que
algunas personas, que no serán las incluidas en sectores
marginales, saquen provecho crematístico de alguna manera,
pese a que suelen denominarse colectivos sin ánimo de lucro…
la realidad es bien distinta. Con algo han de vivir esos
componentes de la élite organizativa de actos benéficos
¿no?, estamos de acuerdo en ello pero nunca, entiéndase
bien, nunca toleremos que se enriquezcan a costa de eso,
aferrados al cargo como están.
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