Harto de deshojar margaritas en la
loma (“son extremistas/no son extremistas…”, ¡perdón, en qué
estaría pensando…!, iba a escribir “ me quieren/no me
quieren”, ya saben), decidí marcar un paréntesis cruzando el
Estrecho a primeras horas de la mañana para luego y desde
Algeciras enfilar la carretera camino de la antigua Gades
desviándome, a poca distancia de la isla donde desembarcó el
beréber Tarif, hacia el conjunto arqueológico de Baelo
Claudia. Hombre, no son las ruinas de Palmira que evocaba el
conde De Volney pero guardan su “glamour” en un paisaje de
agreste belleza y el personal al cargo, además de muy
profesional, es particularmente amable. En el cruce con la
general y junto a un montón de sandías un rural letrero
anunciaba 15 kilos de patatas a 5 euros, mientras una alegre
piara de jalufillos ibéricos que retozaba por los
alrededores iluminaba en mis neuronas el castizo refrán
español: “quien echa flores a los cerdos, pierde las flores
y estropea a los cerdos”. Por consiguiente, que ya decía
Isidoro.
La ciudad de “Baelo Claudia”, también conocida como Bolonia,
marcó varias centurias en el reloj del tiempo antes y
después de la Era Común, estando su existencia muy ligada al
comercio con el Norte de África (las dos provincias
Mauritanas), enlazando directamente con el puerto de Tingis
(Tánger). Comunidad agropesquera y comercial, bien
urbanizada, el emperador Claudio (41-54 EC) le otorgó la
titularidad de municipio romano pues, no en vano, Baelo
Claudia nos legó todo tipo de elementos representativos de
una pequeña y coqueta ciudad imperial, siguiendo los
parámetros urbanísticos clásicos en Roma: un sólido recinto
amurallado, el “Cardo” y el “Decumanus maximus” debidamente
enlosados, tres acueductos y un notable abastecimiento de
agua potable, termas (todavía hoy. algunos levitan con el
“invento” del “hammám” y otras gloriosas “aportaciones” a la
civilización…), varios templos (destacaría el dedicado al
culto de la egipcia Isis, con notables semejanzas al
cristiano de la Virgen y el Niño), edificios
administrativos, el foro… y, no podía faltar, un teatro. En
la otra orilla el más cercano que concozco es el de Lixus,
en Larache.
Tras ir a mover el diente por las cercanías en alegre y
familiar compañía, con una espléndida vista de la zona oeste
de El Estrecho y la silueta, en lontananza, del cabo
Malabata cerrando la bahía de Tánger, reflexionaba sobre los
vaivenes de la historia teniendo una vez más claro y nítido,
a la vista de las ruinas romanas de Baelo Claudia, quién
puso en la región a uno y otro lado del Estrecho los pilares
de la cultura y el conocimiento, los fundamentos de nuestra
civilización. Quien no conoce su historia puede que se vea
obligado a repetirla… Ahora que algunos, desde parámetros
religiosos que intercambian el término de “conquista” por el
de “apertura” (la suya, naturalmente), marean la perdiz y
revuelven en el pasado alegando pretéritas presencias como
puerta de entrada y justificación a ciertos anhelos
anexionistas, conviene tener y dejar muy claro que nosotros,
herederos en lengua, cultura y patrimonio de una fecunda
romanización, pues mira por donde… estuvimos aquí y allí
mucho antes. Por tanto y siguiendo la pauta, ¿por qué no
empezamos a reivindicar el antiguo “Mare Nostrum”?. Y cada
mochuelo a su olivo.
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