Y volvió a sonar el “shofár”
(cuerno de carnero) en las sinagogas recordando la
revelación del Sinaí…, recordando la reunión de la Diáspora
que tanto se añora…, marcando el fin del ayuno y celebrando
la “ cabeza del año”, la entrada del Año Nuevo según el
calendario hebreo que va ya, como les adelantaba el pasado
martes, por el año 5769, mientras las comunidades judías en
Eretz Israel y a lo largo del mundo descansan, oran tres
veces al día en sus sinagogas y celebran la nueva entrada
del año: “Tocad la trompeta ante la luna nueva, la luna
plena de nuestra festividad porque es un precepto para
Israel, una orden del Dios de Jacob” (Salmo 81, 4). Este
primer mes encierra además dos importantes festividades para
este viejo y sabio pueblo, cinco veces milenario: Yom Kipur
(Día del Perdón) y Sucot (Fiesta de las Cabañas). Para el
Judaísmo, Rosh Hashaná y Yom Kipur conforman una unidad
espiritual, los “Días de Temor” (Yamim Norain), por ser éste
el momento en que el único Dios (el Judaismo es
estrictamente monoteísta), Yhavé, el Dios de nuestros Padres
y el Dios de toda la Humanidad, juzga al mundo, motivo por
el cual el mes de Tishrei está representado por la balanza,
en la que se pesan las buenos y malas actos de todos los
humanos. Días temibles, sí y también introspectivos para los
temerosos de Dios, pero también dulces para una comunidad
que disfruta, estos días, de una gastronomía en la que reina
la miel y el azúcar, con cuya ingesta se quiere exorcizar el
mal abogando por un año dulce. También son fechas
iniciáticas, de crecimiento espiritual, en la que cada
persona cuando oye el sonido agudo y penetrante del “shofár”,
estremeciendo las carnes, hace un balance de su existencia
para encarar el año que se abre renovado y con el alma
limpia.
Si bien el Libro de las Libros, la “Tanak” o Biblia hebrea
(por diferenciarla de la Biblia cristiana, con el añadido
del Nuevo Testamento) establece el mes de Nisán (entre
marzo-abril) como el primero de los meses del año judío
(Éxodo), más tarde la tradición judía consolidó el mes de
Tishrei (hacia septiembre u octubre), séptimo mes a partir
de Nisán como comienzo del Año Nuevo, conmemorando en el
mismo la creación, simbólica, de la humanidad a través de
Adán (Génesis contempla dos versiones diferentes), paradigma
primigenio que es asumido en las creencias religiosas del
Cristianismo y el Islam, dos ramas del tronco referencial
judaico, nacidas todas del común padre Abrahám.
El pasado lunes 29 de septiembre, al atardecer y con las
primeras estrellas brillando en el firmamento nacía el año
5769, Año Nuevo de este milenario calendario cuya festividad
se celebró a lo largo del martes y miércoles. Viejo pueblo:
“Con tus gemidos se ha arrullado el mundo y juega con las
hebras de tu llanto, los surcos de tu rostro, que amo tanto,
son cual llagas de sierra de profundos”, cantaba Gabriela
Mistral. “Maljuiot”, “Zijronot”, “Shofarot”; “Shalom leculam,
javerim”. Un sinfín de bendiciones y que un futuro, libre y
en paz, se abra para todos: “Y romperán sus espadas para
hacer con ellas azadones y sus lanzas trocarán en podaderas.
No alzarán más espadas nación contra nación, ni aprenderán
más la guerra” (Isaías II, 2 a 4). “Shaná Tová Umetuká”: que
Dios nos conceda un año bueno y dulce, como la miel. ¡”Lejaim”,
por la Vida!.
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