De entre las variadas definiciones
de mito, me quedo con ésta, según el diccionario de la
lengua española: Fábulas predominantemente de carácter
religioso o relatos que desfiguran lo que es una cosa y le
dan apariencia de ser más valiosa o más atractiva.
Pero puesto a echar mano de otra definición más cercana a lo
que viene ocurriendo en Ceuta con el presidente de la
Ciudad, creo que ésta le viene que ni pintiparada:
Representación deformada o idealizada de alguien o algo que
se forja en la conciencia colectiva.
Los mitos son máscaras, relatos que tallan en la memoria de
la gente recuerdos falsos y creencias impersonales; leo en
el prologo de ‘Los mitos de la Historia de España’,
magnífico libro de Fernando García de Cortázar. Los
mitos tienen, ciertamente, parte de verdad y de artificio.
El mito más importante, ahora mismo y a escala nacional, es
Iker Casillas; portero del Real Madrid. Y en menor
medida, no creo que haya en la actualidad, ningún político
de provincias que pueda compararse con Juan Vivas.
Quien lleva camino de convertirse en leyenda viva de un
pueblo que lo ha idealizado.
Un pueblo, donde sus habitantes, mayoritariamente, piensan
que el presidente siempre toma las mejores decisiones. Y,
cuando yerra, salen a relucir todas las excusas habidas y
por haber para que el símbolo no sufra el menor desgaste.
Lo cual es más que comprensible: los mitos deben ser seres
perfectos y hechos de una pasta especial de la cual
carecemos los demás mortales. De lo contrario no serían
mitos. De modo que por más que se empeñe, mi estimado Manuel
Calleja (a quien suelo leer con placer) en combatir esa
entrega absoluta a cuanto hace y dice Vivas, nunca
conseguirá hacerse entender por la masa.
Si bien es cierto que existe una minoría que comulga con su
parecer y celebra que haya alguien más dispuesto a no caer
en ese embelesamiento colectivo que tanto daño puede hacerle
al presidente como persona, aunque sea rentable en
innumerables adhesiones en las urnas.
El mito, cuando no tiene verdadera conciencia de que forma
parte de la fantasía de muchas personas, lo más fácil es que
se aleje de la realidad diaria y comience a levitar. Hasta
el punto de llegar a creerse a pie juntillas que es, en
verdad, un ser extraordinario y a quien le ha sido concedido
el carisma que, según dicen, sólo le concede Dios a los
elegidos para que puedan ponerse al frente de cualesquiera
causas y las lleven a buen fin.
Juan Vivas haría bien en dedicar cierto tiempo del día a
reflexionar cómo ha sido su vida y de qué manera ha tenido
que comportarse a fin de labrarse el presente del cual
disfruta. Terapia que le ayudará a no olvidar los errores
cometidos y, desde luego, las decisiones adoptadas en
momentos donde otras personas salieron perjudicadas por
ellas.
Es la mejor forma de recordar un pasado que le impedirá
acostarse cada noche convencido de que si la gente lo
considera mito será por algo. Y si aun así, llega a ese
extremo, lo mejor es contratar los servicios de un asesor,
que sea capaz de cumplir el papel que cumplían los bufones o
aquellos bajitos que iban detrás de los emperadores romanos,
recordándoles todo cuanto sabemos que les recordaban. El
presidente sabe de qué hablo...
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