Centrándome en la educación de las
personas sordas, discutido en profundidad en múltiples
reuniones, las expectativas y las oportunidades siempre han
estado presentes. Lo que pasa es que nadie ha dado el paso
efectivo para lograr una implantación educativa que redunde
completamente en beneficio de la persona sorda.
Cualquier persona sorda tiene la misma capacidad de
captación, mediante el estudio, que una persona no sorda. El
problema está en que no han sabido encauzarlo de una manera
efectiva, siendo la denominada integración un tremendo error
de bulto donde no aprenden absolutamente nada.
No existe duda alguna de que los profesores que no utilizan
o no saben el lenguaje de signos no pueden enseñar
genéricamente a alumnos sordos integrados en las aulas con
alumnos no sordos. Para que el sordo aprenda, al mismo nivel
que sus compañeros no sordos, el profesor debe dedicarse
plena, y únicamente, al alumno sordo lo que es a todas luces
imposible en un colegio público.
Todas las metodologías y todos los recursos SI SIRVEN para
lograr que el alumno sordo acceda a todas las oportunidades
de desarrollo personal y profesional a las que tiene pleno
derecho como todos los demás ciudadanos del país. ¿Dónde
ésta la pega?... la pega está en los métodos de
comunicación. Sólo ahí.
La mentira propagada de que los niños y niñas con sordera
que se comunican en lengua oral (deberían definirlo con
precisión: se comunican por el método oral, no por lengua
oral) presentan necesidades diferentes a las de las demás
personas sordas es fácilmente contrastable con la ambición
monetaria. Porque la única verdad, la única razón para que
un sordo, sordo profundo, pueda oír, es la sanación de la
parte cerebral que aglutina los sonidos… a la más temprana
edad posible por no mencionar intervenciones intrauterinas.
La aplicación de la tecnología, llámese nanotecnología o lo
que sea, sólo conduce a trasladar los sonidos a una parte
del cerebro “averiada” que no es capaz de separar todos y
cada uno de los sonidos a la perfección, traduciéndolos en
un maremágnum de notas discordantes que necesitan depender
de la vista para concretarlas.
No voy a entrar en el resbaladizo terreno de tratar de los
familiares de la persona sorda que no son sordos. Ahí
cuenta, y mucho, los sentimientos egoístas antes que la
verdadera necesidad de encauzar la vida del niño sordo.
De hecho, he conocido y conozco a muchísimos padres que han
adquirido la lengua de signos para comunicarse con sus
hijos… éstos han salido ganando, con mucho, frente a
aquellos padres que miran con malos ojos el movimiento de
manos y brazos. El resultado de éstos últimos está a la
vista: personas sordas extraviadas en un mundo de tiburones
sin saber que hacer, cuando se hacen mayores y pierden a los
familiares, creándose ellos mismos un mundo cerrado. ¿Es
esto lo que quieren muchos padres?
Lo extraño, lo desconcertante de todo el problema está en
las propias asociaciones que defienden íntegramente el
método oral. Dirigiéndome a los mismísimos dirigentes de
esas asociaciones, les pregunto: ¿Cómo es que sus propios
hijos reniegan de ése método y se unen al del lenguaje de
signos?
¿Qué no?... ¿Cómo es que la hija de la propia presidenta de
la asociación ceutí de padres y amigos de los sordos, que ha
transcrito ese artículo, esté completamente inmersa en un
asociacionismo totalmente opuesto al que propaga su propia
madre? ¡Y se comunica con el lenguaje de signos! ¿Así la han
enseñado?
No voy a seguir más sobre el tema. Los padres son los
responsables del futuro de sus hijos, así que son ellos los
que deciden.
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