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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 1 DE OCTUBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

El artículo de María del Carmen Fernández
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Dice Juan Vivas, refiriéndose a la intensidad y duración de las lluvias caídas durante el domingo y el lunes, que él no ha visto nada igual en Ceuta en los 55 años de vida que tiene. Igual, no; seguro que no. Pero tampoco puede considerarse moco de pavo el temporal que azotó la ciudad en el mes de noviembre de 1982.

Todo comenzó el sábado 6 del mes reseñado y continuó el domingo. Donde la fuerza del viento era de 130 kilómetros. La lluvia, sometida a los rigores del viento, hizo estragos en muchos sitios de una ciudad que carecía de casi todos los medios necesarios para hacerle frente a aquella fuerza desatada de la naturaleza.

Muchas fueron las personas que vieron sus viviendas inundadas y todos sus enseres estropeados. Pero la prensa destacó, sobre todo, la mala suerte que habían tenido los deportistas pertenecientes al Club de los Delfines, por haber perdido cuanto material tenían almacenado en el barracón del pantano.

En aquel tiempo, el debate estaba centrado en los terrenos de la Gran Vía. Una zona que desacreditaba a una ciudad que era visitada por numerosos viajeros. La Gran Vía era un vertedero indecente. Una ruina, donde había muros si derruir, suciedad por doquier y maleza que crecía a la par que la dejadez seguía siendo la nota predominante de quienes estaban obligados a poner freno a tanta miseria urbana.

Los políticos de entonces, cuando se les culpaba de permanecer ajenos a tanta inmundicia, solían responder que lo de la Gran Vía databa de 1912 y que, por tanto, esa vergüenza existía antes de acceder ellos a los cargos que ostentaban. Tampoco daban explicaciones convincentes de por qué Ceuta estaba tan sucia en aquello años, sino que defendían incluso la postura de la empresa encargada de ello. Cierto que aquella empresa tenía la mala costumbre de tener contentos a ciertos políticos.

En fin, que hablando del temporal de aquel fin de semana del año 82, he sacado a relucir algunos trapos sucios de los políticos de aquella etapa de la vida de una ciudad que aspiraba ya a convertirse en otra bien distinta, en cuanto llegaran los fondos europeos. Y así ha sido para alegría y fortuna de quienes están sentados en los bancos del poder municipal.

De cualquier manera, y aunque el cambio que se ha producido en la ciudad es inmejorable en todos los aspectos, conviene no olvidarse de las continuas denuncias que se vienen haciendo desde todos los puntos de la periferia. Porque hay barrios donde los vecinos tienen todo el derecho del mundo a quejarse. Barrios en los que las diferencias con el centro son abismales.

La denuncia que más me ha llamado la atención, últimamente, ha sido la hecha por María del Carmen Fernández Perea, en este medio. Vecina de Benítez. Expone ella en su artículo, bajo el título ‘El centro y la periferia’, magníficamente escrito y con una clara enumeración de los problemas de su barrio, la discriminación a la que está siendo sometida la periferia. Acusando de la desidia que existe hasta el momento para evitar por todos los medios que Benítez, como otros muchos sitios, parezcan territorios abandonados de la mano de... los políticos. Y lo mejor es que lleva razón. Y que sabe exponerla la mar de bien. Ojalá que ‘El Pueblo de Ceuta’ reciba muchos artículos como el de Fernández Perea.
 

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