Dice Juan Vivas,
refiriéndose a la intensidad y duración de las lluvias
caídas durante el domingo y el lunes, que él no ha visto
nada igual en Ceuta en los 55 años de vida que tiene. Igual,
no; seguro que no. Pero tampoco puede considerarse moco de
pavo el temporal que azotó la ciudad en el mes de noviembre
de 1982.
Todo comenzó el sábado 6 del mes reseñado y continuó el
domingo. Donde la fuerza del viento era de 130 kilómetros.
La lluvia, sometida a los rigores del viento, hizo estragos
en muchos sitios de una ciudad que carecía de casi todos los
medios necesarios para hacerle frente a aquella fuerza
desatada de la naturaleza.
Muchas fueron las personas que vieron sus viviendas
inundadas y todos sus enseres estropeados. Pero la prensa
destacó, sobre todo, la mala suerte que habían tenido los
deportistas pertenecientes al Club de los Delfines, por
haber perdido cuanto material tenían almacenado en el
barracón del pantano.
En aquel tiempo, el debate estaba centrado en los terrenos
de la Gran Vía. Una zona que desacreditaba a una ciudad que
era visitada por numerosos viajeros. La Gran Vía era un
vertedero indecente. Una ruina, donde había muros si
derruir, suciedad por doquier y maleza que crecía a la par
que la dejadez seguía siendo la nota predominante de quienes
estaban obligados a poner freno a tanta miseria urbana.
Los políticos de entonces, cuando se les culpaba de
permanecer ajenos a tanta inmundicia, solían responder que
lo de la Gran Vía databa de 1912 y que, por tanto, esa
vergüenza existía antes de acceder ellos a los cargos que
ostentaban. Tampoco daban explicaciones convincentes de por
qué Ceuta estaba tan sucia en aquello años, sino que
defendían incluso la postura de la empresa encargada de
ello. Cierto que aquella empresa tenía la mala costumbre de
tener contentos a ciertos políticos.
En fin, que hablando del temporal de aquel fin de semana del
año 82, he sacado a relucir algunos trapos sucios de los
políticos de aquella etapa de la vida de una ciudad que
aspiraba ya a convertirse en otra bien distinta, en cuanto
llegaran los fondos europeos. Y así ha sido para alegría y
fortuna de quienes están sentados en los bancos del poder
municipal.
De cualquier manera, y aunque el cambio que se ha producido
en la ciudad es inmejorable en todos los aspectos, conviene
no olvidarse de las continuas denuncias que se vienen
haciendo desde todos los puntos de la periferia. Porque hay
barrios donde los vecinos tienen todo el derecho del mundo a
quejarse. Barrios en los que las diferencias con el centro
son abismales.
La denuncia que más me ha llamado la atención, últimamente,
ha sido la hecha por María del Carmen Fernández Perea,
en este medio. Vecina de Benítez. Expone ella en su
artículo, bajo el título ‘El centro y la periferia’,
magníficamente escrito y con una clara enumeración de los
problemas de su barrio, la discriminación a la que está
siendo sometida la periferia. Acusando de la desidia que
existe hasta el momento para evitar por todos los medios que
Benítez, como otros muchos sitios, parezcan territorios
abandonados de la mano de... los políticos. Y lo mejor es
que lleva razón. Y que sabe exponerla la mar de bien. Ojalá
que ‘El Pueblo de Ceuta’ reciba muchos artículos como el de
Fernández Perea.
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