La Constitución de 1812 consagró
el derecho a la educación y por ello se ha venido luchando
en firme, en los últimos 150 años, desde que se proclamó la
conocida como Ley Moyano (1.857), la primera norma que
reguló la enseñanza en España. Quienes han estudiado la
legislación educativa confirman que estas leyes son el mejor
reflejo de la verdadera evolución del país. Hay problemas
cíclicos y aspiraciones del siglo XIX que aún no se han
materializado, aunque, sin duda, muchos avances: “La
situación, cuando se promulgó la Ley Moyano y la actual, son
diferentes; los contextos son muy distintos, pero, si bien
entonces, el fallo estuvo en la fundamentación económica de
la Ley, ahora el porcentaje del PIB que está destinando es
corto”.
Los docentes de hoy coinciden en que hay que dedicar más
dinero para tener profesores bien formados, una organización
óptima de los medios y un sistema educativo que recoja las
aspiraciones de todos los ciudadanos. Sin duda, un consenso,
que fue la clave para que la Ley Moyano se mantuviera
vigente durante más de un siglo, un dato que contrasta con
las tres legislaciones que se han superpuesto en la última
década. “Desde la Ley Moyano, todos los gobiernos han
modificado las leyes para adaptarlas a sus ideas políticas y
sociales. Los intereses políticos han prevalecido, en
diferentes etapas, sobre los puramente pedagógicos”
Los pedagogos coinciden en que cada sistema educativo ha
tenido su ideólogo particular, y que la preocupación del
docente ha cambiado muy poco a lo largo de los años.
También, en aspectos laborales. En los años 70, cuando
desaparecieron los centros de una sola unidad, maestro
único, hubo que recolocar a los profesores, como ocurrió con
la LOGSE y la eliminación de los cursos 7º y 8º. Hoy sería
impensable una legislación que dejase olvidados, como hizo
la Ley Moyano, los derechos del profesorado, que ni siquiera
tenía contemplada su jubilación.
Algo menos mejorado en el aspecto adquisitivo, pero cada vez
menos prestigio y reconocimiento social. En el siglo XIX, el
Instituto era un centro donde impartían clase los señores
profesores; ahora todo esto se cuestiona y, como anécdota,
hasta se debate en determinados programas sobre si se debe
castigar o no a un profesor.
Los cambios en el sistema educativo se han sucedido en
diferentes direcciones. Hasta 1884, la mujeres cobraban un
tercio menos que los hombres y tuvieron que pasar más
décadas para lograr que las profesoras no sólo impartieran
Religión o las trasnochadas asignaturas de Labores, propias
del sexo.
“La administración nos presiona a los docentes, pero hay que
mirar más a la familia y a los problemas de integración del
alumnado… La Ley Moyano hizo posible la educación universal,
pero entonces estudiaba el que podía, o el que quería.
Durante años fue así. La obligatoriedad, hasta los 16 años,
ha propiciado la aparición de objetores escolares, alumnos
sin interés y que lleguen a desarrollar conductas violentas
hacia sus profesores y compañeros; y luego, están los niños
con problemas de integración y a los que, por falta de
medios, no se les puede atender adecuadamente; dos problemas
que, al final, pasan factura en la calidad de la educación…
la culpa no es sólo de la Ley, sino de la familia y su rol,
y la falta de respeto hacia el profesorado”.
¿Qué ha venido sucediendo en nuestro sistema educativo que,
tras varios decenios, ha sufrido una caída vertiginosa,
convirtiéndolo en uno de los principales problemas de
nuestra sociedad? Para el profesor González de Cardedal, en
“tercera de ABC”, “el problema existe porque se ha quebrado
la ilusión de muchísimos profesores que, habiendo ido a la
enseñanza con una admirable generosidad y entrega para
formar personas, tras largos años de ejercicio, han ido
viendo desaparecer su gozosa implantación en las aulas,
sustituida, primero por la distancia, luego por la
incomodidad, finalmente por el temor y el miedo. La
formación en cualquiera de las órdenes que acontezca se basa
en el régimen de confianza, de audiencia y obediencia como
primer paso; nunca sospecha. El viejo lema “el que aprende
necesita otorgar crédito al que enseña”, ha sido sustituido,
en muchos casos, por la distancia crítica de los alumnos, de
los padres y de las asociaciones, que reclaman, denuncian y
convierten al profesor en un presunto culpable. Del crédito
otorgado antes al profesor frente a lo que el hijo dijere,
hoy los padres otorgan rédito incondicional al hijo,
convirtiendo automáticamente al profesor en reo… Sin apoyo y
confianza de padres y autoridades ministeriales, los
profesores se sienten solos e indefensos. Se repliegan a
mínimos, piden permisos para otras actividades, reciben
bajas por depresión, anticipan jubilaciones y, en cuanto
pueden, marchan…”
En tal situación es inhumano que haya proponer la vocación
educativa para héroes o quede sólo como un medio de vida y
no de ilusión al mismo tiempo.
“Y cuando llega el momento de la jubilación, deseo de que
nos llegue a los 60 años, abandonando nuestro centro, con
nostalgia, porque siempre se pensó, y se seguirá pensando
que ser forjador de hombres y mujeres, es la más bella
misión. Y, a veces, cuando se encuentra en su madurez
personal y profesional, pudiendo ofrecer a la sociedad los
mejores frutos”.
Para D. Andrés Manjón, “lo básico y fundamental del maestro
es conocer la verdad y hacer que la conozcan, ésta es la
misión del que enseña; conocer y enseñar las verdades que
son luz y guía en los caminos de la vida, ésta es la
principal misión del educador, saber cuál es nuestro origen
y destino y el camino que une esos dos términos, según la
luz de la razón y revelación, o realizando todos nuestros
fines parciales, sumados en un fin supremo y universal…
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