Los cuarenta años de la Unión Aduanera de la Unión Europea
han sido decisivos para mejorar las condiciones humanas,
salir al encuentro de las esperanzas de los pueblos que se
debaten a veces en condiciones precarias, abriéndose a
nuevos horizontes bajo la ausencia de los derechos de aduana
en las fronteras entre países miembros, con derechos comunes
sobre las importaciones procedentes de fuera de la Unión
Europea, aglutinando una semántica común del valor en
aduana. A partir de la decisiva fecha del 1 de julio de
1968, por cierto año y medio antes de lo previsto en el
Tratado de Roma, se empezaron a sembrar normas aduaneras
comunitarias que hicieron más fácil el libre comercio, no en
vano una unión aduanera es un área de libre comercio que
además, establece una tarifa exterior común; es decir, que
los Estados miembros establecen una política comercial común
hacia los Estados que no son miembros. El derecho al
desarrollo ha de convertirse en un principio regulador de
las relaciones internacionales entre países.
A mi juicio han de ser eliminados los obstáculos que
dificulten la integración de países. Se hace necesaria una
conversión profunda de las mentalidades, pues es preciso que
los hombres de todas las culturas, como puede ser la
europeísta, se integren en una lógica de puertas abiertas.
Esto favorece a todos y es una condición para la paz. Ya se
trate de una economía nacional o de relaciones económicas
internacionales, la experiencia muestra que no puede
mantenerse indefinidamente un régimen que no tenga como
objetivo la apertura de mercado.
Hoy, gracias al buen entendimiento, no exento de
dificultades, la Unión Aduanera Europea es, sin duda, un
ejemplo de buen hacer y aún mejor decir. Que veintisiete
países trabajen codo con codo, todos a una y en la misma
dirección, ya es por si mismo un gran avance. La unificación
de los mercados puede ofrecer grandes oportunidades de
progreso y bienestar, no sólo a los países europeos
miembros, también a los que no lo son, si la eliminación de
las barreras comerciales es concebida como una consecuencia
natural y humana de la globalización que forma y conforma la
familia humana, buscando sinceramente más que el interés
comercial, la armonía del mercado y la superación de
cualquier egoísmo entre naciones.
EL MAYOR ESPACIO DE LIBRE MERCADO EN EL MUNDO
La Unión Aduanera Europea es zona libre en un mundo tantas
veces acotado por injustos frentes e injustas fronteras. Lo
hemos conseguido. Debemos estar orgullosos de que así sea.
Hoy por hoy, tenemos el mayor espacio de libre mercado en el
mundo, donde las empresas pueden ofertar sus productos y los
consumidores comprarlos en cualquier Estado miembro sin
tener que pagar los derechos de aduana o someterse a los
pesados controles sistemáticos que suelen ralentizar doquier
operación. Llegado a este punto, Europa ha de seguir
avanzando para hacer de su territorio un lugar ético para
hacer negocios, promoviendo y facilitando un comercio
legítimo, ayudando en particular a las pequeñas y medianas
empresas a fin de que puedan competir con éxito en el
mercado mundial, generando crecimiento y puestos de trabajo
dignos. No hay que perder de vista el comercio justo, algo
que hay considerar y reconsiderar como una versión humanista
del comercio libre.
Europa ha de implicarse y aplicarse en el comercio justo, ha
de legislar para ello, para promover una relación comercial
voluntaria y legítima entre productores y consumidores. A
través de la Unión Aduanera, con cuarenta años de historia
que le legitima para sentar nuevos cimientos, se debe avivar
el que los productores se asocien, formen parte de
cooperativas y funcionen democráticamente. Hay que inspirar
libre iniciativa y trabajo, en rechazo a los subsidios y
ayudas asistenciales. De ahí la frase del comercio justo:
“Comercio, no ayuda”. La Unión Europea tiene que ser puntera
en el rechazo total a la explotación infantil. Cada año
millones de niños en todo el mundo son víctimas de la trata
de seres humanos, un problema que no es ajeno a Europa ni
tampoco a España, puesto que según datos de la Organización
para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), sólo en
nuestro país hay más de veinte mil menores identificados por
la Policía víctimas de la explotación.
De igual modo, en esa área libre de comercio que es la Unión
Aduanera, debe asimismo, vivificarse la igualdad entre
hombres y mujeres, apoyándose en el trabajo con dignidad,
respetando los derechos humanos. El precio que se paga a los
productores permite condiciones de vida dignas, que han de
ser extensivas y solidarias. Hay que también valorar la
calidad y la producción ecológica, protegiendo el medio
ambiente. En la misma línea, la Unión Aduanera ha de
proporcionar a la Europa de los pueblos, a toda la
ciudadanía, protección, garantías frente a los riesgos
planteados por el comercio internacional. Las aduanas han de
amparar a la ciudadanía de los peligros actuales, como
pueden ser drogas, dispositivos de terrorismo, productos
peligrosos, animales enfermos, piraterías y falsificaciones,
etc. La Unión Aduanera ha de jugar un papel importante en el
bloqueo de estos falsos productos antes de que lleguen a los
consumidores. En este sentido, hay que reconocer los
considerables logros de las autoridades aduaneras de los
Estados miembros a lo largo de estos cuarenta años.
Reconocer esta labor es tan justo como necesario porque el
papel de las aduanas no es fácil y, por desgracia, a veces
no es lo suficientemente valorado este trabajo que, por otra
parte, es fundamental. Tanto es así, que los diversos
servicios de aduanas de la Unión colaboran estrechamente con
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, con la industria y los
principales socios comerciales de la Unión Europea, para
hacer frente a los retos que supone la creciente e imparable
globalización, que exige más que nunca la protección a la
ciudadanía contra los productos peligrosos y combatir la
delincuencia organizada, el terrorismo y el contrabando.
UN HITO EN NUESTRA HISTORIA EUROPEÍSTA
Seríamos injustos si no reconociésemos a la Unión Aduanera
como un hito en la historia de la construcción de la Unión
Europea. Eliminando los aranceles y las restricciones entre
países, creando un arancel aduanero común, promoviendo una
política comercial común para la Comunidad Económica
Europea, lo que se estaba gestando es el inicio de una
economía más fuerte. Todo esto, como ya dije, entró en vigor
el 1 de julio de 1968, una fecha inolvidable que no puede ni
debe pasar desapercibida entre los europeístas. Han pasado
los años y las aduanas son como ese aire necesario para
respirar, por una parte han de facilitar el comercio
internacional al servicio de una economía en continuo
dinamismo, y, por otra parte, han de ser eficaces en la
lucha contra el fraude, uno de nuestros grandes males del
siglo actual, garantizando así seguridad, algo sumamente
vital para el libre comercio entre países.
El equilibrio entre la facilitación del comercio
internacional y la lucha contra el fraude, que son
inseparables, ha de evolucionar de acuerdo con los tiempos
modernos, para que no se resienta el mercado. La Unión
Europea juega con ventaja en este sentido, no cuenta con un
servicio aduanero único, sino con veintisiete
administraciones aduaneras nacionales actuando al unísono,
colaborando en el contexto de una política europea y de un
marco jurídico común (el Código Aduanero de la Comunidad)
que fija las normas y los procedimientos aplicables.
Los servicios aduaneros de la Unión Europea, en
consecuencia, ejercen una doble función, tan necesaria la
una como la otra. Actúan como recaudadores de impuestos que
cobran derechos de importación, pero cada vez más son
también guardianes que vigilan las fronteras exteriores de
la Unión para la salud y seguridad de sus ciudadanos. Como
es lógico, para mejorar este doble servicio, las autoridades
aduaneras de la Unión Europea quieren ser administraciones
eficaces y eficientes, ultramodernas y ágiles, próximas a la
ciudadanía para mejor servir a los europeos. Se dice, se
comenta, se ha publicado, está como título preliminar de
acciones, que en los próximos diez años se pongan en marcha
varias iniciativas al respecto, como el plan de aduanas
electrónicas con vistas a conseguir un sistema de aduanas
sin papel para el año 2012 y la modernización del Código
Aduanero Comunitario, que es la vertiente jurídica de la
aduana electrónica. La guinda del avance sería una Red
Europea de Laboratorios Aduaneros que está poniendo a punto
una política común de calidad para garantizar que las nuevas
normas técnicas se interpreten de manera uniforme en toda la
Comunidad.
Los servicios aduaneros nacionales no pueden trabajar
aisladamente, ni tampoco puede hacerlo la Unión Aduanera
Europea en la era de un comercio global en el mundo. Sin
duda, la cooperación entre países es vital, ante las
numerosas amenazas que las aduanas deben prevenir. Además de
los sistemas de intercambio de información entre los países
de la Unión Europea previstos en nuestra legislación
aduanera, se han creado grupos de contacto para estrechar la
cooperación entre los funcionarios de aduanas en los
principales puertos, aeropuertos y puestos fronterizos
terrestres de la Unión Europea. De igual modo, se han
firmado acuerdos con sus principales socios comerciales en
el mundo, que han permitido la puesta en marcha de
operaciones y proyectos piloto conjuntos.
LA APUESTA POR UNA UNIÓN ADUANERA MUNDIAL
Cuarenta años de singladura dan una cierta madurez y
experiencia. El camino recorrido por la Unión Aduanera ahí
está. Las autoridades aduaneras deben ser capaces no sólo de
seguir proporcionando un servicio de primera clase para los
ciudadanos y empresas, también han de contribuir a la puesta
en práctica de nuevas solidaridades en relación al comercio
internacional. Los lazos que han de instaurarse no pueden
responder solamente a los imperativos del desarrollo
económico, ha de cuidarse asimismo el campo humano y social.
Numerosas tensiones actuales tienen su origen en la
incapacidad de no saber aunar principios rectores de
política económica con la política social. La justicia
social exige que el comercio internacional, para ser humano
y ético, restablezca entre las partes al menos una cierta
igualdad de oportunidades. Estos problemas lejos de estar
resueltos se han agravado con la globalización. Otro
comercio más equitativo ha de ser posible, también en la
Europa de las crecientes desigualdades donde la Unión
Aduanera es el elemento esencial del mercado común. Ignorar
la barrera de la miseria, que separa a los que están bien
abastecidos de los que están desprovistos, es antiético y
antiestético porque todos los seres humanos son iguales en
dignidad.
Pienso que haría falta una Unión Aduanera Mundial más
consistente que un simple alineamiento mundial de aduanas,
con autoridad suficiente para poner orden en el ámbito del
fomento de una cooperación cada vez más estrecha entre las
naciones del mundo. Sólo así la lucha contra todo tipo de
fraude será más efectiva. El modelo de la integración entre
los veintisiete países de la Unión Europea tiene muchos más
logros que fracasos. En la cuenta de resultados, una
historia viva que ahí está. Los servicios aduaneros combaten
la falsificación, fenómeno creciente en envergadura y
peligrosidad que ya no afecta sólo a los artículos de la
moda sino también a medicamentos, dentífricos y productos de
aseo. Los productos falsificados incautados en los últimos
años comprenden recambios de automóvil, incluso frenos, y
gafas de sol peligrosas para la vista. Es obvio que la lucha
contra este tipo de tráfico contribuye a proteger la salud y
seguridad de los ciudadanos. Las incautaciones de tales
artículos en las aduanas de la UE han alcanzado últimamente
proporciones enormes. Las autoridades aduaneras también
defienden la salud pública al vigilar de cerca los
precursores de drogas, sustancias químicas inofensivas en sí
mismas desviadas para fabricar drogas como éxtasis o
anfetaminas. La UE ha adoptado medidas para reforzar la
seguridad en torno a las mercancías que cruzan las fronteras
internacionales. Esto significará controles más rápidos y
pertinentes, que revertirán en beneficio de los ciudadanos,
la industria y las autoridades aduaneras. También hay nuevos
controles de seguridad para proteger el mercado interior y,
en cooperación estrecha con los principales socios
comerciales en el mundo, vigilar el transporte internacional
de mercancías para combatir el contrabando de materiales de
uso terrorista como armas y explosivos. Todo este equipaje
de experiencia hace que nuestro hábitat aduanero europeísta
pueda responder, sin duda alguna, con más contundencia y
valor a los desafíos de la globalización económica.
Por cierto, una globalización económica que, a mi juicio, ha
provocado un empeoramiento de las condiciones de las
migraciones. Por doquier medio de comunicación, las
maravillas del mundo desarrollado o en vías de desarrollo
llegan a todas partes, hasta al más pobre de los tugurios.
Lo normal es que las personas busquen para si y su familia
este mundo que se les anuncia como algo maravilloso. Sería
mucho mejor producir otros alientos, como puede ser una
política económica y social globalizada, donde toda persona
tuviese sus necesidades vitales garantizadas, en primer
lugar en sus países de origen y/o en el proceso migratorio.
Mientras sólo domine el criterio de lucro sobre el orden
económico y no se globalice auténticamente la solidaridad
mucho me temo que el caos está servido. La Unión Aduanera
Europea tiene tras de sí un terreno privilegiado para
empezar a promover una verdadera cultura globalizada de la
solidaridad. Otro compromiso más. Aparte de que su
existencia sea indispensable para el funcionamiento del
mercado único de la UE. Un mercado único sin fronteras
interiores sólo puede funcionar correctamente aplicando unas
normas comunes en sus fronteras exteriores. A veces sentimos
que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el
mar sería menos si le faltara una gota. El mundo también
sería menos mundo si le faltasen libertades como la del
libre comercio. Alzamos, pues, la copa de brindis por los
cuarenta años de Unión Aduanera en la Unión Europea; unión
que elevamos a los altares de la admiración, sobre todo por
hacer posible que cohabiten en auténtica alianza veintisiete
países.
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