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OPINIÓN - DOMINGO, 28 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Cuarenta años de fronteras abiertas y de libre comercio

Por Victor Corcoba Herrero


Los cuarenta años de la Unión Aduanera de la Unión Europea han sido decisivos para mejorar las condiciones humanas, salir al encuentro de las esperanzas de los pueblos que se debaten a veces en condiciones precarias, abriéndose a nuevos horizontes bajo la ausencia de los derechos de aduana en las fronteras entre países miembros, con derechos comunes sobre las importaciones procedentes de fuera de la Unión Europea, aglutinando una semántica común del valor en aduana. A partir de la decisiva fecha del 1 de julio de 1968, por cierto año y medio antes de lo previsto en el Tratado de Roma, se empezaron a sembrar normas aduaneras comunitarias que hicieron más fácil el libre comercio, no en vano una unión aduanera es un área de libre comercio que además, establece una tarifa exterior común; es decir, que los Estados miembros establecen una política comercial común hacia los Estados que no son miembros. El derecho al desarrollo ha de convertirse en un principio regulador de las relaciones internacionales entre países.

A mi juicio han de ser eliminados los obstáculos que dificulten la integración de países. Se hace necesaria una conversión profunda de las mentalidades, pues es preciso que los hombres de todas las culturas, como puede ser la europeísta, se integren en una lógica de puertas abiertas. Esto favorece a todos y es una condición para la paz. Ya se trate de una economía nacional o de relaciones económicas internacionales, la experiencia muestra que no puede mantenerse indefinidamente un régimen que no tenga como objetivo la apertura de mercado.

Hoy, gracias al buen entendimiento, no exento de dificultades, la Unión Aduanera Europea es, sin duda, un ejemplo de buen hacer y aún mejor decir. Que veintisiete países trabajen codo con codo, todos a una y en la misma dirección, ya es por si mismo un gran avance. La unificación de los mercados puede ofrecer grandes oportunidades de progreso y bienestar, no sólo a los países europeos miembros, también a los que no lo son, si la eliminación de las barreras comerciales es concebida como una consecuencia natural y humana de la globalización que forma y conforma la familia humana, buscando sinceramente más que el interés comercial, la armonía del mercado y la superación de cualquier egoísmo entre naciones.

EL MAYOR ESPACIO DE LIBRE MERCADO EN EL MUNDO


La Unión Aduanera Europea es zona libre en un mundo tantas veces acotado por injustos frentes e injustas fronteras. Lo hemos conseguido. Debemos estar orgullosos de que así sea. Hoy por hoy, tenemos el mayor espacio de libre mercado en el mundo, donde las empresas pueden ofertar sus productos y los consumidores comprarlos en cualquier Estado miembro sin tener que pagar los derechos de aduana o someterse a los pesados controles sistemáticos que suelen ralentizar doquier operación. Llegado a este punto, Europa ha de seguir avanzando para hacer de su territorio un lugar ético para hacer negocios, promoviendo y facilitando un comercio legítimo, ayudando en particular a las pequeñas y medianas empresas a fin de que puedan competir con éxito en el mercado mundial, generando crecimiento y puestos de trabajo dignos. No hay que perder de vista el comercio justo, algo que hay considerar y reconsiderar como una versión humanista del comercio libre.

Europa ha de implicarse y aplicarse en el comercio justo, ha de legislar para ello, para promover una relación comercial voluntaria y legítima entre productores y consumidores. A través de la Unión Aduanera, con cuarenta años de historia que le legitima para sentar nuevos cimientos, se debe avivar el que los productores se asocien, formen parte de cooperativas y funcionen democráticamente. Hay que inspirar libre iniciativa y trabajo, en rechazo a los subsidios y ayudas asistenciales. De ahí la frase del comercio justo: “Comercio, no ayuda”. La Unión Europea tiene que ser puntera en el rechazo total a la explotación infantil. Cada año millones de niños en todo el mundo son víctimas de la trata de seres humanos, un problema que no es ajeno a Europa ni tampoco a España, puesto que según datos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), sólo en nuestro país hay más de veinte mil menores identificados por la Policía víctimas de la explotación.

De igual modo, en esa área libre de comercio que es la Unión Aduanera, debe asimismo, vivificarse la igualdad entre hombres y mujeres, apoyándose en el trabajo con dignidad, respetando los derechos humanos. El precio que se paga a los productores permite condiciones de vida dignas, que han de ser extensivas y solidarias. Hay que también valorar la calidad y la producción ecológica, protegiendo el medio ambiente. En la misma línea, la Unión Aduanera ha de proporcionar a la Europa de los pueblos, a toda la ciudadanía, protección, garantías frente a los riesgos planteados por el comercio internacional. Las aduanas han de amparar a la ciudadanía de los peligros actuales, como pueden ser drogas, dispositivos de terrorismo, productos peligrosos, animales enfermos, piraterías y falsificaciones, etc. La Unión Aduanera ha de jugar un papel importante en el bloqueo de estos falsos productos antes de que lleguen a los consumidores. En este sentido, hay que reconocer los considerables logros de las autoridades aduaneras de los Estados miembros a lo largo de estos cuarenta años. Reconocer esta labor es tan justo como necesario porque el papel de las aduanas no es fácil y, por desgracia, a veces no es lo suficientemente valorado este trabajo que, por otra parte, es fundamental. Tanto es así, que los diversos servicios de aduanas de la Unión colaboran estrechamente con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, con la industria y los principales socios comerciales de la Unión Europea, para hacer frente a los retos que supone la creciente e imparable globalización, que exige más que nunca la protección a la ciudadanía contra los productos peligrosos y combatir la delincuencia organizada, el terrorismo y el contrabando.

UN HITO EN NUESTRA HISTORIA EUROPEÍSTA

Seríamos injustos si no reconociésemos a la Unión Aduanera como un hito en la historia de la construcción de la Unión Europea. Eliminando los aranceles y las restricciones entre países, creando un arancel aduanero común, promoviendo una política comercial común para la Comunidad Económica Europea, lo que se estaba gestando es el inicio de una economía más fuerte. Todo esto, como ya dije, entró en vigor el 1 de julio de 1968, una fecha inolvidable que no puede ni debe pasar desapercibida entre los europeístas. Han pasado los años y las aduanas son como ese aire necesario para respirar, por una parte han de facilitar el comercio internacional al servicio de una economía en continuo dinamismo, y, por otra parte, han de ser eficaces en la lucha contra el fraude, uno de nuestros grandes males del siglo actual, garantizando así seguridad, algo sumamente vital para el libre comercio entre países.

El equilibrio entre la facilitación del comercio internacional y la lucha contra el fraude, que son inseparables, ha de evolucionar de acuerdo con los tiempos modernos, para que no se resienta el mercado. La Unión Europea juega con ventaja en este sentido, no cuenta con un servicio aduanero único, sino con veintisiete administraciones aduaneras nacionales actuando al unísono, colaborando en el contexto de una política europea y de un marco jurídico común (el Código Aduanero de la Comunidad) que fija las normas y los procedimientos aplicables.

Los servicios aduaneros de la Unión Europea, en consecuencia, ejercen una doble función, tan necesaria la una como la otra. Actúan como recaudadores de impuestos que cobran derechos de importación, pero cada vez más son también guardianes que vigilan las fronteras exteriores de la Unión para la salud y seguridad de sus ciudadanos. Como es lógico, para mejorar este doble servicio, las autoridades aduaneras de la Unión Europea quieren ser administraciones eficaces y eficientes, ultramodernas y ágiles, próximas a la ciudadanía para mejor servir a los europeos. Se dice, se comenta, se ha publicado, está como título preliminar de acciones, que en los próximos diez años se pongan en marcha varias iniciativas al respecto, como el plan de aduanas electrónicas con vistas a conseguir un sistema de aduanas sin papel para el año 2012 y la modernización del Código Aduanero Comunitario, que es la vertiente jurídica de la aduana electrónica. La guinda del avance sería una Red Europea de Laboratorios Aduaneros que está poniendo a punto una política común de calidad para garantizar que las nuevas normas técnicas se interpreten de manera uniforme en toda la Comunidad.

Los servicios aduaneros nacionales no pueden trabajar aisladamente, ni tampoco puede hacerlo la Unión Aduanera Europea en la era de un comercio global en el mundo. Sin duda, la cooperación entre países es vital, ante las numerosas amenazas que las aduanas deben prevenir. Además de los sistemas de intercambio de información entre los países de la Unión Europea previstos en nuestra legislación aduanera, se han creado grupos de contacto para estrechar la cooperación entre los funcionarios de aduanas en los principales puertos, aeropuertos y puestos fronterizos terrestres de la Unión Europea. De igual modo, se han firmado acuerdos con sus principales socios comerciales en el mundo, que han permitido la puesta en marcha de operaciones y proyectos piloto conjuntos.

LA APUESTA POR UNA UNIÓN ADUANERA MUNDIAL


Cuarenta años de singladura dan una cierta madurez y experiencia. El camino recorrido por la Unión Aduanera ahí está. Las autoridades aduaneras deben ser capaces no sólo de seguir proporcionando un servicio de primera clase para los ciudadanos y empresas, también han de contribuir a la puesta en práctica de nuevas solidaridades en relación al comercio internacional. Los lazos que han de instaurarse no pueden responder solamente a los imperativos del desarrollo económico, ha de cuidarse asimismo el campo humano y social. Numerosas tensiones actuales tienen su origen en la incapacidad de no saber aunar principios rectores de política económica con la política social. La justicia social exige que el comercio internacional, para ser humano y ético, restablezca entre las partes al menos una cierta igualdad de oportunidades. Estos problemas lejos de estar resueltos se han agravado con la globalización. Otro comercio más equitativo ha de ser posible, también en la Europa de las crecientes desigualdades donde la Unión Aduanera es el elemento esencial del mercado común. Ignorar la barrera de la miseria, que separa a los que están bien abastecidos de los que están desprovistos, es antiético y antiestético porque todos los seres humanos son iguales en dignidad.

Pienso que haría falta una Unión Aduanera Mundial más consistente que un simple alineamiento mundial de aduanas, con autoridad suficiente para poner orden en el ámbito del fomento de una cooperación cada vez más estrecha entre las naciones del mundo. Sólo así la lucha contra todo tipo de fraude será más efectiva. El modelo de la integración entre los veintisiete países de la Unión Europea tiene muchos más logros que fracasos. En la cuenta de resultados, una historia viva que ahí está. Los servicios aduaneros combaten la falsificación, fenómeno creciente en envergadura y peligrosidad que ya no afecta sólo a los artículos de la moda sino también a medicamentos, dentífricos y productos de aseo. Los productos falsificados incautados en los últimos años comprenden recambios de automóvil, incluso frenos, y gafas de sol peligrosas para la vista. Es obvio que la lucha contra este tipo de tráfico contribuye a proteger la salud y seguridad de los ciudadanos. Las incautaciones de tales artículos en las aduanas de la UE han alcanzado últimamente proporciones enormes. Las autoridades aduaneras también defienden la salud pública al vigilar de cerca los precursores de drogas, sustancias químicas inofensivas en sí mismas desviadas para fabricar drogas como éxtasis o anfetaminas. La UE ha adoptado medidas para reforzar la seguridad en torno a las mercancías que cruzan las fronteras internacionales. Esto significará controles más rápidos y pertinentes, que revertirán en beneficio de los ciudadanos, la industria y las autoridades aduaneras. También hay nuevos controles de seguridad para proteger el mercado interior y, en cooperación estrecha con los principales socios comerciales en el mundo, vigilar el transporte internacional de mercancías para combatir el contrabando de materiales de uso terrorista como armas y explosivos. Todo este equipaje de experiencia hace que nuestro hábitat aduanero europeísta pueda responder, sin duda alguna, con más contundencia y valor a los desafíos de la globalización económica.

Por cierto, una globalización económica que, a mi juicio, ha provocado un empeoramiento de las condiciones de las migraciones. Por doquier medio de comunicación, las maravillas del mundo desarrollado o en vías de desarrollo llegan a todas partes, hasta al más pobre de los tugurios. Lo normal es que las personas busquen para si y su familia este mundo que se les anuncia como algo maravilloso. Sería mucho mejor producir otros alientos, como puede ser una política económica y social globalizada, donde toda persona tuviese sus necesidades vitales garantizadas, en primer lugar en sus países de origen y/o en el proceso migratorio. Mientras sólo domine el criterio de lucro sobre el orden económico y no se globalice auténticamente la solidaridad mucho me temo que el caos está servido. La Unión Aduanera Europea tiene tras de sí un terreno privilegiado para empezar a promover una verdadera cultura globalizada de la solidaridad. Otro compromiso más. Aparte de que su existencia sea indispensable para el funcionamiento del mercado único de la UE. Un mercado único sin fronteras interiores sólo puede funcionar correctamente aplicando unas normas comunes en sus fronteras exteriores. A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota. El mundo también sería menos mundo si le faltasen libertades como la del libre comercio. Alzamos, pues, la copa de brindis por los cuarenta años de Unión Aduanera en la Unión Europea; unión que elevamos a los altares de la admiración, sobre todo por hacer posible que cohabiten en auténtica alianza veintisiete países.
 

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