La puerta abierta cara a la
terraza acercó, a pie de cama, el estruendo del trueno
mientras una catarata de agua cerraba, cual cortina acuosa,
el acceso al exterior. Descansaba plácidamente sobre el
camastro en un viejo caserón, sito en un tradicional barrio
de Melilla, después de haber disfrutado de la velada
nocturna y heme aquí, de madrugada, pegando un bote en la
sábana para acudir presto, en gayumbos y fregona en mano, a
cortar las “vías de agua” que amenazaban mi reposo y la
salud del edificio. Aun no tengo datos de la tromba de agua
caída, pues remito estas líneas a las 8 de la mañana, pero a
buen seguro que pese a las obras de infraestructuras
acometidas y el saneamiento del río de Oro, los bomberos y
policía local de la ciudad hermana de Ceuta han debido tener
un amanecer ajetreado. En el vecino país, la cercana y
populosa Nador con notorias carencias de alcantarillado y
buena parte de la ciudad sin asfaltar, se habrá convertido
en un lodazal. Es curioso. Hace unos dieciocho años, en mi
primera visita a Melilla, acabé saliendo de la amurallada
Ciudad Vieja con el agua por la cintura, con Mercedes a
borriquillo y agarrada temblorosa a mis hombros. Hay
recuerdos imborrables, ustedes ya me entienden, con los que
no puede el implacable devenir del tiempo.
Fue un placer asistir el viernes por la noche, en
inmejorable compañía, a una excelente iniciativa de la
Comisión de Festejos de la Ciudad Autónoma de Melilla que
tuvo el buen gusto de organizar en el Palacio de Congresos,
en el marco de las celebraciones de Ramadán, un recital de
cantos religiosos sufíes a cargo del prestigioso grupo
marroquí “Annour Al-Muhamadi”, quien realzó la noche con su
música y sus voces (más en árabe formal que en “dariya”),
siendo largamente aplaudido. Un ejemplo más de convivencia,
en este caso transfronteriza, de una Melilla abierta y sin
prejuicios en la que, matizo una vez más y levantando solo
acta de lo que percibo, la convivencia entre las diferentes
culturas que la componen está más equilibrada que en nuestra
Ceuta. No escribo de causas, solo de resultados. Mi amigo
Mustafa Hamed, Redactor Jefe del diario “Melilla Hoy”, me
preguntaba ayer con tino y perspicacia en la rueda de prensa
del hotel “Ánfora” donde era mayor la convivencia, en Ceuta
o en Melilla. Él ya intuía mi respuesta y la dí: en Melilla.
Las cosas son como son y, créanme, si respiro mejores
vibraciones en tierras melillenses será por algo. Más que
criticarme, queridos lectores caballas, inquieran ustedes
los razones de esta aseveración mía que ayer ratificaba
después de la velada sufí en un conocido establecimiento de
la Plaza de España, en una sincera e intensa conversación a
tres bandas con mis dos atractivas e inteligentes
interlocutoras, cualificadas exponentes de la vida cultural
y política de la sociedad melillense.
Volviendo a la emotiva actuación en Melilla del grupo de
cántico marroquí “Annour Al-Muhammadi”, no sé que pensará de
la misma el borrachín senador marroquí Yahya Yahya y sus
acólitos, expertos en sandeces y en intentar dar por donde
la espalda pierde su honesto nombre. El talante y apertura
de Melilla, esta bella ciudad española enclavada en el
Maghreb geográfico, echa por tierra la demagogia y cicatería
del anacrónico e interesado discurso sobre los “presidios” y
las “ciudades ocupadas”. ¡No te digo, Marcelino!.
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