Guillermo Cherino era un
jugador muy querido en Ceuta. Ejercía de capitán y contaba
con mucha ascendencia entre los jugadores locales que
estaban en la Agrupación Deportiva Ceuta. También se le daba
muy bien relacionarse con los directivos. Quienes solían
estar enterados por él de cuanto ocurría en los vestuarios.
Del ex futbolista ceutí, creo que afincado ahora en Murcia,
podría yo contar una historia que sería conveniente que la
conocieran muchos aficionados, para que se dieran cuenta de
las dificultades con que suele encontrarse un entrenador,
incluso cuando trata de salvarle la vida a uno de los suyos.
Pero esta es una cuestión de la que no quiero hablar hoy...
Entonces, se preguntarán ustedes por qué he sacado a relucir
a un ex futbolista que alcanzó éxitos en su ciudad, entre
los años setenta y ochenta. Porque fue él, además de darme
algún que otro disgusto, quien me presentó a Pedro
Gordillo, en un bar cercano a la Escuela de Magisterio.
Corría el otoño del 82 cuando Cherino, tan cumplido como un
luto alicantino, llamó mi atención, con su característica
suavidad, para que le acompañara a ver al personaje más
popular de una ciudad que se le había entregado ya desde
hacía varios años. Es decir, Gordillo.
Por aquel tiempo, las relaciones entre Gordillo y Antonio
Bernal, figura indiscutible entre los estudiantes de
magisterio, eran sólidas por motivos interesados. Los dos
eran fuertes de carácter. Y mientras Antonio se tenía por
político de mucho fuste, Pedro se ganaba a la gente por
medio de su labor social con los estudiantes en Granada.
Al final, y por motivos políticos, qué otros celos podían
existir, comenzaron los desacuerdos y la tirantez, entre
ellos, alcanzó la categoría de tirria. Con lo cual Gordillo
dejó a Bernal tocado de un ala y hablando de ese
desencuentro con altivez y una tonelada de ironía. Y fue,
sin duda, el primer ofendido que se apuntó en la lista de
los que no ven con buenos ojos al vicepresidente del
Gobierno.
Más tarde, el nombre de Gordillo principió a sonar cual
posible candidato a convertirse en el hombre fuerte de unos
de los dos partidos que formaban el bipartidismo poderoso,
en una España donde hablar de política se había convertido
otra vez en algo prioritario. Y entre dudas y dimes y
diretes, apareció Alfonso Conejo a tiempo y le
preparó el camino del éxito al introducirle en el Partido
Popular. Poniendo por delante, como no podía ser de otra
manera, la enorme popularidad de su recomendado.
Pero sólo con popularidad no es posible llegar a un partido
y en un amén destacar sobremanera y encima hacerse con las
riendas del tinglado. Hacen falta muchas más cosas para
escalar posiciones a paso de legionario y acabar siendo el
presidente regional con más peso específico que jamás haya
tenido el PP en Ceuta.
Es cierto que con su modo peculiar de actuar y comportarse,
ha ido dejando más heridos que muertos en el camino. Todo
hombre poderoso, y Gordillo lo es desde hace mucho tiempo,
debe contar con tales inconvenientes. Lo bueno sería, y creo
que él estará de acuerdo conmigo, que sus enemigos fueran
mayoritariamente inteligentes. Pero todo no se puede tener
en esta vida. En fin, que el 18 de octubre, y quizá con la
presencia de Mariano Rajoy y Javier Arenas,
Pedro volverá a ser reelegido jefe regional de la cosa. Y
suma y sigue.
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