Es sabido que el mejor periodismo
se hace transitando la calle. En ella no valen las prisas ni
salir dispuesto a conseguir a toda costa una noticia
relevante o el rumor más preciado. El asfalto hay que
pasearlo como si a uno no le fuera nada en el empeño por
enterarse de asuntos con los que dar vida al trabajo diario
de publicar.
Pasear la calle ha sido siempre una gozada para mí. Máxime
en una tierra donde la gente acostumbra a barzonear y se
forman corrillos, se intercambian saludos y hasta es posible
que me quepa la suerte de hallarme con personas que me
cuentan hechos que se pueden airear y otros que suelen
quedar en la parte de la memoria que sólo cobija material
clasificado.
El miércoles pasado, día de la Merced, mi paseo fue
recompensado con creces. Lo primero que me ocurrió es ser
requerido por Mohamed Chaib, a quien no había visto
durante mi caminar, para charlar un rato de modo sosegado y
en sitio agradable. Lo hablado, lógicamente, tomó aposento
en ese rincón de seguridad donde se aloja todo lo que tiene
valor, precisamente, por el mero hecho de no contarlo.
Se acercó a saludarnos Clemente Cerdeira Morterero, a
quien le pregunté si le había costado mucho trabajo volver a
tomar las riendas de su bufete. “Manolo, dijo él, si
es lo que he hecho durante muchos años... La verdad es que
me puse al día tan pronto como me senté en mi despacho”. Y
es que Cerdeira estuvo, como bien saben ustedes, dos años en
la Delegación del Gobierno y gozando de toda la confianza de
Jenaro García-Arreciado. De quien me transmitió
recuerdos, debido a que habían estado comiendo en Roche y
parece ser que mi nombre salió a relucir a los postres.
En realidad, mi relación con el político onubense se mantuvo
dentro de las reglas del juego y con la más absoluta
cordialidad. En ocasiones, cuando a él le podía su estado
emocional y salía a saldar cuentas pendientes, a veces con
mucha razón pero a pecho descubierto, a mí me daba por no
azuzarle sino que trataba de indicarle que no era el modo de
actuar en esta ciudad. Y él, que lo entendió muy bien, jamás
me puso cara desaborida ni, mucho menos, echó mano de la
socorrida actitud desabrida cuando nos veíamos. Que fueron,
la verdad sea dicha, pocas veces. Tal vez las necesarias.
En cuanto finalicé mis cambios de cromos con Chaib, asesor
de la Presidencia y conocedor de los entresijos de la ciudad
sobradamente, me dio por entrar en el hotel Tryp y me
encontré en la sala de estar con José Fernández Chacón.
El cual formaba un aparte con Sergio Moreno, asesor;
y con el director Provincial del Ministerio de Educación,
Política Social y Deporte en Ceuta, Aquilino Melgar.
El delegado del Gobierno, que suele transmitir serenidad a
su alrededor, me reconoció haberse sulfurado por ponerse en
duda la labor investigadora de la Policía en el caso de los
exámenes filtrados. Puesto que esos funcionarios sólo
deberán rendir cuentas de sus pesquisas al juez. “Es la
primera vez, desde que estoy en Ceuta, que algo me ha sacado
de quicio”, aseveró. Luego, Fernández Chacón, refiriéndose
al INEM, también tuvo palabras para recordarme que en esas
oficinas se estaban haciendo las cosas bien...
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