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cultura - VIERNES, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2008


Caty Castillo. a. samiñán.

reportaje / fotografía
 

Una aficionada con
vocación profesional

La maña Caty Castillo inauguró ayer en la Sala Café Club su exposición doble de fotografías, ‘China en retina’ y ‘Rostros con rastro’, con la que da a conocer una obra con un acusado gusto humanista y filántropo
 

CEUTA
Rober Gómez

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Le parece una falta de respeto para los profesionales de la fotografía que la consideren como una de ellos. “Yo soy aficionada a la fotografía”, afirma Caty Castillo.

Aparte de moverse por la vida viendo la realidad como encuadres cuadrangulares, las cualidades que han hecho grande el trabajo de gente como Robert Capa, Henri Cartier-Bresson o Inge Morath han sido un marcado gusto humanista que les hizo recorrer el mundo más allá de Occidente. Steve McCurry no se encontró por casualidad con la niña afgana de ojos verdes. Estaba en 1984 en un campo de refugiados de Pakistán donde al fotógrafo norteamericano presumiblemente no se le había perdido nada.

Guardando las distancias, por mucho que lo obvie, estas características las tiene Caty. “Yo veo una foto y la capto para mí, tengo inquietudes y ganas de hacer cosas”, primera propiedad; “me involucro bastante en conocer a la gente”, segunda; y “no estamos sólo nosotros, hay tantas realidades como culturas”, tercera.

Todo esto se observa en la colección de imágenes colgadas en la pared izquierda de la Sala Café Club, donde ayer la aficionada a la fotografía inauguró una exposición doble: China en la retina y Rostros con rastro.

La travesía que hizo por tres megalópolis de China –Beijing, Shangai y Shuzou, conocida como la Venecia China– fue “el viaje de mi vida”, de donde volvió con un montón de fotografías, tal y como hacían los profesionales de la Agencia Magnum cuando por fin regresaban a sus hogares.

Una aventura que cambió su perspectiva ante muchas maneras de ver la vida. “No fue el típico viaje de grupo con guía, sino que estuve conviviendo entre chinos durante un mes y dos días y me involucré bastante en conocer a la gente, meterme en sus casas”, comenta; “quise retratar a todo el que estuvo delante, desde el niño más pequeño a la tercera edad”, añade.

“Cada día era una aventura nueva”, manifiesta la fotógrafa –lo siento, aficionada a...–, y se quedó sorprendida porque los chinos son grandes conocedores de la cultura española.

Otra impresión fue la que se llevó de un país que vive en un falso comunismo, que esconde un capitalismo bastante salvaje. Una nación donde el Estado se antepone al individuo. “Lo que más me llamó la atención de China”, asegura, “fue que o lo tienes todo o no tienes nada”.

“No hay Seguridad Social y hay enormes contrastes”, explica Caty sobre el gigante asiático; y pone como ejemplo el río Huangpu, accidente geográfico que ejerce en Shangai como lo hacía el muro de Berlín, en cuanto que “separa al barrio más rico, con lujosos rascacielos, de los hutons”, que no son otra cosa que guettos de gente humilde rodeada de miseria.

La otra parte de la exposición, Rostros con rastro, evidencia aún más, si cabe, el carácter humanista de Caty. “Son una docena de retratos de hindúes, senegaleses, españoles, chinos, musulmanes...”, expresa la zaragozana, “todas las razas”, añade, “no estamos sólo nosotros”.

Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es que no te has acercado lo suficiente, dijo una vez Robert Capa.
 

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