Le parece una falta de respeto para los profesionales de la
fotografía que la consideren como una de ellos. “Yo soy
aficionada a la fotografía”, afirma Caty Castillo.
Aparte de moverse por la vida viendo la realidad como
encuadres cuadrangulares, las cualidades que han hecho
grande el trabajo de gente como Robert Capa, Henri Cartier-Bresson
o Inge Morath han sido un marcado gusto humanista que les
hizo recorrer el mundo más allá de Occidente. Steve McCurry
no se encontró por casualidad con la niña afgana de ojos
verdes. Estaba en 1984 en un campo de refugiados de Pakistán
donde al fotógrafo norteamericano presumiblemente no se le
había perdido nada.
Guardando las distancias, por mucho que lo obvie, estas
características las tiene Caty. “Yo veo una foto y la capto
para mí, tengo inquietudes y ganas de hacer cosas”, primera
propiedad; “me involucro bastante en conocer a la gente”,
segunda; y “no estamos sólo nosotros, hay tantas realidades
como culturas”, tercera.
Todo esto se observa en la colección de imágenes colgadas en
la pared izquierda de la Sala Café Club, donde ayer la
aficionada a la fotografía inauguró una exposición doble:
China en la retina y Rostros con rastro.
La travesía que hizo por tres megalópolis de China –Beijing,
Shangai y Shuzou, conocida como la Venecia China– fue “el
viaje de mi vida”, de donde volvió con un montón de
fotografías, tal y como hacían los profesionales de la
Agencia Magnum cuando por fin regresaban a sus hogares.
Una aventura que cambió su perspectiva ante muchas maneras
de ver la vida. “No fue el típico viaje de grupo con guía,
sino que estuve conviviendo entre chinos durante un mes y
dos días y me involucré bastante en conocer a la gente,
meterme en sus casas”, comenta; “quise retratar a todo el
que estuvo delante, desde el niño más pequeño a la tercera
edad”, añade.
“Cada día era una aventura nueva”, manifiesta la fotógrafa
–lo siento, aficionada a...–, y se quedó sorprendida porque
los chinos son grandes conocedores de la cultura española.
Otra impresión fue la que se llevó de un país que vive en un
falso comunismo, que esconde un capitalismo bastante
salvaje. Una nación donde el Estado se antepone al
individuo. “Lo que más me llamó la atención de China”,
asegura, “fue que o lo tienes todo o no tienes nada”.
“No hay Seguridad Social y hay enormes contrastes”, explica
Caty sobre el gigante asiático; y pone como ejemplo el río
Huangpu, accidente geográfico que ejerce en Shangai como lo
hacía el muro de Berlín, en cuanto que “separa al barrio más
rico, con lujosos rascacielos, de los hutons”, que no son
otra cosa que guettos de gente humilde rodeada de miseria.
La otra parte de la exposición, Rostros con rastro,
evidencia aún más, si cabe, el carácter humanista de Caty.
“Son una docena de retratos de hindúes, senegaleses,
españoles, chinos, musulmanes...”, expresa la zaragozana,
“todas las razas”, añade, “no estamos sólo nosotros”.
Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es que no te
has acercado lo suficiente, dijo una vez Robert Capa.
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