Pedíamos a gritos que agosto se
diera el piro cuanto antes no sólo porque nos salió maldito,
sino porque es un mes donde la actividad política hace del
sesteo un arma que consigue poner de los nervios a los
columnistas que se quedan de guardia y sufren lo indecible
para ganarse el jornal diario.
Pero hete aquí que ya estamos en otoño y el letargo
veraniego continúa haciendo estragos entre quienes
necesitamos que los políticos comiencen a hacerse notar con
palabras y hechos que puedan ser enjuiciados. Reina una
quietud absoluta. Una calma chicha que ni siquiera tiene
indicios de estar gestando un debate agitado al que sacarle
punta.
En mi caso, que me nutro de los asuntos locales, lo paso
peor que el portero del Madrid cuando espera el saque de
esquina de los rivales. Aunque, la verdad sea dicha, todavía
no me demudo ni doy muestras de estar a punto de irme de
varilla como él.
Como será la cosa, que semanas atrás le rogué a José
Fernández Chacón que hiciera todo lo posible por
cargarle la suerte a Juan Vivas a ver si éste le
respondía, en un arranque de ira, de manera que me
proporcionaran motivos suficientes para vivir de la renta
durante varios días. Pero lo único que conseguí es que
ambos, delegado del Gobierno y presidente de la Ciudad,
sacaran a relucir la mejor de sus sonrisas.
En realidad, tanto Fernández Chacón como Vivas han hecho
suya la máxima siguiente: el primer requisito de un
político, más aún si ocupa cargo importante, es el de ser lo
más aburrido posible. Y el segundo es el arte de impedir que
la gente se meta en lo que sí le importa (esta cita no es
mía; pero ahora no me apetece levantarme del sillón y
ponerme a buscar el nombre de su autor). Así que de ellos
poco espectáculo puedo esperar.
Sí, ya sé que ustedes pensarán que siempre me queda el
recurso de seguir los pasos de Juan Luis Aróstegui;
quien más de una columna me ha permitido hacer. Pero la
verdad es que anda el hombre de capa caída. No hay más que
leer sus escritos para comprobar que está fuera de cacho.
Incluso ha permitido que alguien le diga que debería lavarse
la boca antes de hablar de Francisco Franco. Hay
gente muy rara, ¿verdad, Juan Luis?)
Tampoco estaría mal que Pedro Gordillo se soltara la
melena, una vez más, y nos diera ocasión de disfrutar
escribiendo a fin de darle o negarle la razón de sus
comentarios. Aunque en este caso, y así debo reconocerlo,
tengo que ir con mucho tiento por la susceptibilidad que se
gasta el vicepresidente y muy pronto otra vez presidente del
partido por aclamación popular. A propósito, un día me
sentaré yo con Gordillo, si él acepta, para ponerle al tanto
de algunas cuestiones que quizá desconoce y que no estaría
de más que las supiera por mí.
En cuanto a la oposición, ya he notado que Mohamed Alí
quiere agradar y no ceja en su empeño de airear propuestas
que se estrellarán en los plenos. Aunque la correspondiente
a Francisco Javier Sauquillo, asesinado en Madrid,
bien haría Mabel Deu en darle curso cuanto antes,
para que una calle sea rotulada con el nombre de este ceutí.
Y, como ya me falta espacio, sólo me queda decirle a
Inmaculada Ramírez que siga haciendo declaraciones. De
no ser así, tendríamos que irnos al paro...
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