LUNES. 15
Aprovecho el lunes para contar que el sábado 13 me encontré
con Antonio Gil, cuando ya la miscelánea dominical de la
semana estaba cerrada, y mantuvimos una conversación
sabrosa. Antonio sigue teniendo metida entre ceja y ceja su
disparidad de criterios con la ex secretaria general de los
socialistas, Antonia María Palomo. Me dijo, además,
que había leído lo que escribí sobre la forma de andar de
Basilio Fernández y que hasta entonces no se había dado
cuenta de ese detalle. Espero que esa descripción no se la
haya tomado a mal el presidente del CES, le respondí.
Estando con Gil vi pasar a Paco Otero: paisano mío y
que estuvo media vida destinado en Ceuta. Me contó que había
dejado de pertenecer a la ‘pasma’ y que trabajaba para una
gran empresa española en Marruecos. También me dio tiempo a
departir un rato con Manolo Blasco. Y estando con él
se acercó Germinal Castillo. Y salió a relucir el
nombre de Antonio García Gaona por ser muy amigo de
él, de Germinal, y muy apreciado por mí. Y no tuve el menor
inconveniente en decirle a Germinal lo que yo pensaba en
relación con las próximas elecciones a la presidencia de la
Federación de Fútbol de Ceuta. Castillo, a su vez, opinó al
respecto y me puso al tanto de lo mucho que le gustaría
verme dando una conferencia de fútbol. Lo cual ni por asomo
entra en mis planes. Aunque nunca se debe decir de esta
agua...
MARTES. 16
Llevaba un mundo sin ver a Alejandro Sevilla. Miento:
llevaba mucho tiempo sin verle hasta que hace pocos días me
lo encontré charlando con Javier Prat – a quien le
tengo ley-, pero no pude pegar la hebra con ellos. Pero hoy,
cuando salía yo de la magnífica sede de ‘El Pueblo de
Ceuta’, me lo encontré y nos dimos el gustazo de charlar el
justo tiempo y contarnos lo que creímos conveniente.
Alejandro sabe que me cayó bien desde el primer día que nos
vimos. Hace la friolera de treinta años. Y, claro, abusa de
ese afecto que le profeso. En realidad, hablar con este
hombre ha sido siempre un placer para mí. La pena es que nos
vemos de higos a brevas. Y así se nos queda antigua la
conversación sobre cualquier asunto que hayamos hablado
anteriormente. Aun así, mi estimado Alejandro sabe sondearme
por si a mí se me ocurre contarle cualquier historieta. Y
dado que es muy buen zahorí, siempre consigue dar con
cualquier veta política, desconocida para él. Y es que
Alejandro es licenciado en saberes, entre otras cosas.
MIÉRCOLES. 17
Si con Alejandro Sevilla hacía un mundo que no hablaba, para
qué decirles con Juan Antonio Rodríguez Ferrón. Sí,
hombre, el diputado que estuvo al frente de consejerías tan
importantes y tan complicadas como la de Gobernación y
Fomento. También creo que estuvo un tiempo, aunque tengo mis
dudas, en Recursos Humanos. Pues bien, hoy me tropecé con él
y allá que nos metimos en hablillas. Noté a Juan Antonio muy
relajado. Como para no estarlo, después de haber pasado
grandes temporadas en sitios donde el sillón del despacho
quema tanto o más que el banquillo de un entrenador de
fútbol. Tuvimos tiempo de hurgar en cuestiones de candente
actualidad. Y debo decir que tan poco acostumbrado estoy a
pegarme una parrafada con Rodríguez Ferrón que estuve a
punto de caer en las redes de su ironía. Y es que las
personas que aparentan seriedad, al menor descuido, son
capaces de quedarse con uno. Menos mal que pronto supe por
dónde iban los tiros del ex consejero. Y, por supuesto,
defendí los intereses de esta Casa. Fue interesante, sin
duda, conversar con él. A ver si repetimos.
JUEVES. 18
A Miguel Sanmiñán lo conocí yo en los años 70. Era
maìtre del Hotel La Muralla y pronto nos caímos la mar de
bien. Él, cada vez que se tercia, cuenta una anécdota sobre
un jugador de un equipo entrenado por mí a quien se le
ocurrió decir que el vino servido en la mesa estaba picado.
Y la verdad es que merece la pena oírle contar esa historia.
Pues lo hace con su estilo peculiar y cada vez interpreta la
escena con más salero. Samiñán y su esposa, Elisa Muñoz,
a la que le profesamos mucho afecto en nuestra casa,
veranean en Ceuta. Y días antes de regresar a Sevilla, donde
tienen su residencia, acostumbran a despedirse de nosotros
almorzando. Este año, nos han obsequiado con un exquisito
salmorejo, hecho por Elisa, que es una artista trajinando en
los fogones. Hemos hablado, durante varias horas, de
situaciones vividas en tiempos tan lejanos como nunca
olvidados. Y ya empezamos a desear que llegue una nueva
ocasión para disfrutar de unos momentos que se han
convertido ya en tradicionales cuando el verano está tocando
a su fin. En realidad, los ceutíes de pura cepa, y Miguel lo
es, no necesitan alardear de su origen, sino que lo
demuestran cuando están en posesión de ese compás ‘caballa’
que a mí me cautivó desde que puse los pies en Ceuta.
VIERNES. 19
Leo la entrevista que le ha hecho Antonio Gómez a Mohamed
Chaib en este periódico. Y debo decir que se ha manifestado
sin temor al que dirán... Lo primero que ha destacado es la
falta de oposición. Él dice que es la peor que ha habido en
muchos años. Luego, en ese apartado de ‘Chaib opina de...’,
aunque trate de quedar bien con todas las personas por las
que se le pregunta, es evidente que él aprecia mucho,
muchísimo, a Luis Vicente Moro y a Pedro Gordillo. Y es que
no sólo trabajó junto a Moro sino que cuando lo necesitó, en
momento complicado, éste le respondió a Chaib con una
entrega absoluta. Así que muy desagradecido sería el actual
asesor de la presidencia si no dijera en voz alta los
méritos contraídos por Luis Vicente cuando era delegado del
Gobierno. Eso sí, méritos que no tienen por qué compartir
muchas otras personas. Quede claro. En relación con los
halagos que le dedica a Gordillo, no deja de ser una prueba
palpable de que éste sabe tratarlo y Chaib, en justa
correspondencia, no duda en airear que le tiene en alta
estima y valor. Por una razón muy sencilla: uno reconoce al
otro en la medida que el otro le reconoce a uno. O sea, que
no hay amores ciegos.
SÁBADO. 20
Mohamed Alí lleva una semana anunciando propuestas
que llevará al pleno. Son ellas las siguientes: que se
rebajen en un diez por ciento los sueldos de los políticos y
cargos; instar al Gobierno de la Ciudad a que apele ante el
Estado a fin de que la barriada de El Príncipe Alfonso pueda
tener una Comisaría de Policía; y que una calle lleve el
nombre de Javier Sauquillo. Ésta última propuesta,
acordada en un pleno de octubre de 2006, parece ser que se
hará realidad. De lo cual me congratulo. Lo que no entiendo
es por qué se ha demorado tanto la confirmación por parte de
la consejera de Cultura, Mabel Deu. Pues ella, mujer
sensible donde las haya, ha perdido mucho tiempo en
comunicarle al jefe de la oposición que Sauquillo tendrá su
calle en una ciudad donde hay reconocimientos a mansalva y
se le cuelga una medalla al cuello al primero que arriba a
Ceuta y regala cuatro frases comunes a favor de los que
gustan de oír tópicos de sacristía y de buenas costumbres.
Vamos, señora, Deu, no pierda el menor tiempo y rotule una
calle con el nombre de quien fue asesinado y antes de morir
dio ejemplo de hombría y amor por su mujer y el hijo de
ambos.
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