A Pepe Ávila, director del
hotel Tryp, le pregunté hace varios días por Mohamed
Chaib, dado que suelen verse muy a menudo, y me dijo que
apenas hacía unos minutos que había estado con él; pero que,
debido al Ramadán, se veían con menos frecuencia.
Mi interés en saber de Chaib fue porque llevamos muchísimo
tiempo sin coincidir en la calle, camino de cualquier parte,
y por tanto sin oportunidad de hacer lo que siempre hacemos
cuando nos hallamos: trabar conversación. La cual siempre se
desliza por los vericuetos de la política local. Lugar de
tránsito dificultoso por el cual muchos se pierden y
terminan arrumbados y a veces hasta sonados.
En el caso del hombre que nos ocupa, a poco que uno pegue la
hebra con él acerca de lo concerniente a los asuntos
relacionados con la vida pública, se da de bruces con un
verismo enorme. Todo lo ve bajo el prisma de la realidad y,
por tanto, prescinde de los circunloquios a la hora de
diagnosticar. No olvidemos que lleva ya muchos años
dedicados a conocer los entresijos de la Administración
local y la del Estado.
Mohamed Chaib no es licenciado ni por la Complutense de
Madrid, ni por la Universidad de Minnesota, ni por la de La
Sorbona... Es licenciado en saberes de la calle y en cómo
desde el asfalto se puede aspirar a metas que sólo, salvo
raras excepciones, están al alcance de quienes lucen en el
pecho el título correspondiente.
Pero lo importante, que lo es, no es llegar a ocupar un
cargo político sin preparación académica; lo importante es
prestar oído para ir aprendiendo con el mayor interés y
acabar conociendo todos los entresijos de la cosa para así
diagnosticar a tiempo.
Tiempo es lo que ha tenido Chaib y muchas oportunidades de
convertirse en lo que es: un conocedor extraordinario de la
vida de Ceuta y un defensor acérrimo de anteponer el interés
general de la ciudad por encima de egoísmos, intereses y
banderías.
No olvidemos que el actual asesor de la Presidencia ha sido
concejal, viceconsejero, consejero de Bienestar Social –qué
bien lo hizo- y asesor de la Delegación del Gobierno. Y
sobre todo, en un momento crucial para esta ciudad, fue
capaz de desechar las propuestas económicas del GIL para
ganarse su voluntad; la voluntad del hombre más importante
en el PDSC, junto a Mustafa Mizzian. Aquella decisión
fue, además de ejemplar, de un valor incalculable. Y de la
que jamás debería olvidarse el Partido Popular.
Por cierto, me consta que la vida de Chaib en el seno de los
populares no ha sido ni es fácil. Lo que no contaban sus
adversarios, que los tiene, es con su capacidad de
adelantarse a los acontecimientos. Por tal motivo, cuando él
se vio más o menos poco correspondido supo actuar con
diligencia y situarse en sitio clave: donde ha conseguido
cobertura y él a cambio ofrece lealtad y buen hacer.
Antes de ponerme a escribir, he leído la entrevista que le
ha hecho Antonio Gómez, director del medio, a Chaib,
y, como es habitual en él, no se ha cortado lo más mínimo en
declarar que la oposición actual es la peor que lleva vista
en muchos años. En realidad, ha dicho otras muchas cosas
interesantes y todas ellas argumentadas. Y ha recordado,
para los desmemoriados de cualesquiera bandos, que en la
época del GIL se trataba de elegir entre el bien de Ceuta o
el de Mizzian y el suyo. Y optaron por lo primero. Así que
chitón.
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