En febrero, la policía marroquí desmanteló una red que
preparaba “inminentes atentados terroristas” en territorio
marroquí. En una amplia operación desplegada en varias
localidades de forma casi simultánea, 23 individuos,
incluido el jefe de la trama, el ciudadano belgo-marroquí
Abdelkader Belliraj, fueron arrestados y puestos a
disposición judicial. Entre los reos se encontraban el
corresponsal en Marruecos de la cadena de televisión del
Hezbollah (“partido de Alá”) libanés, Hafid Sriti, y un
militante saharaui del “islamista moderado” Partido para la
Justicia y el Desarrollo. En el marco de esta operación
también fueron detenidos los secretarios generales de dos
partidos islamistas, la Alianza Civilizacional (legal) y el
Partido de la Oumma (tolerado, pero no reconocido
legalmente), por sus presuntos lazos con la trama y con el
chiismo internacional, a través del Líbano pero con Irán a
la cabeza. Con ramificaciones en Europa, aparentemente
dedicada a la recaudación de fondos, la desarticulación de
esta célula puso de manifiesto la posible implicación del
“islamismo político” en el terrorismo, además de sacar a la
luz la pista chií, una rama del Islam que cada vez cuenta
con más adeptos en Marruecos. En total, 33 presuntos
miembros de esta trama deberán comparecer el próximo 16 de
octubre ante la Corte Antiterrorista de Salé, localidad
contigua a Rabat.
“Marruecos acaba de evitar lo peor”, declaraba ante un grupo
de periodistas a principios de julio un alto responsable
marroquí en la lucha antiterrorista. “A esta conclusión se
ha llegado después de analizar la documentación confiscada a
una célula terrorista recientemente desmantelada, con
ramificaciones en Europa y que mantendría, según todos los
indicios, estrechos vínculos con Al Qaeda”, añadía. Se
refería a los mapas y planos confiscados a los 35 individuos
arrestados a finales de junio y principios de julio en
diversos puntos del país por su presunta implicación en una
trama terrorista que pretendía operar atentados, algunos de
los cuales se encontraban en avanzado estado de preparación,
contra los lugares turísticos que más visitantes acogen
durante la época estival, principalmente ciudades como
Tánger, Marraquech, Fez, Casablanca e incluso la misma
capital, Rabat.
Atendidas las evidencias, en pleno apogeo de la llegada de
emigrantes marroquíes residentes en el extranjero y de
turistas, el Ministerio de Interior decidió entonces elevar
al máximo el nivel de alerta ante la amenaza terrorista,
procediendo a una extrema movilización y vigilancia estricta
de los cuerpos y fuerzas de seguridad. En el marco de este
nuevo dispositivo se previó un importante refuerzo de la
vigilancia en puertos y aeropuertos, sobre todo en Tánger,
Casablanca y Marraquech, además de en los puestos
fronterizos de Ceuta y Melilla. Además, se pusieron en
marcha controles suplementarios de carretera, tanto en vías
principales como en secundarias, y en los accesos a las
grandes urbes. La última vez que Marruecos elevó el estado
de alerta había sido durante la primavera de 2007, después
de que seis kamikazes se hubieran inmolado en Casablanca.
A finales del mes de agosto, en una amplia operación
desplegada en varias capitales marroquíes, los servicios de
seguridad desmantelaron una “peligrosa red terrorista”
compuesta por quince personas. Bajo el nombre de Fath Al
Andalus (“Conquista de Al Andalus”, literalmente) el
entramado “planificaba inminentes atentados en Marruecos”,
coincidiendo con el comienzo del mes sagrado musulmán del
Ramadán. En el marco de esta operación fueron incautados
productos químicos y material electrónico “para la
fabricación de explosivos”, desvelaron entonces fuentes
policiales. Según informó agencia marroquí de prensa, la
MAP, al Fath Al Andalus mantenía lazos con extremistas
vinculados con AQMI. Otras fuentes desvelaron la inestimable
ayuda de la policía española en la desarticulación de la
trama y la vocación “hispana” del grupo terrorista en cuanto
a la selección de sus objetivos.
Por otra parte, a casi nadie pasó desapercibido el hecho de
que varios de los cabecillas de esta célula eran oriundos
del Sahara Occidental, creyéndose incluso que el centro de
operaciones de la misma se situaba en la localidad de El
Aaiún, capital administrativa de la colonia española. Ante
tal revelación, después de analizar la biografía de algunos
de los implicados, para muchos se corroboraban los rumores
según los cuales la nueva estrategia de infiltración de AQMI
en Marruecos se efectuaba a través del Sahara y a través de
saharauis, nueva punta de lanza de la franquicia magrebí de
Ben Laden en el país de Mohamed VI.
En Mauritania, ya por último, las fuerzas de seguridad se
mantienen también en estado de máxima alerta terrorista.
Ante lo inestable de la situación política y un proceso de
transición democrática que no acaba de cuajar, con un golpe
de Estado militar como colofón, arrecian las amenazas de
AQMI. El 12 de septiembre un dispositivo de seguridad
especial se puso en marcha en los principales centros
neurálgicos de Nouakchott tras una amenaza de atentado
proveniente de medios radicales próximos a la franquicia
magrebí de la organización de Ben Laden. Entre otros, fueron
desplegados controles de seguridad ante la sede de la
Presidencia, el Banco Central, edificios ministeriales y
embajadas como la de Israel (Mauritania es uno de los raros
países musulmanes que mantienen relaciones diplomáticas con
el Estado hebreo), Estados Unidos o España.
Este país ha sido el escenario de numerosos ataques
terroristas durante los últimos años. Cabe destacar la
incursión de un comando del GSPC compuesto por 150
terroristas asesinaba a 17 militares mauritanos en un
cuartel de Lemgheity el 4 de junio de 2005. El 24 de
diciembre de 2007, no lejos de la localidad de Aleg, 250
kilómetros al sudeste de Nouakchott, 4 turistas franceses
eran asesinados por otro comando ya bajo la égida de AQMI,
provocando la suspensión del rally Lisboa-Dakar ante la
falta de garantías del gobierno del país magrebí para
garantizar la seguridad de los participantes.
En abril de 2008 una cuarentena de presuntos terroristas
fueron arrestados “a título preventivo” por su vinculación
con este atentado, ya fuera por su participación directa,
por su complicidad o como presuntos instigadores de la
matanza. Desde entonces, varios tiroteos y enfrentamientos
entre militares y yihadistas se han registrado en las calles
de Nouakchott.
Conclusión: La amenaza de puertas para adentro y la
recuperación de Al Andalus
Algunas operaciones policiales llevadas a cabo por la
policía española, francesa e italiana entre 2005 y 2007
revelan la capacidad de captación del antiguo AQMI en
territorio europeo. Algunos expertos reconocen incluso que
las ya densas redes del GSPC en Europa se habrían visto
incluso reforzadas, sobre todo durante el periodo de
aplicación de la Carta por la Paz y la Reconciliación
Nacional en Argelia. Sin ser exhaustivos, aludiendo
únicamente a lo acaecido en territorio español, podemos
citar la Operación Tigris, en junio de 2005, la Operación
Gamo (noviembre de 2005), la Operación Green (diciembre de
2005), la Operación Chacal (enero de 2006), la Operación
Sello II (enero de 2007) o las últimas operaciones llevadas
a cabo en Catalunya, en las cuales fueron detenidos varios
ciudadanos de origen magrebí dedicados a la captación de
reclutas y la consecución de fondos para la Yihad
internacional. Sólo en España, el 79% de los detenidos por
su implicación en actividades vinculadas con el terrorismo
internacional entre 2001 y 2006 son oriundos del norte de
África (el 40% de Marruecos y el 31% de Argelia).
En el marco de estas redes yihadistas europeas, juegan un
papel destacado los binacionales, es decir, ciudadanos de
origen magrebí establecidos desde hace tiempo en Europa y
que han llegado a adquirir la nacionalidad de sus países de
origen, son uno de los objetivos prioritarios de AQMI.
“Sabemos, a partir de algunos casos en los que estamos
trabajando, que la tarea del GSPC consiste en reclutar a
gente en Marruecos y en Túnez, entrenarles y devolverles a
sus países de origen en Europa para perpetrar ataques”,
declaró a finales de 2007 el juez antiterrorista francés,
Jean-Louis Bruguière, al The New York Times. Especial
atención a las nuevas generaciones, a los hijos de
emigrantes magrebís, que son reclutados en el marco de
colectividades musulmanes para, en algunos casos,
trasladarlos a primera línea del combate yihadista (Iraq y
Afganistán, principalmente) y, en otros, para conducirlos a
los campos de entrenamiento en el Sahel, donde se les
instruye en el uso de armas y explosivos.
En el yihadismo internacional, España juega un papel
simbólico muy destacado. En febrero de 2007, Ayman Al
Zawahiri emitió un mensaje en el que, tras lanzar un
llamamiento a la juventud musulmana en orden a asumir el
deber de la Yihad, aludía al puesto central que el estado
español desempeña en la idiosincrasia islamista. “Pido a Alá
que os conceda que mantengáis vuestros pies firmes para
obedecerle y que os conceda su ayuda y su victoria, y así
liberéis el Magreb Islámico e icéis el estandarte de la
Yihad para que ondee victorioso sobre su tierra, y que Alá
os conceda el favor de pisar pronto con vuestros pies puros
el usurpado Al Andalus”.
Esta idea de recuperar por las armas lo que fue tierra del
Islam entre 711 y 1492 parece haber calado en el discurso de
las redes terroristas norteafricanas. Tras anunciar su
cambio de nomenclatura, el GSPC destacaba en un comunicado:
“Abrazamos la Yihad para cumplir con un precepto divino
ineludible que se nos impuso desde la caída de Al Andalus y
la venta de Palestina, y desde que nos dividieron las
frontera que inventaron los invasores”. Desde entonces, la
amenaza terrorista contra intereses españoles se antoja
real, no sólo en los propios países magrebíes, sino también
en la propia Península y, muy especialmente, en las dos
ciudades autónomas españolas en el Norte de África. En
diciembre de 2006, en otro comunicado, El Zawahiri aludía
precisamente a “la ocupación española de Ceuta y Melilla”,
aludiendo al deber de expulsar a “los invasores” de la
tierra del Islam.
Este argumento de propaganda de Al Qaeda parece ser efectivo
como acicate a la “rebeldía anti occidental”, muy en boga
entre la opinión pública árabe. La pervivencia del mito de
Al Andalus es, efectivamente, un tema rentable para la
publicidad político-religiosa de la organización de Ben
Laden y un instrumento movilizador de peso a la hora de
reclutar nuevos yihadistas. Por esto precisamente, Al
Zawahiri parece haber adoptado la recuperación de Al Andalus
como uno de los argumentos constantemente repetidos en sus
apariciones públicas. Si bien la eventual redención del
“territorio despojado” es, sin duda, un argumento
interesante, con la finalidad de crear inquietud y miedo en
Occidente, este tipo de llamamientos efectuados desde algún
punto de la frontera afgano-paquistaní, donde se cree que Al
Zawahiri permanece escondido, no sitúa a España, a priori,
como un objetivo central de los violentos o, al menos, no
más que otros.
Lo que sí justifica la inquietud europea es el advenimiento
de AQMI y sus derivas. El recrudecimiento de las acciones
terroristas, la multiplicación y coordinación entre las
redes yihadistas norteafricanas y la asunción de parte del
antiguo GSPC del rol de guía, son elementos amenazantes para
la seguridad de Europa, sobre todo de países como España,
Italia, Francia, Reino Unido y Holanda. El riesgo de nuevos
atentados en territorio europeo es real. En este sentido,
algunos expertos han llegado a apuntar que la eventual
retirada de tropas norteamericanas de Iraq puede tener
consecuencias sobre el incremento de esta amenaza. Si el
conflicto iraquí deviene una suerte de guerra civil y no una
lucha contra la ocupación estadounidense es probable que
muchos de los voluntarios mouyahidines opten por proseguir
su particular Yihad en Europa, contra sus “cruzados”, sus
regímenes “anti musulmanes” y, cómo no, para “recuperar” Al
Andalus y los “territorios ocupados” de Ceuta y Melilla.
** Politólogo y corresponsal de prensa en el Magreb
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