Es un hecho que durante los últimos tiempos se han producido
numerosos intercambios de visitas entre los responsables de
ambos países en la lucha antiterrorista. El informe de
Marion E. Bowman, representante del FBI ante la Comisión de
Vigilancia de Actividades de Inteligencia en el Senado
norteamericano, había citado a Argelia, ya en julio de 2002,
como “aliado de los Estados Unidos en la lucha contra Al
Qaeda”. Desmintiendo tales propósitos, el Comisario por la
Paz y la Seguridad de la Unión Africana, el argelino Ramdane
Laâmamra, saltaba a la palestra para negar de forma
categórica cualquier presencia de fuerzas militares
extranjeras en Argelia. En declaraciones vertidas en rueda
de prensa en el Centro Africano de Estudios sobre
Terrorismo, en el marco de unos trabajos sobre el terrorismo
en el Magreb, Laâmara no dudó en señalar como “la
experiencia argelina en el marco de la lucha antiterrorista
es reclamada por los otros y no a la inversa”.
El refuerzo de la cooperación antiterrorista fue,
precisamente, el eje central de la última gira magrebí de
Condoleeza Rice, Secretaria de Estado Estadounidense, que
tuvo lugar entre el 4 y el 7 de septiembre de 2008. Si bien
Libia, Túnez, Argelia y Marruecos, los países que visitó
Rice, coincidieron con Washington en la existencia de un
“riesgo terrorista real” que debe ser atajado de forma
conjunta, la idea del Africom no acaba de arrancar.
El principal escollo no es otro que la resistencia de
líderes como Muammar Gadafi y Abdelaziz Bouteflika, para
quienes, al menos oficialmente y de cara a sus propias
opiniones públicas, en clave nacionalista y arabo musulmana,
la presencia de una milicia extranjera en su territorio se
antoja un hecho “inaceptable” que no dudan en calificar de
“ocupación colonial”. Sólo Túnez, Nouakchott y Rabat se han
mostrado partidarios al Africom, proponiéndose Marruecos
incluso a albergar la sede del futuro comando regional.
Mientras, AQMI sigue campando a sus anchas en el Sahel,
preparando ataques se cada año se cobran cientos de vidas,
aprovechando la debilidad de sus enemigos y su falta de
capacidad para concluir acuerdos.
Límites de las ambiciones regionales de AQMI
Incluso si es obligado enmarcar la acción del antiguo GSPC
en el seno del movimiento yihadista internacional, su
alianza estratégica con Al Qaeda no ha hecho que esta
organización abandone sus propias lógicas locales. En este
sentido, no podemos obviar la diferente tipología de
regímenes políticos en liza, lo cual condiciona una
diferente tipología de organización y estrategias
particulares, adaptadas a cada caso particular. Es obvio
señalar, por tanto, a la luz de las diferencias existentes
que, citando por ejemplo la distancia existente entre la
Libia de Muammar Gadafi y el Túnez de Zine El Abidine Ben
Ali las prácticas del islamismo racial se despliegan de una
forma u otra en la medida se interacciona con cada
particular entorno político, económico y social.
En este mismo orden de cosas, en cada país el islamismo
sigue una lógica particular. Si bien este hecho es,
precisamente, uno de los que se considera como “elementos
fuertes” de Al Qaeda, a saber, su descentralización y la
autonomía de las células que actúan bajo su etiqueta
(“independencia organizada”, según la apelación empleada por
algunos expertos), no podemos obviar que esta es también una
fuente de debilidad. De este modo los atentados que tuvieron
lugar en 2007 en Marruecos no tienen, según las conclusiones
de la investigación policial, ningún lazo con el GSPC. A
pesar de una poco clara reivindicación y de seguir los
métodos de AQMI, lo que despertó los fantasmas de los
atentados de 16 de mayo de 2003 en Casablanca (43 muertos),
los ataques suicidas del 11 de marzo y del 10 de abril en la
capital económica marroquí parecen, según todos los
indicios, obras de grupos autónomos. Estos denotan, además,
un cierto grado de amateurismo ya que, junto con los siete
kamikazes, “únicamente” resultó muerto un inspector de
policía. La tímida reivindicación de los ataques no es
acorde tampoco con la filosofía de Al Qaeda, que siempre
busca dotar de la mayor repercusión y visibilidad a sus
acciones violentas.
Además de su autonomía operacional con respecto al GSPC, los
grupos radicales marroquíes no tienen realmente lazos entre
ellos, de ahí precisamente su complejidad y las dificultades
para los poderes públicos de contener sus acciones. Se trata
de células islamistas que persiguen diferentes objetivos. Si
bien el GICM sigue siendo el referente fundamental, existen
otros grupúsculos que se dirigen cara unos u otros
propósitos, que pueden variar entre su voluntad de atacar
los símbolos del poder marroquí hasta la liberación de Iraq
o Palestina. Sólo en 2006 los servicios de seguridad del
Reino Alauí desmantelaron 11 células que reclutaban
combatientes para integrar la resistencia iraquí, sin
absolutamente ninguna intención de operar atentados en
territorio magrebí, al menos inicialmente.
Existe, al lado del salafismo doctrinal y pietista, todo un
conjunto de grupos violentos que beben del salafismo
internacional y que se confunden con el bandidismo y la
pequeña criminalidad. Estas pequeñas células, formando todas
ellas parte de la confusa nebulosa islamista, no tienen
necesariamente vinculación con otras células o con un
superior jerárquico que les de instrucciones, sino que
pueden formarse coyunturalmente para, por ejemplo, llevar a
cabo un solo atentado desprovisto de cualquier tipo de
proyecto político o “reivindicación superior” de fondo. Los
miembros de este tipo de organización sueles ser poco
“profesionales”, inexpertos y no habiendo pasado muchos de
ellos por ningún campo de entrenamiento. Esta falta de
preparación es la que ha permitido en ocasiones la
desarticulación de numerosas redes antes de que puedan
llegar a perpetrar ningún tipo de operación o ataque.
En la anticipación policial también juega un importante
papel la necesidad de estas redes de abrirse a su entorno
para la captación de recursos, tanto humanos como
materiales. Los cuerpos de seguridad pueden identificar y, a
veces, infiltrarse dentro de estos grupos yihadistas si
cuentan con colaboradores en redes de uso común como
mezquitas, salas de oración, delincuentes, vecinos, cafés,
prisiones, etc. En virtud de esta urgencia de abrirse, de
mezclarse con el entorno para sobrevivir y buscar el
sustento a sus actividades terroristas, basta con que uno de
los miembros de la célula “cante” o cometa un error para
que, poco a poco, la policía pueda llegar a desentrañar la
trama, lo cual no deja de ser otra fuente de debilidad de
este tipo de organizaciones.
La Yihad contra Al Qaeda: El cisma en el islamismo
radical argelino
A estas alturas son muchos los ideólogos o simples miembros
del movimiento islamista radical, de la Yihad global, que
han levando su voz para condenar las recientes derivas de Al
Qaeda. Un claro ejemplo en este sentido lo encontramos en el
egipcio Sayed Imam, uno de los mentores de Ayman Al Zawairi
y alguien muy estrechamente unido al origen del terrorismo
islamista tal y como hoy lo conocemos, justificando los
violentos del Islam sus acciones en los preceptos y
enseñanzas de este teólogo musulmán. En su último libro, sin
embargo, cuyo título traducido sería La corrección de la
Yihad en Egipto y en el Mundo, Imam se distancia de sus
tesis precedentes, condenando sin ambages la deriva de Al
Qaeda en lo que respecta a su nueva estrategia de ataque y
la selección de sus objetivos.
“Al Qaeda no tiene otra posición que la de los deseos
personales de Oussama Ben Laden y aquel que osa objetar
cualquier cosa es inmediatamente rechazado”, declaraba Sayed
Imam en diciembre de 2007 al diario panárabe Al-Hayat,
dejando bien a las claras su cambio de postura. “Es
aproximación errónea fue la que condujo precisamente a los
atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos”,
añadía el teólogo, poniendo en cuestión las actuales
“motivaciones religiosas” de Al Qaeda y de sus grupos
afines. Para Imam, “aquellos que se dirigen contra inocentes
trabajan, sin duda, fuera de los límites de la charia (ley
islámica), poniendo sus deseos y su voluntad personal por
delante de Alá”.
Sayed Imam no es el único teórico o líder religioso que,
habiendo participado del movimiento yihadista mundial, ha
pasado a criticar los recientes desarrollos de la red
terrorista. Junto con la tradicional repulsa mostrada por
las elites musulmanes “moderadas” y por la gran parte de la
Oumma, últimamente han sido varios los ulemas (autoridades
religiosas en Islam) salafistas de renombre que se han unido
a las denuncias al encuentro de Al Qaeda. Es el caso, por
ejemplo, de Tartoussi, Abou Bakr El Djazairi o Youssef El
Qaradhoui, para quien el insistente recurso que los fieles a
Ben Laden hacen de los atentados suicidas es totalmente
contrario a los preceptos islamistas.
Este cisma en el seno del campo del islamismo radical lo
encontramos en Argelia, donde el detonante no ha sido otro
que el propio advenimiento de AQMI. El recurso a los
atentados kamikazes, tan a la moda en Iraq o en Paquistán,
se han convertido en una constante en el país magrebí donde,
a pesar de las elevadísimas cotas de violencia registradas
durante la década de los noventa, este modus operandi es
toda una novedad. Por otra parte, los ataques se dirigen
cada vez más contra las fuerzas de seguridad, gendarmería y
policía fundamentalmente, e incluso contra la población
civil. El recurso al suicidio como forma de combate y la
nueva selección de objetivos no ha hecho sino desatar
numerosas críticas contra la actual dirección de AQMI,
destapando las divergencias existentes en el campo del
islamismo radical argelino con respecto a la alianza entre
Oussama Ben Laden y Abdelkader Droubkel.
A la luz del testimonio de terroristas arrepentidos que se
han acogido a las medidas de amnistía previstas en la Carta
por la Paz y la Reconciliación Nacional auspiciada por el
presidente, Abdelaziz Bouteflika, un elevado número de
emires y responsables del otrora GSPC habrían decidido
suspender cualquier actividad yihadista a la espera de
consejos, en forma de fatwas (edictos religiosos en Islam),
de los ulemas del movimiento salafista, muchos de los cuales
se niegan a dotar de legitimidad religiosa la nueva lógica
de acción de AQMI. Es precisamente debido a esta ausencia de
sustento ideológico-religioso la que ha llevado a un elevado
número de mouyahidines a demandar al propio Droubkel
explicaciones por la nueva línea de la organización.
Es conocido el caso de Salim El Afgani, cabecilla terrorista
argelino veterano de Afganistán que ha rechazado aliarse con
Droubkel y los suyos. El Afgani ha llegado a comparar
públicamente las actividades de AQMI con las de Grupo
Islámico Armado (GIA) que, bajo las órdenes del histórico
del islamismo radical en Argelia, Antar Zouabri, fue
responsable de decenas de miles de muertes durante los
noventa. Otra reacción destacada es la del también argelino
Abdallah Khali, alias Abou Tourab El Djazairi, emir de Al
Qaeda en Iraq. “Toda esta gente (los líderes de AQMI) ignora
las reglas islámicas, ya que los atentados dirigidos contra
civiles y soldados mal pagados no tienen nada que ver con la
Yihad”, sentenciaba Khali en una entrevista concedida en
febrero de 2008 al diario qatarí Al-Arab.
Estado de cosas: El polvorín argelino y las redes
marroquíes
Junto a la gestación de la amenaza terrorista y una
actividad violenta que podríamos calificar de baja
intensidad, presente a lo largo de toda la región magrebí,
es Argelia el país donde la situación es, sin duda, más
convulsa e inestable. Si bien todavía estamos lejos del
drama vivido durante la década de los noventa, cuando entre
150.000 y 200.000 personas murieron víctimas de la violencia
fratricida entre ejército e islamistas, lo cierto es que el
actual estado de cosas en la república magrebí es cuando
menos inquietante. Sólo durante el pasado mes de agosto más
de cien personas murieron víctimas de los ataques de AQMI,
en un verano en el que la actividad de esta organización ha
sido especialmente intensa, con numerosos atentados y
choques con el ejército y demás cuerpos de seguridad.
Era el preludio a un mes de Ramadán, que este año dio
comienzo en Argelia el 1 de septiembre, “sangriento”, según
avanzaron algunos de los responsables del antiguo GSPC. Los
emires de AQMI consideran este período de ayuno y
recogimiento como una época propicia para la Yihad,
prometiendo a sus fieles el estatus de mártires si perecen
durante este mes. Es por esto que durante los últimos meses
no han cesado los mensajes, a través de Internet o canales
televisivos como Al Jazeera, llamando a los jóvenes a unirse
a la lucha contra “los cruzados y sus aliados”, en alusión
al régimen argelino, que estiman en connivencia con las
potencias occidentales.
La presencia de AQMI es desigual a lo largo del territorio
argelino. Si bien la organización ha demostrado su capacidad
para atentar en la capital, los ataques suelen concentrarse
en el que ya se conoce como “triángulo de la muerte”, entre
Boumerdès, Tizi Ouzzou y Bouira, en la Cabilia. Esta región
bereber, uno de los bastiones en la lucha por la democracia
en el país magrebí, conocida por su rebeldía y oposición al
poder central, es también una de las más montañosas y
agrestes del país. Aquí, los violentos han encontrado su
refugio y el escenario perfecto para cometer sus fechorías,
escapando del control de las fuerzas de seguridad.
Estimaciones “no oficiales” de centros de inteligencia
occidentales apuntan a que hay entre 300 y 700 islamistas
armados diseminados en Argelia, concentrándose su mayoría en
esta región. También se alerta sobre la posibilidad de que
el número de terroristas se incremente a medida que el
contingente de mouyahidines argelinos en Irak y en
Afganistán se vea obligado a abandonar esos contextos y
retornar a su país de origen.
En el momento de redactar estas líneas (12 de septiembre de
2008, 11 de Ramadán de 1429) se está llevando a cabo una de
las mayores operaciones militares de la historia de Argelia
contra el maquis integrista oculto en las montañas de las
regiones de Skikda, Batna y Jijel. Algo más de 15.000
soldados, con apoyo de decenas de helicópteros y de
armamento pesado como misiles tierra-aire, tratan de
localizar y abatir a los violentos que tienen por refugio
esta zona. Al mismo tiempo, para prevenir posibles ataques,
las principales ciudades del país han sido blindadas,
reforzando los dispositivos de seguridad hasta extremos sólo
comparables a los de los noventa, reproduciéndose en cierta
medida lo que algunos denominaron “guerra invisible”.
En 2007 el balance de los atentados de AQMI en Argelia fue
escalofriante. El 11 de abril, 30 muertos en un doble ataque
en Argel contra el Palacio de Gobierno y una comisaria en el
que se emplearon casi 2 toneladas de explosivos. El 11 de
julio, en Lakhdaria, 120 kilómetros al este de la capital,
un coche bomba propulsado contra un cuartel del Ejército
dejó un saldo de 10 muertos y 35 heridos (AQMI afirma que
habría abatido a no menos de 70 personas en este ataque). El
5 de septiembre, durante un viaje del presidente a Batna,
otra explosión causa 22 muertos. Tres días después, en
Dellys, 100 kilómetros al este de Argel, un suicida de 15
años empotra un coche bomba contra un cuartel de la Marina
provocando 30 muertos. El 11 de diciembre, dos atentados
casi simultáneos con coche bomba en Argel, frente a la sede
del Tribunal Supremo y las oficinas del Alto Comisariado de
Naciones Unidas para los Refugiados, dejan un saldo de 67
muertos, según datos oficiales.
Por lo que respecta a Marruecos, si bien la acción
terrorista es menos expeditiva, las actividades de
organización entre los violentos ha sido la tónica durante
los últimos tiempos. En lo que va de este año la policía
marroquí ha anunciado la desarticulación de hasta cuatro
células terroristas, encontrándose algunos de sus máximos
responsables en busca y captura. Si bien la financiación y
el reclutamiento de efectivos para la Yihad global parecen
ser las principales funciones de las tramas desarticuladas,
la anticipación de la acción policial ha conseguido
desbaratar los planes de otros grupos que estarían en
disposición de operar atentados en Marruecos.
Continúa mañana)
** Politólogo y corresponsal de prensa en el Magreb
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