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OPINIÓN - JUEVES, 18 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 
OPINIÓN /  TERRORISMO EN EL NORTE DE ÁFRICA

Al Qaeda en el Magreb Islámico: extensión y límites
de la amenaza terrorista en el norte de África (III)

Por David Alvarado**

Es un hecho que durante los últimos tiempos se han producido numerosos intercambios de visitas entre los responsables de ambos países en la lucha antiterrorista. El informe de Marion E. Bowman, representante del FBI ante la Comisión de Vigilancia de Actividades de Inteligencia en el Senado norteamericano, había citado a Argelia, ya en julio de 2002, como “aliado de los Estados Unidos en la lucha contra Al Qaeda”. Desmintiendo tales propósitos, el Comisario por la Paz y la Seguridad de la Unión Africana, el argelino Ramdane Laâmamra, saltaba a la palestra para negar de forma categórica cualquier presencia de fuerzas militares extranjeras en Argelia. En declaraciones vertidas en rueda de prensa en el Centro Africano de Estudios sobre Terrorismo, en el marco de unos trabajos sobre el terrorismo en el Magreb, Laâmara no dudó en señalar como “la experiencia argelina en el marco de la lucha antiterrorista es reclamada por los otros y no a la inversa”.

El refuerzo de la cooperación antiterrorista fue, precisamente, el eje central de la última gira magrebí de Condoleeza Rice, Secretaria de Estado Estadounidense, que tuvo lugar entre el 4 y el 7 de septiembre de 2008. Si bien Libia, Túnez, Argelia y Marruecos, los países que visitó Rice, coincidieron con Washington en la existencia de un “riesgo terrorista real” que debe ser atajado de forma conjunta, la idea del Africom no acaba de arrancar.

El principal escollo no es otro que la resistencia de líderes como Muammar Gadafi y Abdelaziz Bouteflika, para quienes, al menos oficialmente y de cara a sus propias opiniones públicas, en clave nacionalista y arabo musulmana, la presencia de una milicia extranjera en su territorio se antoja un hecho “inaceptable” que no dudan en calificar de “ocupación colonial”. Sólo Túnez, Nouakchott y Rabat se han mostrado partidarios al Africom, proponiéndose Marruecos incluso a albergar la sede del futuro comando regional. Mientras, AQMI sigue campando a sus anchas en el Sahel, preparando ataques se cada año se cobran cientos de vidas, aprovechando la debilidad de sus enemigos y su falta de capacidad para concluir acuerdos.

Límites de las ambiciones regionales de AQMI

Incluso si es obligado enmarcar la acción del antiguo GSPC en el seno del movimiento yihadista internacional, su alianza estratégica con Al Qaeda no ha hecho que esta organización abandone sus propias lógicas locales. En este sentido, no podemos obviar la diferente tipología de regímenes políticos en liza, lo cual condiciona una diferente tipología de organización y estrategias particulares, adaptadas a cada caso particular. Es obvio señalar, por tanto, a la luz de las diferencias existentes que, citando por ejemplo la distancia existente entre la Libia de Muammar Gadafi y el Túnez de Zine El Abidine Ben Ali las prácticas del islamismo racial se despliegan de una forma u otra en la medida se interacciona con cada particular entorno político, económico y social.

En este mismo orden de cosas, en cada país el islamismo sigue una lógica particular. Si bien este hecho es, precisamente, uno de los que se considera como “elementos fuertes” de Al Qaeda, a saber, su descentralización y la autonomía de las células que actúan bajo su etiqueta (“independencia organizada”, según la apelación empleada por algunos expertos), no podemos obviar que esta es también una fuente de debilidad. De este modo los atentados que tuvieron lugar en 2007 en Marruecos no tienen, según las conclusiones de la investigación policial, ningún lazo con el GSPC. A pesar de una poco clara reivindicación y de seguir los métodos de AQMI, lo que despertó los fantasmas de los atentados de 16 de mayo de 2003 en Casablanca (43 muertos), los ataques suicidas del 11 de marzo y del 10 de abril en la capital económica marroquí parecen, según todos los indicios, obras de grupos autónomos. Estos denotan, además, un cierto grado de amateurismo ya que, junto con los siete kamikazes, “únicamente” resultó muerto un inspector de policía. La tímida reivindicación de los ataques no es acorde tampoco con la filosofía de Al Qaeda, que siempre busca dotar de la mayor repercusión y visibilidad a sus acciones violentas.

Además de su autonomía operacional con respecto al GSPC, los grupos radicales marroquíes no tienen realmente lazos entre ellos, de ahí precisamente su complejidad y las dificultades para los poderes públicos de contener sus acciones. Se trata de células islamistas que persiguen diferentes objetivos. Si bien el GICM sigue siendo el referente fundamental, existen otros grupúsculos que se dirigen cara unos u otros propósitos, que pueden variar entre su voluntad de atacar los símbolos del poder marroquí hasta la liberación de Iraq o Palestina. Sólo en 2006 los servicios de seguridad del Reino Alauí desmantelaron 11 células que reclutaban combatientes para integrar la resistencia iraquí, sin absolutamente ninguna intención de operar atentados en territorio magrebí, al menos inicialmente.

Existe, al lado del salafismo doctrinal y pietista, todo un conjunto de grupos violentos que beben del salafismo internacional y que se confunden con el bandidismo y la pequeña criminalidad. Estas pequeñas células, formando todas ellas parte de la confusa nebulosa islamista, no tienen necesariamente vinculación con otras células o con un superior jerárquico que les de instrucciones, sino que pueden formarse coyunturalmente para, por ejemplo, llevar a cabo un solo atentado desprovisto de cualquier tipo de proyecto político o “reivindicación superior” de fondo. Los miembros de este tipo de organización sueles ser poco “profesionales”, inexpertos y no habiendo pasado muchos de ellos por ningún campo de entrenamiento. Esta falta de preparación es la que ha permitido en ocasiones la desarticulación de numerosas redes antes de que puedan llegar a perpetrar ningún tipo de operación o ataque.

En la anticipación policial también juega un importante papel la necesidad de estas redes de abrirse a su entorno para la captación de recursos, tanto humanos como materiales. Los cuerpos de seguridad pueden identificar y, a veces, infiltrarse dentro de estos grupos yihadistas si cuentan con colaboradores en redes de uso común como mezquitas, salas de oración, delincuentes, vecinos, cafés, prisiones, etc. En virtud de esta urgencia de abrirse, de mezclarse con el entorno para sobrevivir y buscar el sustento a sus actividades terroristas, basta con que uno de los miembros de la célula “cante” o cometa un error para que, poco a poco, la policía pueda llegar a desentrañar la trama, lo cual no deja de ser otra fuente de debilidad de este tipo de organizaciones.

La Yihad contra Al Qaeda: El cisma en el islamismo radical argelino

A estas alturas son muchos los ideólogos o simples miembros del movimiento islamista radical, de la Yihad global, que han levando su voz para condenar las recientes derivas de Al Qaeda. Un claro ejemplo en este sentido lo encontramos en el egipcio Sayed Imam, uno de los mentores de Ayman Al Zawairi y alguien muy estrechamente unido al origen del terrorismo islamista tal y como hoy lo conocemos, justificando los violentos del Islam sus acciones en los preceptos y enseñanzas de este teólogo musulmán. En su último libro, sin embargo, cuyo título traducido sería La corrección de la Yihad en Egipto y en el Mundo, Imam se distancia de sus tesis precedentes, condenando sin ambages la deriva de Al Qaeda en lo que respecta a su nueva estrategia de ataque y la selección de sus objetivos.

“Al Qaeda no tiene otra posición que la de los deseos personales de Oussama Ben Laden y aquel que osa objetar cualquier cosa es inmediatamente rechazado”, declaraba Sayed Imam en diciembre de 2007 al diario panárabe Al-Hayat, dejando bien a las claras su cambio de postura. “Es aproximación errónea fue la que condujo precisamente a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos”, añadía el teólogo, poniendo en cuestión las actuales “motivaciones religiosas” de Al Qaeda y de sus grupos afines. Para Imam, “aquellos que se dirigen contra inocentes trabajan, sin duda, fuera de los límites de la charia (ley islámica), poniendo sus deseos y su voluntad personal por delante de Alá”.

Sayed Imam no es el único teórico o líder religioso que, habiendo participado del movimiento yihadista mundial, ha pasado a criticar los recientes desarrollos de la red terrorista. Junto con la tradicional repulsa mostrada por las elites musulmanes “moderadas” y por la gran parte de la Oumma, últimamente han sido varios los ulemas (autoridades religiosas en Islam) salafistas de renombre que se han unido a las denuncias al encuentro de Al Qaeda. Es el caso, por ejemplo, de Tartoussi, Abou Bakr El Djazairi o Youssef El Qaradhoui, para quien el insistente recurso que los fieles a Ben Laden hacen de los atentados suicidas es totalmente contrario a los preceptos islamistas.

Este cisma en el seno del campo del islamismo radical lo encontramos en Argelia, donde el detonante no ha sido otro que el propio advenimiento de AQMI. El recurso a los atentados kamikazes, tan a la moda en Iraq o en Paquistán, se han convertido en una constante en el país magrebí donde, a pesar de las elevadísimas cotas de violencia registradas durante la década de los noventa, este modus operandi es toda una novedad. Por otra parte, los ataques se dirigen cada vez más contra las fuerzas de seguridad, gendarmería y policía fundamentalmente, e incluso contra la población civil. El recurso al suicidio como forma de combate y la nueva selección de objetivos no ha hecho sino desatar numerosas críticas contra la actual dirección de AQMI, destapando las divergencias existentes en el campo del islamismo radical argelino con respecto a la alianza entre Oussama Ben Laden y Abdelkader Droubkel.

A la luz del testimonio de terroristas arrepentidos que se han acogido a las medidas de amnistía previstas en la Carta por la Paz y la Reconciliación Nacional auspiciada por el presidente, Abdelaziz Bouteflika, un elevado número de emires y responsables del otrora GSPC habrían decidido suspender cualquier actividad yihadista a la espera de consejos, en forma de fatwas (edictos religiosos en Islam), de los ulemas del movimiento salafista, muchos de los cuales se niegan a dotar de legitimidad religiosa la nueva lógica de acción de AQMI. Es precisamente debido a esta ausencia de sustento ideológico-religioso la que ha llevado a un elevado número de mouyahidines a demandar al propio Droubkel explicaciones por la nueva línea de la organización.

Es conocido el caso de Salim El Afgani, cabecilla terrorista argelino veterano de Afganistán que ha rechazado aliarse con Droubkel y los suyos. El Afgani ha llegado a comparar públicamente las actividades de AQMI con las de Grupo Islámico Armado (GIA) que, bajo las órdenes del histórico del islamismo radical en Argelia, Antar Zouabri, fue responsable de decenas de miles de muertes durante los noventa. Otra reacción destacada es la del también argelino Abdallah Khali, alias Abou Tourab El Djazairi, emir de Al Qaeda en Iraq. “Toda esta gente (los líderes de AQMI) ignora las reglas islámicas, ya que los atentados dirigidos contra civiles y soldados mal pagados no tienen nada que ver con la Yihad”, sentenciaba Khali en una entrevista concedida en febrero de 2008 al diario qatarí Al-Arab.

Estado de cosas: El polvorín argelino y las redes marroquíes

Junto a la gestación de la amenaza terrorista y una actividad violenta que podríamos calificar de baja intensidad, presente a lo largo de toda la región magrebí, es Argelia el país donde la situación es, sin duda, más convulsa e inestable. Si bien todavía estamos lejos del drama vivido durante la década de los noventa, cuando entre 150.000 y 200.000 personas murieron víctimas de la violencia fratricida entre ejército e islamistas, lo cierto es que el actual estado de cosas en la república magrebí es cuando menos inquietante. Sólo durante el pasado mes de agosto más de cien personas murieron víctimas de los ataques de AQMI, en un verano en el que la actividad de esta organización ha sido especialmente intensa, con numerosos atentados y choques con el ejército y demás cuerpos de seguridad.

Era el preludio a un mes de Ramadán, que este año dio comienzo en Argelia el 1 de septiembre, “sangriento”, según avanzaron algunos de los responsables del antiguo GSPC. Los emires de AQMI consideran este período de ayuno y recogimiento como una época propicia para la Yihad, prometiendo a sus fieles el estatus de mártires si perecen durante este mes. Es por esto que durante los últimos meses no han cesado los mensajes, a través de Internet o canales televisivos como Al Jazeera, llamando a los jóvenes a unirse a la lucha contra “los cruzados y sus aliados”, en alusión al régimen argelino, que estiman en connivencia con las potencias occidentales.

La presencia de AQMI es desigual a lo largo del territorio argelino. Si bien la organización ha demostrado su capacidad para atentar en la capital, los ataques suelen concentrarse en el que ya se conoce como “triángulo de la muerte”, entre Boumerdès, Tizi Ouzzou y Bouira, en la Cabilia. Esta región bereber, uno de los bastiones en la lucha por la democracia en el país magrebí, conocida por su rebeldía y oposición al poder central, es también una de las más montañosas y agrestes del país. Aquí, los violentos han encontrado su refugio y el escenario perfecto para cometer sus fechorías, escapando del control de las fuerzas de seguridad. Estimaciones “no oficiales” de centros de inteligencia occidentales apuntan a que hay entre 300 y 700 islamistas armados diseminados en Argelia, concentrándose su mayoría en esta región. También se alerta sobre la posibilidad de que el número de terroristas se incremente a medida que el contingente de mouyahidines argelinos en Irak y en Afganistán se vea obligado a abandonar esos contextos y retornar a su país de origen.

En el momento de redactar estas líneas (12 de septiembre de 2008, 11 de Ramadán de 1429) se está llevando a cabo una de las mayores operaciones militares de la historia de Argelia contra el maquis integrista oculto en las montañas de las regiones de Skikda, Batna y Jijel. Algo más de 15.000 soldados, con apoyo de decenas de helicópteros y de armamento pesado como misiles tierra-aire, tratan de localizar y abatir a los violentos que tienen por refugio esta zona. Al mismo tiempo, para prevenir posibles ataques, las principales ciudades del país han sido blindadas, reforzando los dispositivos de seguridad hasta extremos sólo comparables a los de los noventa, reproduciéndose en cierta medida lo que algunos denominaron “guerra invisible”.

En 2007 el balance de los atentados de AQMI en Argelia fue escalofriante. El 11 de abril, 30 muertos en un doble ataque en Argel contra el Palacio de Gobierno y una comisaria en el que se emplearon casi 2 toneladas de explosivos. El 11 de julio, en Lakhdaria, 120 kilómetros al este de la capital, un coche bomba propulsado contra un cuartel del Ejército dejó un saldo de 10 muertos y 35 heridos (AQMI afirma que habría abatido a no menos de 70 personas en este ataque). El 5 de septiembre, durante un viaje del presidente a Batna, otra explosión causa 22 muertos. Tres días después, en Dellys, 100 kilómetros al este de Argel, un suicida de 15 años empotra un coche bomba contra un cuartel de la Marina provocando 30 muertos. El 11 de diciembre, dos atentados casi simultáneos con coche bomba en Argel, frente a la sede del Tribunal Supremo y las oficinas del Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados, dejan un saldo de 67 muertos, según datos oficiales.

Por lo que respecta a Marruecos, si bien la acción terrorista es menos expeditiva, las actividades de organización entre los violentos ha sido la tónica durante los últimos tiempos. En lo que va de este año la policía marroquí ha anunciado la desarticulación de hasta cuatro células terroristas, encontrándose algunos de sus máximos responsables en busca y captura. Si bien la financiación y el reclutamiento de efectivos para la Yihad global parecen ser las principales funciones de las tramas desarticuladas, la anticipación de la acción policial ha conseguido desbaratar los planes de otros grupos que estarían en disposición de operar atentados en Marruecos.

Continúa mañana)

** Politólogo y corresponsal de prensa en el Magreb

 

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