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OPINIÓN - JUEVES, 18 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Un acto bien cubierto
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

David F. Pascual es el redactor jefe de este periódico. Lleva ya en la Casa varios años y cuando visito yo la redacción suelo entablar conversación rápida y nutritiva con él. El martes pasado coincidimos en el despacho del gerente, Ángel Muñoz, y me preguntó si había leído su crónica sobre el hermanamiento del PP andaluz con las ciudades de Ceuta y Melilla, en la plaza de la Constitución de Málaga.

Le respondí que lo había hecho por encima. Y que me era imposible opinar de su trabajo y mucho menos de lo acontecido en la capital malacitana. Que leería su crónica más tarde. Eso sí: no pude aguantarme y le dije que la foto que ilustraba la portada, con los dirigentes populares caminando en batería, era un calco a la imagen con que la televisión nos presenta la serie de ‘Los Hombres de Paco’.

El trabajo realizado por el compañero fue tan bueno que bien haría Javier Arenas en felicitarle. Y es que el acontecimiento se cubrió como merecía. Lo cual no es óbice para que uno crea que fueron muchos los ditirambos que sus compañeros de partido le dedicaron al presidente del PP de Andalucía y vicesecretario nacional del PP para asuntos territoriales.

Javier Arenas llegó a la política activa y mandando cuando apenas era veinteañero. Y ya no hizo otra cosa en su vida que dedicarse de lleno a un menester donde hay que tener los reflejos de una liebre y el saber de Lepe para seguir estando en puestos claves de la cosa durante todo ese tiempo.

El Niño, como era conocido en Sevilla, supo abrirse camino en la vida pública entre padrinos potentes y hechizando de paso a cuantos tenían la oportunidad de oír sus ocurrencias. Decía las cosas con arte y fue muy pronto maestro de la guasa andaluza y de ese decir cargado de burla torera que tan bien cuela en aquellas tierras.

De natural bromista y chistoso –nada peyorativo hay en ello-, y listo de mucho empaque, Sevilla se le quedó pequeña y allá que se fue a Madrid, además de a limpiarse los zapatos en el Palace, según el maestro Antonio Burgos, a abrirse camino en la calle Génova.

Y por las calles de Sevilla, poco tiempo después, la gente decía que El Niño Arenas había conquistado Génova y la calle de Alcalá, donde los andaluces siempre mandaron, y hasta la calle de Serrano. Y allá que iban todos los tiesos de Sevilla, que decían conocerle por haber alternado con él, a pedirle la recomendación de turno. Y muchos padres, cuando los niños decidían darse una vuelta por la capital del reino, a ver si se enrollaban en algo, se esforzaban por encontrar la tarjetita firmada como valor para que se fueran directos al despacho de un Arenas que iba de cabeza para ministro.

Y ministro fue Javier Arenas. Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales y ministro de Administraciones Públicas y de la Presidencia. Casi nada, vamos. Si bien es cierto que duró poco tiempo en todos esos ministerios. Lo de Pimentel, su amigo del alma, le salió rana, y pronto Arenas fue enviado a los despachos, como encargado de labores orgánicas y oscuras.

Lo que no entiendo es por qué se empeña nuestro hombre en derrotar a Manolo Chaves. Cuando lleva tres intentos fallidos. No me extraña, pues, que necesite alegrías como las de Málaga.
 

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