Refugiado en el “ribat” y tras reunir en torno a su figura
un considerable número de adeptos, Allah Ibn Yasin se siente
lo suficientemente fuerte para, por las fuerza de las armas
y con espíritu de “cruzada”, islamizar su entorno.
Encarrilar al mundo beréber y a quien se le pusiera por
delante dentro de la ortodoxia sunní (escuela jurídica
malikí), purificando el Islam de creencias ajenas al mismo.
Sin contemplaciones. Comienza la conquista de Marruecos,
lanzándose los almorávides -señala Touhami- “a expediciones
de guerra santa, expediciones con metas espirituales pero
también económicas”. Obviamente. Se atisba incluso ciertos
paralelismos con la primera expansión del Islam, en tiempos
incluso del mismo Profeta y más tarde con los “Califas
Guiados”.
La invasión almorávide sigue dos líneas de penetración, al
sur y al norte. En diez años (1042-1052) y al mando de Yahya
Ben Omar (quien sucede a Yahya Ben Ibrahim) someten el
Sáhara Occidental, mientras que al norte es el propio Allah
Ibn Yasin quien, al frente de sus guerreros “velados”, logra
debelar entre 1055 y 1056 Sijilmasa, masacrando a los jefes
zenatas; en el mismo año se apodera también del Sus, tomando
Tarudant. Ibn Yasin, comenta Lugan, “hace romper los
instrumentos de música, incendiar las tabernas y los lugares
de diversión, suprimiendo igualmente los impuestos no
autorizados por el Corán”. Ben Omar muere luchando
“encontrando el martirio” (siguiendo la expresión islámica),
sucediéndole su hermano Abou Bakr Ben Omar al frente de las
tropas. En su marcha hacia la conquista de Marruecos se
interponía un valeroso contrincante celoso de sus costumbres
(“heréticas” tanto para la ortodoxia islámica como para el
fanatismo almorávide), el reino de los bereberes Barwata, en
la costa atlántica. En el transcurso de la guerra, el
fanático Allah Ibn Yasin muere luchando en 1059 (451 de la
Hégira), siendo inhumado a orillas del Bou Regreg (el río
que desemboca en la actual Rabat). Tras vencer finalmente,
el ejército almorávide se divide en dos fuerzas: Abou Bakr
vuelve con la mitad de los guerreros al sur (donde en
ciertas tribus prendía la insumisión), peleando contra los
negros paganos alcanzando el Sudán, encontrando la muerte en
1061 no sin antes repudiar a su mujer, Zäinab… aconsejándola
casarse con su sobrino Yussef; es enterrado modestamente en
las montañas de Tagant.
Al norte su primo, Youssef ben Tachfin, ratificado como Emir
de los Almorávides prosigue la conquista con el resto del
ejército calculado, según algunas fuentes, en unos 20.000
efectivos a los que reorganiza y disciplina: dota a sus
fuerzas de caballería, integrando en la infantería a negros
y bereberes armados de picas y jabalinas, introduce el uso
de la ballesta, así como tambores y estandartes para guiar
las maniobras, organizando una táctica de ataques en masa y
profundidad. Es aconsejado según la tradición por su nueva
mujer, Zäinab, hasta el fallecimiento de ésta en 1071.
Combatiendo sin tregua, con una masa de ejército suficiente,
entusiasta y disciplinada (el uso de tambores en las
batallas se hace legendario), consigue con rapidez poner
Marruecos bajo su control. Los Almorávides entran pisando
fuerte en la historia.
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