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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 17 DE SEPTIEMBRE DE 2008

 
OPINIÓN / TERRORISMO EN EL NORTE DE ÁFRICA

Al Qaeda en el Magreb Islámico: extensión y límites
de la amenaza terrorista en el norte de África (II)

Por David Alvarado **


El perfil sociológico del islamista radical: De los “damnificados de la tierra” al “islamismo caviar”

Como continuación de su estrategia de expansión en la región magrebí, AQMI lanza a través de Internet, en enero de 2007, una llamada a la Yihad dirigida a todos los jóvenes argelinos, libios, marroquíes y tunecinos, bajo el título de “Hijos del Magreb Musulmán, esta es vuestra hora”. En esta misiva, la organización terrorista llama a la movilización contra “el infiel”, personificado en los intereses extranjeros presentes en Dar al Islam y en los poderes corruptos en liza en la región “en total connivencia con Occidente”. No falta, como ya es costumbre, referencias a la situación de los “hermanos palestinos”, a “la intrusión en Iraq” y a las “humillaciones” padecidas por el pueblo del profeta Mahoma a manos de “los cruzados” tras la pérdida de Al Andalus en la época de los Reyes Católicos.

Este tipo de llamamientos calan entre amplias capas de la población y no sólo necesariamente entre el que se ha extendido como el prototipo del futuro kamikaze, este decir, jóvenes desarraigados, pobres y sin estudios. Un elemento a tener en cuenta en la evolución de AQMI es el cambio en el perfil sociológico de los militantes islamistas radicales, hecho que inquieta sobremanera a las fuerzas de seguridad de los diferentes estados magrebíes. En Túnez, por ejemplo, la mayor parte de los detenidos en diciembre de 2006 eran jóvenes que, por un lado, se encontraban “bloqueados” en su ascenso social y, por otro, excluidos de toda participación política en la vida del país. El exilio, que constituía un refugio, ya no es posible, habida cuenta que Europa ha blindado sus fronteras a nuevos inmigrantes. Estos nuevos yihadistas son, más que “los damnificados de la tierra”, empleando la terminología de Franz Fanon, los descartados de la mundialización, que esperan encontrar una razón de ser en la Yihad global, según la ideología y los modos de operar aprehendidos a través de Internet.

Otro ejemplo de la complejización en el perfil sociológico del islamista radical lo encontramos en Marruecos, en la desarticulación de Ansar Al Mahdi (“los defensores del pasado”), en 2007. En este particular caso, algunos de los miembros de esta red no eran ni jóvenes miserables oriundos de los distritos de chabolas que abundan en las grandes urbes desde Libia hasta Mauritania, ni aquellos que no vieron satisfechas sus expectativas en el actual orden vigente. Y es que los teóricos del salafismo parecen haber encontrado entre los lujosos chalets de los barrios más acomodados, en el seno de determinados ámbitos burgueses, espacios privilegiados para sus prédicas, que no cesan de evocar la situación en Iraq, las humillaciones infligidas a los palestinos y, en definitiva, el deber de la Yihad. Todos estos elementos refuerzan la tesis del surgimiento de lo que se ha venido en denominar como “islamismo caviar”.

La Yihad femenina y el ciberespacio como herramienta terrorista

Destaca, por otra parte, el rol creciente desempeñado por las mujeres, aunque de momento únicamente en labores que podríamos considerar logísticas. No se puede descartar, no obstante, una evolución similar a la vivida en contextos de Oriente Medio, en Palestina sobre todo, donde las féminas han pasado, poco a poco, a desarrollar funciones tradicionalmente masculinas como la planificación y ejecución de atentados. En este sentido, en orden a su captación y endroctinamiento, el número de páginas Web dedicadas a la Yihad femenina se ha multiplicado exponencialmente durante los últimos tiempos, como apunta bien apunta, entre otros, la especialista tunecina Iqbal Gharbi.

En estas páginas Web se pueden identificar al menos cuatro “intenciones” o finalidades principales, a saber, el aprendizaje a distancia, la propagación del mensaje salafista, la movilización para la lucha y, por último, lo que se podría denominar como terrorismo cibernético. No deja de ser paradójico que, a pesar de las continuas condenas vertidas por los islamistas al encuentro de Occidente, estos utilizan, cada vez más, Internet, símbolo de la tecnología occidental, como herramienta para propagar y consolidar la Yihad. Este es un medio que cuenta con numerosas ventajas, entre ellas el hecho de no necesario contar con un espacio geográfico físico concreto para el ejercicio de actividades terroristas.

Existen diferentes tipos de sitios webs. Unos, más radicales, como Mujahidat (“la combatiente”) o Khansaa (nombre de una antigua poetisa árabe), ofrecen un programa de entrenamiento militar completo en el uso de armas y en la preparación de explosivos en ocho semanas. Otros, como For U Online, más “moderados”, priman el contenido periodístico y de análisis aunque, eso sí, siempre desde una perspectiva radical. Un elemento que no pasa desapercibido es que algunas de estas Webs tratan de atraer al público femenino a través del elemento estético, con una cuidada presentación de sus contenidos, utilizando colores suaves, con cierta preferencia por los tonos rosas o verdes, empleando incluso a veces fondos de pantalla no exentos de un cierto corte romántico con puestas de solo entornos floreados.

Por lo que respecta a la retórica empleada, esta es directa, tajante, apelando de forma firme a estas mujeres, aludiendo a los sufrimientos de la Oumma (nación islámica) y declarando a los regímenes occidentales, así como a los Gobiernos musulmanes, a los que tachan – como poco – de corruptos, como los principales culpables de estos males. Las Webs buscan un contacto directo, tratando de relacionar a las potenciales yihadistas con militantes islamistas femeninas, que se implican también, a partir de ahora, de forma directa, en esta labor de captación.

En el caso señalado de Ansar El Mahdi, Fatima Zohra Rhioui, alias Oum Sâad, ejerció de rica y piadosa benefactora que dio cobijo y ayuda financiera a Hassan El Khattab, líder de la trama. A su lado, Amina Mseffer y Amal Serraj, casadas ambas con dos pilotos de la Royal Air Maroc, la compañía aérea de propiedad estatal marroquí, que se valieron de su privilegiada posición para, sin saberlo sus maridos, apoyar a “la causa”, además de aportar dinero en efectivo y un buen número de joyas.

Connivencia militar, riesgo de infiltración e influencia externa

La eventual presencia de efectivos de las fuerzas de seguridad del Estado en las redes islamistas es otro elemento inquietante a tener en cuenta. En Argelia, la sombra de la connivencia entre ejército e islamistas planea ya desde finales de la década de los ochenta, siendo numerosos los autores que, al igual que asegura el investigador galo Benjamin Stora, observan la “impronta militar” en muchas de las masacres que durante los noventa se atribuyeron a los mouyahidines.

A mediados de 2007, Rabat llegó a temer por una infiltración terrorista en el seno del propio Majzén (nombre que recibe el régimen tradicional marroquí, literalmente “almacén”). El ministro del Interior, Chakib Benmoussa, se vio obligado a saltar a la palestra, un tanto apresuradamente como apuntaron en su momento algunos rotativos, para asegurar que se trataba de casos aislados. Por si acaso, varias cabezas rodaron, entre las que cabe destacar las de los generales Mohamed Belbachir, jefe de la Dirección de la Seguridad Militar, y Hamidou Laânigri, hasta entonces al frente de la Dirección General de la Seguridad Nacional. Semanas después de estos “licenciamientos”, el 31 de agosto, siguiendo instrucciones de Palacio, un decreto gubernamental abrogaba el servicio militar obligatorio, en lo que se interpretó una maniobra para discriminar el accedo al ejército de elementos desestabilizadores o peligrosos.

El despliegue de políticas para el control del campo religioso en el Magreb, en orden a formar profesionales de la religión más acordes con las necesidades de los musulmanes del siglo XXI y de divulgar y transmitir ideas de paz y tolerancia incluidas en el Islam, no pueden competir, en muchos casos, con la influencia externa. En este sentido, la expansión de los medios de comunicación “árabes” es un elemento a tener muy en cuenta en la propagación de un mensaje del Islam ajeno a la tradición magrebí, tradicionalmente más abierto y menos rigorista, lejos de las concepciones wahabitas y salafistas importadas actualmente en boga en el Medio Oriente.

Por último, en los casos marroquí y argelino fundamentalmente, no podemos dejar de atender a la influencia de antiguos emigrantes retornados a su país de origen que en su momento fueron “reislamizados” por la Jemaat Adaawa wa Tabligh, un movimiento islamista de origen paquistaní muy influyente entre los contingentes de trabajadores musulmanes en Alemania, Holanda, Bélgica e incluso Suiza.

La región saheliana, el Afganistán norteafricano de Al Qaeda

La inquietud con la que los expertos en terrorismo internacional contemplan al Sahel contrasta con la indiferencia de la opinión pública mundial al encuentro de la región donde Al Qaeda más ha crecido durante los últimos años. Esta peligrosidad ha sido – y es – puesta de manifiesto en sucesivos informes de inteligencia de diferentes estados. Desde el Foreign Office inglés hasta el Pentágono norteamericano pasando por el Quai d’Orsay galo, todos coinciden en señalar que, hostigados en contextos como Afganistán o Irak, los acólitos de Oussama Ben Laden han encontrado aquí, en un no man’s land lejos del poder efectivo de los estados y de las fuerzas militares internacionales, un refugio privilegiado, donde AQMI ha establecido su retaguardia, sus cuarteles generales y centros de operaciones, además de sus campos de entrenamiento para mouyahidines magrebíes. Es también en el Sahel donde se planean buena parte de los ataques a cometer en los países de la zona, pero también en la “infiel” y “cruzada” Europa. Los potenciales terroristas acuden de sitios tan distintos y dispares como los barrios de chabolas de los suburbios de ciudades como Casablanca, Tetuán, Argel o Túnez, o las zonas áridas y desiertas más desfavorecidas del este mauritano o del gran sur libio y argelino.

El secuestro, en marzo de 2008, de dos turistas austríacos en el sur de Túnez a manos de terroristas de la órbita de Al Qaeda y la facilidad con la que, en el plazo de pocos días, los reos fueron conducidos hasta la región de Tombuctú, al oeste de Mali, no lejos de Mauritana y a miles de kilómetros de donde fueron raptados, corroboraron estos temores. Este suceso, que saltó a la portada de las informaciones de todo el mundo, dio un importante toque de atención sobre la peligrosidad de la región saheliana, la permeabilidad de sus fronteras, la incapacidad de los poderes en liza para ejercer un poder efectivo de control sobre el terreno y el hecho de que el Sahel se haya convertido en el santuario de la organización de Osama Ben Laden en el norte de África.

En esta franja inhóspita que transcurre a lo largo de media docena de países, desde Egipto y Sudán hasta el África occidental, las dunas de arena se mezclan con las piedras. Los dispositivos de vigilancia se han mostrado ineficaces, lo que convirtió al Sahel en escenario de todo tipo de tráficos ilícitos (drogas, tabaco, productos falsificados, seres humanos), de episódicas revueltas tuaregs y, cómo no, de una intensa actividad yihadista. Si bien existen enfrentamientos puntuales, informes de inteligencia apuntan a que terroristas, rebeldes y traficantes trabajan de forma conjunta. Para muchos expertos, el objetivo de Al Qaida es hacer del Sahel un nuevo foco terrorista, la imagen de Pakistán y de Afganistán en los años ochenta. Con esta finalidad, a la cabeza de este nuevo vivero integrista han sido situados antiguos combatientes en Afganistán como Mokhtar Belmokhtar, alias Abou el Abbas, emir de Al Qaida en la región Sáhara-Sahel. Oculto en el norte de Mali, sobre Mokhtar Belmokhtar, condenado dos veces a muerte en Argelia, pesa una orden de busca y captura.

Satélites de Estados Unidos han detectado en el norte de Malí varios campamentos móviles de entrenamiento para mouyahidines. Permanecen abiertos unos pocos días y después se trasladan a otro lugar del desierto para evitar ser detectados. Conocidos los riesgos y, aunque provisional, incluso su emplazamiento, la lucha contra Al Qaeda en este contexto no se antoja, sin embargo, nada fácil. Las Fuerzas Armadas Argelinas han efectuado incursiones en el norte de Malí, no lejos de Kidal, tratando de acabar con los salafistas. El 20 de febrero de 2007 se concluyó un acuerdo entre el gobierno de Malí y los rebeldes tuareg de la Alianza Democrática del 23 de Mayo por el Cambio en el que, bajo los auspicios de Argelia, se resolvía armar a las milicias tuareg para, aprovechando su experiencia y conocimiento del medio, emplearlas en la lucha contra el terrorismo saheliano. Ninguna de estas iniciativas parece haber dado sus frutos, al menos de momento. Mientras, las relaciones entre Argelia, Marruecos y Libia son demasiado rudimentarias como para emprender una acción conjunta contra AQMI en la región. Francia, antigua potencia colonial con un peso simbólico harto importante en la zona, tampoco parece querer implicarse sobremanera en la lucha.

AQMI y los Estados Unidos: La estrategia de seguridad africana de Washington

Ante la inestabilidad saheliana y las evoluciones de AQMI en la región, Washington se ha visto en la necesidad de tomar, en cierta medida, las riendas de la situación. Primero puso en marcha la Iniciativa Pan Sahel, que perseguía entrenar y equipar a los precarios ejércitos de la región. El Departamento de Estado envió 1.500 soldados a la base militar francesa en Djibuti, con un presupuesto inicial de unos ocho millones de dólares y con el apoyo de las fuerzas especiales norteamericanas del Comando Europeo (Eucom). En 2005, aunque el programa siguió vigente de manera formal, se puso en marcha un nuevo proyecto denominado Iniciativa Transahariana de Lucha contra el Terrorismo cuyo colofón debiera ser el despliegue del Comando África de Estados Unidos (Africom), para cuya puesta en marcha se destinó un monto aproximado de 80 millones de dólares. El 1 de octubre de 2007 se estableció como una unidad adscrita al Eucom, previéndose su total autonomía y operatividad a partir del 30 de septiembre de 2008.

En abril de 2008, el director del FBI, Robert Mueller, anunciaba la apertura de una antena de su organización en Argel “para hacer frente a las nuevas amenazas provenientes de la región, tras constatar que a lo largo del último año y medio las capacidades de AQMI se han acrecentado de forma inquietante”. Mueller aludió concretamente a “la posibilidad de que un mismo individuo posea dos pasaportes que le permitan entrar en Europa, donde no se encontraría más que a un billete de avión electrónico del aeropuerto JFK de Nueva York o de cualquier otro en territorio estadounidense”. La nueva antena del FBI, que ya dispone de casi 70 en el extranjero, se situó, como viene siendo costumbre, en el seno de la embajada de los Estados Unidos en la capital argelina.

En esa misma época, en Internet se difundía un video extraído de la cadena norteamericana ABC sobre presuntos entrenamientos conjuntos entre el ejército argelino y los Marines en el Sahara argelino. Las imágenes mostraban a oficiales con el uniforme militar argelino y norteamericano disparando metralletas M16 equipadas con aparatos de infrarrojos, además otro tipo de ejercicios de adiestramiento para la utilización de aviones no pilotados destinados al reconocimiento del territorio. Si bien no se precisa ni la fecha en que fueron grabadas las imágenes ni la ubicación exacta de las mismas, se asegura que estos ejercicios castrenses están destinados a la lucha conjunta entre Argel y Washington contra los grupos terroristas que operan en la región saheliana.

Continúa mañana)
** Politólogo y corresponsal de prensa en el Magreb

 

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