Quizás estemos viviendo un momento histórico irrepetible, un
desplome de las bolsas como el del 29 y nosotros aquí, sin
disfrutar del momento. La catarsis de la crisis empieza en
la histeria que dejó temporalmente ciegos a nuestros
políticos, al Ministro de Economía y el propio Presidente
del Gobierno en primer lugar. Ayer miércoles se celebró como
estaba previsto el debate sobre la crisis económica que
causa estragos en España, también en Ceuta, desde que diese
comienzo a finales de 2007.
El Congreso reunido en Pleno dialogó, por lo visto poco más
se puede hacer, acerca de una crisis que algunos aun daban
por incierta. Durante la exposición de motivos las fuerzas
de la oposición centraron el debate en descalificar un
paquete de medidas que dan por inútiles; entre estas fueron
especialmente criticadas las concesiones autonómicas, el uso
con fines políticos de la cuestión inmigratoria, la
obsolescencia de nuestros modelos en I+D, así como la
tendencia al alza del paro o la persistencia crónica de un
modelo económico obsoleto centrado en la promoción del
sector servicios o el inmobiliario en franco retroceso.
Además junto a la mencionada falta de renovación, la
oposición destacó lo infructuoso y equivocado de las
inversiones públicas, que por cuantía, desembolso y falta de
eficacia nos alejan gradualmente de los primeros puestos de
la Unión Europea. Se acusó al Ejecutivo en definitiva de
echar balones fuera y lavarse las manos mientras que se
planteó como alternativa la reestructuración de la base
económica nacional.
¿Cuándo dio comienzo esta crisis? Su génesis se encuentra en
algún lugar de cuyo nombre no quiero acordarme; en las
fluctuaciones de las divisas relacionadas con el
desequilibrio del comercio internacional que provocaron la
subida de precios del fuel y los alimentos básicos y por
consiguiente el recelo de la banca internacional a la hora
de conceder créditos o quizás todo sea nada más y nada menos
que una cortina de humo. El caso es que las previsiones son
alarmistas se mire donde se mire, ya sea al Tercer Mundo, a
los Estados Unidos, a Europa o, a menor escala, a España.
No obstante los políticos, alejándose del “alarmismo”, han
sido los últimos en sumarse al acertado diagnóstico que con
antelación a los analistas económicos del Ibex 35, ya
realizaron proletarios y amas de casa. El pueblo al unísono
ha dado un tirón de orejas al
poder político advirtiéndoles que el que avisa no es
traidor. Diariamente grandes compañías anuncian el cierre y
la retirada a mercados más solventes según intereses
comerciales en exclusiva y sin reparar en daños, dejando a
sus espaldas un rastro de despidos masivos insoportable. Si
contamos con los efectos de la recesión del ladrillo, del
gasto medio que se ha notado en, por ejemplo, la inversión
turística, el descenso de créditos hipotecarios... se crea
un círculo vicioso del que parece difícil salir.
Independientemente del sector al que pertenezca, cualquier
profesional puede hacer su propio análisis de la situación
porque la realidad es la que es: que mientras los precios
suben, la cartera permanece igual, los sueldos se mantienen
y cada vez resulta más complicado llegar a final de mes. El
superávit se ha convertido en el protagonista de ese sueño
húmedo que se torna en pesadilla cuando suena el
despertador. He aquí la inaplazable necesidad de adoptar un
paquete de medidas fiscales sólidas a medio y largo plazo.
Por lo pronto y a la expectativa de unas buenas rebajas, la
próxima entrega de este culebrón en la cesta de su compra.
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