Paseo por la Avenida de
Sánchez-Prados (de quien lamento no haber escrito nada
cuando se han cumplido 72 años de su asesinato) y diviso a
Carlos García Bernardo, tiempo sin verle, que camina
por la acera opuesta. Y allá que cruzo la calle para
saludarle y hablar con él los minutos que siempre hemos
compartido cuando nuestros encuentros eran casi a diario, en
el mismo sitio y a la misma hora, más o menos.
A Carlos lo conocí yo a principios de los años 80. Fue
precisamente en el Puerto de Santa María, en el hotel Puerto
Bahía, donde la Agrupación Deportiva Ceuta estaba alojada
para participar en el torneo veraniego, José del Cuvillo.
Iba acompañado por Emilio Lamorena; dos aficionados
que se bebían, y seguirán en la misma línea, los vientos por
el equipo de su ciudad.
Recuerdo que me abordaron en la sala de estar del hotel
portuense, cuando me encontraba rodeado de amistades
locales, e inmediatamente me puse a disposición de ellos,
con quienes nunca antes había tenido la oportunidad de
conversar. Y los dos, sobre todo, García Bernardo, me hacían
ver la necesidad que tenía de dotar al equipo de un estilo
ofensivo, adecuado a las aspiraciones del club.
Créanme que les escuché atentamente y hasta evité cualquier
respuesta de las que yo solía dar a quienes se atrevían a
aconsejarme acerca de cómo debía hacer mi trabajo. Y mucho
más si eran personas desconocidas para mí. Pero supe frenar
mis impulsos. Por una razón bien sencilla: Carlos y Emilio
me cayeron bien al primer golpe de vista.
Desde entonces, mi relación con García Bernardo ha sido
siempre de amistad y respeto. Un respeto considerable que
nos ha mantenido a los dos en condiciones de hablar con
sosiego de todo, aunque ambos no estuviésemos ocupando las
mismas trincheras. Jamás, a partir de aquella charla en el
establecimiento situado en la playa de Valdelagrana, ningún
contratiempo, en forma de malentendido, pudo enturbiar
nuestra amistad.
La que nos ha servido a los dos, durante casi treinta años,
para disfrutar en la calle, en la cual nos hemos hallado
infinidad de veces, de nuestros comentarios futbolísticos,
sociales y políticos. Aunque han primado siempre los
primeros. Sin que su ser azulgrana haya tropezado nunca con
mi acendrado madridismo.
El lunes pasado, que fue el día en el cual abordé a Carlos
en la Avenida de Sánchez-Prados, tuve la ocasión de darle
ese abrazo al amigo y la satisfacción de verle
personalmente. Pues antes sólo me había sido posible en las
fotografías de las Fiestas Patronales, publicadas en este
medio, dada su condición de viceconsejero de Festejos.
Y, por primera vez, en muchos años, no hablamos de fútbol.
Es decir, ni de Guardiola ni de Casillas ni
tan siquiera de la Asociación Deportiva Ceuta. Simple y
llanamente nos dijimos muchas cosas con la mirada. Nos
abrazamos y nos dimos la mano con fuerza. Y quedamos en que
él me dejaría algo que quería regalarme en la recepción de
‘El Pueblo de Ceuta’.
Carlos está pasando una mala racha. Pero la va superando. Y
conseguirá superarla. Seguro que sí. Porque en su cartilla
de la vida consta que, entre otras muchas cualidades, es tan
afanoso como buen tipo. Seguiremos hablando de todo,
amigo...
|